Dolor sostenido

Al igual que los deportistas, los músicos están expuestos a un sinnúmero de lesiones y son víctimas fáciles del estrés.

4 de septiembre de 1989

Así como los virtuosos de la música logran arrancar emocionadas lágrimas a su auditorio, la actividad profesional puede arrancar, también al músico, lágrimas, pero de dolor.
El músico y las enfermedades propias del oficio es asunto al que en la actualidad ciertos especialistas dedican mayor atención. Parálisis en las manos, espasmos en la voz que dejan a cantantes en la imposibilidad de emitir sonidos; tortícolis, músculos y tendones desgarrados por movimientos bruscos; desviaciones de la columna vertebral, enfisemas por esfuerzos excesivos constantes entre quienes tocan instrumentos de viento, son tan sólo algunos de los males que aquejan al gremio de los músicos.
No se trata de dolencias como la sordera progresiva que sufrió Beethoven, ni locuras como la que padeció el compositor Roberto Schumann. Pero sí atrofias como la que vivió este último, cuando por adquirir una mayor independencia en los dedos de la mano derecha para perfeccionar su técnica pianística, recurrió a fabricarse unas ligaduras en los dedos, que acabaron por provocarle una parálisis irreversible que arruinó su carrera de intérprete.
Uno de los ejecutantes más prodigiosos de la historia de la música fue el violinista Nicolo Paganini. Realizaba con las manos tales proezas, que en su época se hablaba de estar poseído por el diablo. Nadie igualaba sus complejas digitaciones ni la velocidad con que las acometía. Estudiosos que han profundizado el caso del virtuoso italiano, sostienen que la habilidad de este artista se debió a una alteración genética del tejido conjuntivo provocada por el síndrome de Ehlers Danlos, que le dio una anormal flexibilidad en las articulaciones. Lo anterior, sumado a unos dedos excepcionalmente largos, contribuyó a que el músico alcanzara posiciones y agilidades que nadie ha podido igualar.
Un caso similar podría ser el de la célebre soprano coloratura francesa Mado Robin, que sobrepasaba sin esfuerzo notas jamas alcanzadas por cantante alguna. La razón de esta extraordinaria facultad era una anomalía de la laringe que le permitía abarcar sin problemas de una octava, por encima del registro de cualquier soprano, mostrándose incluso hoy en día como un caso excepcional. Se decía que cuando alcanzaba el re sobreagudo, las cuerdas vocales vibraban a 2.349 veces por segundo.
Los anteriores son casos fuera de lo común y producto de anormalidades congénitas; sin embargo, el común de los músicos padece graves y dolorosas enfermedades, que no los hacen ni mucho menos sobresalir y en la mayoría de los casos provienen de técnicas de entrenamiento deficientes y mala colocación del cuerpo durante el ejercicio de su labor.
Los pianistas sufren, con más frecuencia de lo que trasciende, de parálisis y entumecimiento de las manos o los dedos y algunos han debido abandonar su carrera en forma definitiva. El caso reciente más conocido es el del francés Michel Beroff, quien ha tenido que dedicarse a interpretar exclusivamente obras escritas para la mano izquierda. Su problema surgió cuando el dedo índice de la mano derecha sufrió una parálisis. Consultados decenas de especialistas, todos coincidieron en que el mal del artista era el llamado "calambre de pianista". Las razones por las cuales se presenta son diversas y en el caso de Beroff la única recomendación fue utilizar calmantes y reposo absoluto de la mano.
La dolencia física, según los médicos, puede ser tratada, aunque el regreso a la normalidad puede ser muy lento. Esto trajo consigo que el artista entrara en serias crisis depresivas, que junto con el estrés sufren la mayoría de los músicos que en algún momento ven un serio obstáculo en su carrera. Sin embargo, el caso más tristemente célebre, aparte del de Roberto Schumann, es el del norteamericano Leon Fleischer, uno de los talentos pianísticos de este siglo. En el curso de una grabación empezó a detectar los primeros síntomas: la mano derecha no respondía, los músculos estaban totalmente rígidos y en algunos dedos carecia de sensibilidad. Nuevamente los especialistas dictaminaron: "Calambre de pianista", pero en el caso de Fleischer el mal degeneró en que dos de los dedos de la mano derecha acabaron por encogerse y la carrera del pianista quedó trunca. En la actualidad Fleischer se dedica a enseñar, dirige orquestas y cuando decide presentarse en público interpreta obras especialmente escritas para la mano izquierda, de las cuales ha descubierto, en varios años de escudriñar bibliotecas, más de 200.
En 1972, a raíz de un simposio organizado en Alemania sobre música y enfermedades, surgió una nueva especialidad que trata los males que padecen los profesionales de esta disciplina artística. Comenzaron a aparecer publicaciones científicas sobre el tema, y por primera vez especialistas en diversas ramas de la medicina se convencieron que existen problemas y afecciones que con mayor frecuencia se presentan en los músicos que entre trabajadores de otros oficios. En Estados Unidos empezaron a realizarse encuestas entre trabajadores de orquestas profesionales sobre dolencias físicas derivadas del trabajo, y el resultado fue que un 76% de los consultados reveló que sufría al menos un problema doloroso cuando realizaba su labor.
Violinistas, chelistas, contrabajistas y guitarristas sumaron mayoría en padecer dolores de espalda, calambres en las manos y los tendones que participan en la flexión o en la extensión de las manos, sufren inflamaciones frecuentes. En muchos casos la mala posición del cuerpo mantenida por espacio de años, provoca en estos músicos desviaciones de la columna vertebral.
Entre los grandes intérpretes son conocidos ciertos padecimientos que han sobrellevado durante años. El violinista Jehudi Menuhin sufrió durante mucho tiempo inflamación del tendón del bíceps. Los pianistas Sviatoslav Richter de insoportables dolores en la nuca y Claudio Arrau de tortícolis. A los tañedores de instrumentos de viento los acompañan con frecuencia serios problemas, algunos en extremo dolorosos. Los trompetistas y trompistas, en especial, pueden presentar enfisemas pulmonares cuando realizan esfuerzos constantes y extremos. En general, todos los ejecutantes de instrumentos de viento pueden presentar ulceraciones en los labios, además de problemas bronquiales, laringitis, faringitis e inflamaciones del tejido pulmonar.
Por lo anterior, el gran director de orqueta Arthur Nikish quien conocía la particular sicología y los problemas y enfermedades que se derivan del trabajo del músico de orquesta, decía, refiriéndose a los intérpretes de instrumentos de viento, como oboístas y cornistas, que a ésto había que tratarlos con tanta dulzura y comprensión como a una amante, y exigirles... lo que pudieran dar.
Los cantantes son caso aparte. Es un gremio que vive permanentes y muy molestos padecimientos. Inflamaciones del aparato respiratorio por cambios bruscos de temperatura, estrés, contaminación ambiental, etc.
Padecen formación de nódulos y aparición de pólipos en las cuerdas vocales. Muchos han sufrido parálisis en la voz, como le ocurrió hace poco al gran tenor italiano Luciano Pavarotti quien durante una representación se quedó mudo y tuvo que suspender el concierto. Diversas causas tiene esta terrible prueba. Desde edemas generalizados de la laringe y la tráquea, provocados por alergias, hasta tumores en la tiroides. Sin embargo, en la mayoría de las enfermedades que padecen los cantantes la raíz del problema está en una deficiente técnica respiratoria que obliga a forzar la voz y con ello no sólo se arruina una carrera sino se crean graves problemas, algunos de ellos de carácter irreversible.
Pero aparte de males estrictamente físicos, un porcentaje muy alto de músicos de concierto sufre problemas sicológicos que van desde pánico de aparecer ante el público, como le ocurría al pianista Edwin Fischer, y padecer ausencias de memoria como en alguna época temprana de su carrera vivió Artur Schnabel, hasta miedo a fracasar en una audición importante que ha llevado a muchos a cancelar periódicamente compromisos y a pensar en retirarse del oficio.
Esto le ocurrió al pianista chileno Claudio Arrau cuando se sintió desprotegido tras la muerte de su maestro Martin Krause. Debido a problemas de esta naturaleza, y al lógico estrés y a la angustia que provoca salir a un escenario, muchos han acabado por acudir al sicoanálisis o al yoga. Arrau, por ejemplo, vivió en una época tal crisis, que una vez invitado a tocar en Washington exigió la presencia de su sicoanalista, quien se situó tras bambalinas durante el concierto. Menuhin, por su parte, inició su terapia con el sicoanálisis y terminó con el yoga, que practica a diario para relajarse.
Los músicos, como pocos profesionales, están expuestos a diario a serios problemas de estrés como a un sinnúmero de enfermedades, algunas de ellas graves, derivadas en su mayoría de una técnica de respiración defectuosa y mala posición del cuerpo durante el ejercicio del trabajo, entre otras causas. Por ello, en algunos países existen centros especializados en el tratamiento de problemas y afecciones que padecen exclusivamente los músicos.