EFECTO DOBLE

Después de vivir una situación de intenso páníco, la persona no vuelve a ser biológicamente la misma.

17 de septiembre de 1990

Como si fuera poco el trauma sicológico generado por los hechos violentos, ahora se descubre que estas experiencias también pueden causar daño biológico. Con mucha frecuencia, las personas que han sido víctimas de situaciones de intenso pánico desarrollan ciertos desórdenes de comportamiento, como miedo incontrolable en situaciones inocuas, dificultad para dormir, irritabilidad y frecuentes pesadillas. Este tipo de efectos de la violencia había sido considerado hasta ahora exclusivamente como secuelas sicológicas a situaciones traumáticas. Sin embargo, recientes investigaciones adelantadas en los Estados Unidos, han demostrado que el impacto de una situación de terror o de intenso estrés puede alterar la química del cerebro induciendo a que éste se "reprograme".

Las víctimas de actos violentos - bien sean individuales (violaciones, atracos o accidentes) o colectivas (guerras, bombas o una situación generalizada de violencia)-, se vuelven más susceptibles a experimentar "golpes de adrenalina" que hacen que, aun décadas después de ocurrido el evento, la persona viva en sucesos aparentemente normales una repetición del trauma original. Esa sensibilidad a la adrenalina, que es el factor más importante en este tipo de desórdenes postraumáticos, llevó a los científicos a buscar el origen biológico de este síndrome. Las investigaciones concluyeron que mientras traumas como la pérdida de un ser querido o una quiebra económica, no parecen causar cambios en el sistema cerebral, otro tipo de situacianes de miedo intenso y prolongado, como el del combate, la tortura o el abuso repetido de un menor, o el de una experiencia única, como quedar atrapado en un huracán o sentirse al borde de la muerte en un accidente automovilístico, sí tienen un impacto biológico. Entre más dure el momento traumático, más posibilidades tiene de producir efectos posteriores.

Durante los últimos diez años los investigadores han estado reuniendo evidencias de las modificaciones que se producen en el cerebro a partir de situaciones de intenso estrés. Varios experimentos realizados con animales en laboratorios, han permitido observar que dichos cambios tienen que ver con la forma y el volumen en que el cerebro segrega ciertos químicos de producción normal en situaciones de alta tensión. Los científicos han podido determinar que los cambios ocurren en tres áreas del cerebro:

* En la estructura que ordena la secreción de las hormonas que movilizan al organismo en caso de una emergencia. En los pacientes con desórdenes postraumáticos, esta estructura se vuelve hiperreactiva, segregando demasiados químicos cerebrales, aun en situaciones que no son amenazadoras.

* Un aumento en el volumen de las hormonas que inducen una respuesta corporal en caso de emergencia. El aumento excesivo de esta hormona hace que el organismo entre en estado de alerta para atender una emergencia que en realidad no está sucediendo.

* En el sistema cerebral que reduce las sensaciones de dolor. Este se vuelve hiperactivo, lo cual explicaría el entumecimiento emocional y la inhabilidad para experimentar sentimientos tiernos, que usualmente denotan las personas que han sufrido un fuerte pánico y que por lo tanto presentan síntomas postraumáticos.

Las investigaciones relacionadas con este último punto son especialmente reveladoras, pues es un hecho que en la mayoría de los casos de accidentes, por ejemplo, las personas que han sufrido fracturas, quemaduras u otro tipo de herida grave, sólo sienten dolor después de que se ha superado la situación de crisis.

En un experimento realizado por la Sociedad de Psiquiatría de los Estados Unidos, se presentó a un grupo de ex veteranos de Vietnam algunas escenas de combate de la serie de televisión "Platoon". Mientras las contemplaban, sus reacciones físicas fueron monitoreadas. Después de verlas, los hombres que padecían los síntomas mostraron un 30% de disminución de su sensibilidad al dolor. Parte del centro emocional del cerebro puso en movimiento una secreción masiva de las hormonas que controlan el dolor, de la misma manera que lo harían si el peligro hubiera sido real. Según señalan los científicos, estos resultados demuestran que a partir de una situación traumática, se produce un condicionamiento de los nervios que regulan estas secreciones.

Otra investigación clave se ha centrado en la actividad del circuito cerebral - que conecta el hipotálamo con la glándula pituitaria- y que es el encargado de disparar la secreción de las hormonas que regulan el estrés. En casos de alta tensión, el hipotálamo envía una señal que hace que la pituitaria gradúe su funcionamiento de acuerdo con el nivel de la emergencia. Pero otras zonas del cerebro, también sensibles a las secreciones químicas del hipotálamo, no pueden hacer el mismo ajuste y, ante la señal, reproducen las mismas sensaciones que la persona tuvo en el momento del trauma original: sudoración, miedo, temblor y, en algunos casos, asfixia.

Estos nuevos descubrimientos han sentado las bases para que los científicos trabajen en una droga que actúe específicamente sobre estos cambios biológicos que un trauma violento produce en el cerebro. Aunque actualmente se utilizan en siquiatría algunos medicamentos que han dado alivio a muchos pacientes, producir una droga que actúe directamente sobre cada una de las áreas afectadas en estos casos haría posible la curación definitiva del paciente. Con el fin de desarrollar una droga que controle o elimine esos efectos, los científicos buscan entender los principios cerebrales del trauma original partiendo de una evidencia: sólo algunas de las personas sometidas a situaciones de terror desarrollan síntomas y, aunque éstos pueden durar hasta 40 años o más, en algunas personas desaparecen, bien sea espontáneamente o bajo el efecto de terapias.

Estas investigaciones, sin embargo, tienen todavía un largo camino por recorrer. Si bien la droga estarla en capacidad de disminuir la intensidad de los síntomas sicológicos, de manera que la persona sienta menos angustia, duerma mejor y tenga menos pesadillas, existen otros problemas como la alienación que sufren estas personas, el embotamiento emocional, el sentido de culpa y la pena moral, cuyo tratamiento requiere terapias sicoanalíticas.

En cualquier caso, el hecho de que se haya podido encontrar una explicación biológica a los efectos de la violencia en las personas, abre la discusión sobre la importancia de dar una esmerada atención posterior a las personas que han estado sometidas a los horrores de la violencia.-