HAY UNA ALERGIA EN MI SOPA

Recientes investigaciones muestran que la mayoría de los diagnósticos de alergia a los alimentos son equivocados.

25 de junio de 1990

Su mala fama se ha extendido: la leche, los huevos, los mariscos, las nueces, los fríjoles, la soya, el chocolate y las fresas han cargado con la mayoría de la culpa de las alergias. Para describir la miscelánea de efectos que pueden resultar de consumir determinados alimentos, los médicos utilizan palabras como "sensibilidades", "toxicidades","intolerancias", "reacciones farmacológicas" y "reacciones metabólicas". Pero a quienes las sufren, lo único que les preocupa es que hay alimentos que los hacen sentirse mal.

De un tiempo acá, el tema alergias se ha vuelto terreno troversia entre los médicos. Sólo muy pocas de las conexiones entre los alimentos y la mala salud que no comprometen al sistema inmunológico, han sido establecidas científicamente. Las demas no pasan de ser evidencias anecdóticas y sugerencias que precisan investigaciones de fondo. Y para caldear el debate está la franja de los médicos que diagnostican las alergias sobre la base de tests, cuya validez no ha sido suficientemente probada, y quienes prescriben dietas restringidas y costosos suplementos vitamínicos y de minerales como la cura segura. Pero al rechazar los síntomas que no se relacionan con el sistema inmunológico, nada se está haciendo por esos millones de personas que, por una u otra razón, experimentan alergias con ciertos alimentos.

Quizás un alimento no tiene que afectar el sistema inmunológico para desatar algunas infecciones, causar sinusitis, agravar problemas de artritis o producir el síndrome del intestino irritable. Algunos alimentos hacen que ciertas personas se sientan cansadas o mentalmente embotadas o que determinados niños entren en la órbita de la hiperactividad. Tal vez algunas de las reacciones adversas se intensifican porque las personas inconscientemente se vuelven "adictas" a los alimentos que los enferman. Esta es la teoría que se conoce entre los siquiatras como "proceso de aprendizaje por los opuestos", pero a la cual muy pocas bolas le paran los médicos o los investigadores de la salud. Aun entre los alergistas clásicamente entrenados, no hay acuerdo sobre la forma de categorizar las diferentes reacciones negativas a los alimentos o sobre su diagnóstico. Por eso resulta facíl entender porque miles de pacientes, despues de años de visitas repetidas a los alergistas convencionales, se sienten frustrados al no experimentar ninguna mejoría y tienen que recurrir a otros especialistas en busca de alguien que les descubran la verdadera causa de sus alergias.

Entre las principales causas de las alergias alimentarias están el maní, la soya, los fríjoles y otros miembros de la familia de las leguminosas, nueces, pescados y mariscos, huevos; y leche.
Contrario a lo que se piensa, las fresa, el chocolate, los cítricos y el maíz son mucho menos responsables de ciertas reacciones alérgicas.

Cuando se presenta una reacción alérgica el, sistema inmunológico de una sustancia inofensiva, como la leche de vaca o los langostinos, con aquellas nocivas para cuyo ataque está diseñado, como las bacterias, los virus o las células cancerosas. Este error pone en marcha una reacción en cadena que comienza con la producción de anticuerpos, cuyo trabajo es coger a las sustancias amenazantes, y termina con la liberación de histaminas y otros químicos que producen los síntomas alérgicos.

En una persona muy alérgica, aún la mínima exposición a una sustancia particular, llamada alergeno, puede desatar una respuesta que puede poner en peligro la vida y que los médicos llaman "shock anafiláctico". La presión sanguínea cae en forma precipitada y se corta la respiración durante unos minutos. Las personas que creen correr este riesgo, deben llevar siempre adrenalina inyectable, y así estaran en posibilidad de reducir su riesgo de muerte por intoxicación alérgica. Pero esta es una situación extrema.

Los síntomas más comunes de la alergia a los alimentos incluyen reacciones gastrointestinales como nausea, vómito, dolor de estómago y diarrea, y reacciones dermatológicas como ronchas, picazón e inflamación de la cara, pies, manos o genitales. Pero muchos de los síntomas que comunmente la gente maldice como alergia a los alimentos, con poca frecuencia se relacionan realmente con ellos. Recientes investigaciones sobre el tema han demostrado que por lo menos dos terceras partes de los diagnósticos de alergia a los alimentos son equivocados.

La típica reacción alérgica a un alimento se presenta en las cuatro horas siguientes a su ingestión. Ocasionalmente puede presentarse una demora de ocho horas, pero los síntomas que se presentan despues de este tiempo raramente son alérgicos. Un alimento no necesariamente causa el mismo síntoma en las distintas personas que son alérgicas a él. Mientras algunas pueden sentir una leve rasquiña, otras pueden experimentar un colapso cardiovascular. Además, un persona puede o no reaccionar al consumo de un alimento. Eso depende de la cantidad que ingiera, de la frecuencia con que lo consuma y de la exposición coincidencial a otros causantes de alergias. Incluso realizar ejercicios fuertes después de haber comido un alimento particular puede intensificar una reacción alérgica, tal vez porque acelera la absorción de la comida.

La forma médicamente aceptada para diganosticar las alergias alimentarias empieza con una serie de tests en los cuales, en pequeños rasguños hechos en la piel -generalmente en la parte posterior del brazo-, se ponen dosis mínimas de los alimentos sospechosos. Un paciente puede con frecuencia mostrar síntomas de enrojecimiento o de hinchazón con diferentes alimentos, pero eso no quiere decir necesariamente que es alérgico. Sólo uno de cada cinco pruebas positivas indica que una reacción alérgica se puede presentar con la ingestión de un alimento específico. Algunos médicos prefieren usar una prueba de sangre especialmente diseñada para el diagnóstico de alergias, pero que no es tampoco muy precisa. Por eso, los resultados de una u otra prueba deben ser confirmados con otros que impliquen la ingestión de los alimentos sospechosos, mediante el diseño de dietas restringidas, que operan por eliminación. Hay también otros dos tipos de diagnóstico: los tests citotóxicos y las pruebas sublinguales de provocación, que son los más utilizados por los alergistas no tradicionales, pero cuya eficacía también ha sido fuertemente cuestionada.

Las alergias alimentarias son probablemente las reacciones adversas más comunes a la comida. Porque hay miles de intolerancias alimentarias, muchas de las cuales se piensa que son causadas por la deficiencia de algunos digestivos químicos, como la intolerancia a la lactosa -el azúcar natural de la leche -o la dificultad para digerirla. Esto se produce por la falta de una enzima, llamada lactasa, y las personas experimentan retorcijones, diarrea o flatulencia. Otras personas no toleran el gluten, la proteína que contienen el trigo, la cebada y el centeno, y sus molestias pueden ir desde malestar estomacal hasta anemia y perdida de peso. Los síntomas de estas intolerancias a los alimentos sí pueden presentarse un día después de consumido el alimento.

Otras reacciones se conocen como "falsas alergias alimentarias".
Son las que ocurren cuando parece que un alimento dispara directamente la liberación de histamina y otros químicos que provocan los síntomas, sin que entren a operar los anticuerpos. Sin embargo, nadie sabe cómo las sustancias causan falsas alergias alimentarias. Los causantes más frecuentes de las falsas alergias alimentarias son la leche, el maní y el trigo. Otras son los aditivos, las fresas, los tomates y los alimentos ricos en histamina, como el repollo, el vino rojo, la levadura y el atún.

Actualmente, el aspecto más controvertido sobre las intolerancias alimentarias es que ellas son la causa oculta de la fatiga crónica, la hiperactividad, el síndrome del intestino irritable, dolores recurrentes de cabeza, dolores músculares, ansiedad, vaginitis, sinusitis, deseo compulsivo de ciertos alimentos y aun obesidad. Muchos alergistas dicen que eso no pasa de ser un rumor médico, no suficientemente probado. Pero otros aseguran que investigaciones adelantadas sobre la tema han llegado a conclusiones que confirman esas sospechas. Por ejemplo, un estudio realizado en Inglaterra, entre 88 niños que padecían jaquecas y otras molestias, demostró que después de haberlos sometido a dietas restringidas, libres de cualquier alimento sospechoso, 78 de ellos se recobraron completamente.

Aparte de evitar los alimentos que las producen, no hay cura conocida para las alergias y las intolerancias alimentarias. Con una sola excepción: la intolerancia a la lactosa. La deficencia de la enzima puede ser artificialmente suplida por tabletas de lactosa.

Lo único cierto respecto a las alergias parece ser que los multiples interrogantes sin respuesta sobre las posibles reacciones adversas a los alimentos requieren mucha más atención por parte de los científicos que la que han recibido hasta ahora.-