HOY NO,QUE ME DUELE LA CABEZA

Con mucha frecuencia el dolor es mal manejado por el médico e inclusive puede ser agravado

20 de enero de 1986

El dolor no es solamente la queja más frecuente que oyen los médicos y la principal razón de que la gente consuma medicinas, sino también la disculpa que con más frecuencia sacan las mujeres para no hacer el amor. O al menos esa es la idea que flota en el ambiente y que las películas y series de T.V. han inmortalizado. "Hoy no, que me duele la cabeza", es la frase de cajón mil veces repetida para ilustrar el rechazo femenino.
Por causa del dolor, botiquines, gabinetes de baño y mesas de noche se encuentran plagados de toda clase de pepas de los más variados nombres y colores, fabricadas con un mismo fin: aliviar el dolor.
El dolor es viejo, viejo como la misma humanidad. La filosofía la religión, la ciencia, se han ocupado de él. "Parirás a tus hijos con dolor", dice la Biblia, como para recordarle al hombre que el dolor forma parte de su naturaleza. Y como para sacar el tema de la especulación, el doctor John Bonica, fundador de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor, afirma que se estima que solamente en los países desarrollados cerca de una tercera parte de los habitantes sufre de algún tipo de dolor crónico y que de esa tercera parte, la mitad está parcialmente incapacitada por días, semanas o meses, y otros muchos en forma permanente. Hablando del dolor, si se lo relaciona con el cáncer, el tema toca más hondo. Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), se cree que en todo el mundo, el cáncer afecta a cerca de 15 millones de personas y es responsable de la muerte de 5 de los 50 millones de personas que mueren cada año.
En Colombia, se calcula que anualmente mueren 619 personas por cada millón de habitantes debido a tumores malignos, siendo ésta la segunda causa de muerte en el país. Según estadísticas disponibles, su incidencia aumentó el 30% entre 1965 y 1977.
No es como lo pintan
Si en la vida hay cosas buenas y otras no tan buenas, sobre el dolor, aunque parezca contradictorio, puede decirse lo mismo. Al dolor agudo se lo considera un dolor bueno y es importante para el hombre, pues tiene la función de indicarle que algo anda mal en su organismo o que algo se equivocó de camino. Su función es de instrucción y ayuda al médico para el diagnóstico. El llamado dolor crónico, en cambio, no es tan bueno, y en esta medida somete a sus víctimas, además de a un sufrimiento físico y sicológico, a uno económico, constituyéndose en el factor más incapacitante en los países desarrollados. Cuando llega a ser intratabre, el dolor crónico es destructivo y compromete la vida, como cualquier enfermedad.
A través del tiempo, el dolor ha sido tema central de muchos estudios. Inicialmente se asoció con el trauma, pero entonces no se podía explicar el dolor que producían las enfermedades; también se pensó que era producido por la entrada al cuerpo de ciertos objetos o malos espíritus, época en la cual hicieron su agosto brujos y exorcistas. Según Tiberio Alvarez Echeverri, anestesiólogo adscrito al Servicio de Anestesia y Reanimación del Hospital San Vicente de Paúl en Medellín, y autor del libro "El dolor, casi siempre es mal manejado por el médico e inclusive puede ser agravado por complicaciones que se presentan, como toxicidad de ciertas drogas, drogadicción, mutilaciones o cirugías extensas, entre otras".
Por otra parte, para Bonica existen tres razones fundamentales que explican el mal manejo del dolor. "En primer lugar, se tienen grandes vacíos en el conocimiento de los mecanismos íntimos del dolor, lo cual naturalmente incide en su tratamiento. En los últimos diez años se han adquirido más conocimientos sobre el dolor que en los veinte siglos anteriores, y no sería necio observar que los presupuestos dedicados a su investigación han sido casi siempre exiguos". En segundo lugar, Bonica señala la equivocada aplicación que se tiene sobre el dolor, lo cual se debe tanto al escaso material de que se dispone, como al poco conocimiento sobre la materia misma. "El dolor cuando es crónico, es una enfermedad por sí misma, y cuando se trata de dolor asociado con otras enfermedades como el cáncer, es un sistema muy complejo de sensaciones, percepciones, emociones y cambios de conducta, los cuales exigen un tratamiento interdisciplinario, en el cual debe ser un equipo el que marque las pautas a seguir". Los problemas de comunicación son la tercera causa que señala Bonica para llamar la atención sobre el mal manejo que se hace del dolor. Como consecuencia de los dos anteriores, no se logra una correcta comunicación entre médicos, estudiantes y pacientes, lo que hace que cada cual maneje sólo lo que le compete, convirtiendo el estudio del dolor en una especie de Torre de Babel, en donde el tema principal se convierte en un mito por lo "difícil e inabordable". A pesar de lo que falta por conocer, es mucho lo que se puede hacer en favor del paciente.
Observando la figura que ilustra este artículo, se puede entender por qué, por ejemplo, duele un pisotón en el dedo gordo del pie. La primera estación está en las terminaciones nerviosas (1) del mismo dedo, las cuales en compañía de poderosas sustancias que se liberan como la sustancia P (del inglés pain = dolor), las prostaglandinas y la bradicina (quizás la sustancia más dolorosa que el hombre conoce), se ponen de acuerdo para enviar el mensaje hacia el cerebro. Las prostaglandinas también aumentan la circulación de la sangre hacia el lugar del pisón, el cual se pone rojo por la atracción de celulas sanguíneas que controlan la infección. Según los últimos estudios, drogas como la aspirina, el acetaminofén, los antiinflamatorios y los esteroides trabajan en esta parte, inhibiendo la producción de prostaglandinas. Luego, el mensaje del dolor sigue su recorrido como un impulso electroquímico a través de los nervios y llega hasta las astas dorsales de la médula espinal (2). Esta estación se encarga de enviar el mensaje hasta el tálamo cerebral (3) y es entonces cuando la persona cae en cuenta de que algo ha pasado en el pie. En el tálamo, todas las sensaciones como calor frío, dolor..., se vuelven conscientes, pero sólo hasta que el mensaje llega a la corteza (4), es que se puede emitir el primer grito. Es cuando la corteza localiza el origen del dolor y "mide" el tamaño del zapato ajeno. La siguiente estación (5) es la misma médula espinal, que lleva el mensaje a las endorfinas (6) para que entren en acción. Su función es impedir la liberación de la sustancia P, disminuyéndose así la sensación dolorosa.
La intimidad del dolor
El dolor es una experiencia privada, y como tal cada cual lo asume según su religión, su posición frente a las drogas, a su modo de vida, o su propia capacidad para soportarlo. El libro del doctor Alvarez Echeverri señala algunos factores (ver recuadro) que pueden aumentar o disminuir la tolerancia al dolor y que influyen de alguna manera en su tratamiento. Tener alguna esperanza y el buen humor, pueden hacer que el dolor parezca menos intenso. Este factor, conocido como "efecto Anzio", tuvo sus orígenes durante la Segunda Guerra Mundial, cuando el investigador Henry Beecher notó que los soldados norteamericanos heridos durante la batalla de Anzio, necesitaban menos morfina que la población civil que sufría lesiones parecidas. La causa de esto, según el investigador, era que, para los civiles, sus heridas eran motivo de angustia, mientras que para los soldados significaban el regreso a su hogar.
También se sabe que si al paciente se le da seguridad y se le trata con comprensión, el dolor puede desaparecer. Una simple píldora de azúcar en vez de drogas, puede surtir efectos benéficos. Es lo que se conoce como "efecto placebo". Según investigadores de la Universidad de California "este efecto se debe en parte a la estimulación de endorfinas del organismo. Cuando se inhibe la acción de las endorfinas mediante un potente bloqueador opiáceo, es posible que los placebos no surtan ningún efecto".
El consumo de analgésicos es bueno para casos en que el dolor se produce como consecuencia de un trauma, una herida o una cirugía. Una vez desaparezca la enfermedad, debe desaparecer también o mermar el dolor, y de su tratamiento depende prevenir el desarrollo de un dolor crónico.
Sin embargo, y quizás como consecuencia de la gran cantidad de transtornos que se dan en la sociedad con temporánea, no puede negarse que el abuso de ellos puede producir efectos secundarios, como la gastritis, náuseas, vómito, hemorragias, que son consecuencia de su mal manejo. Los analgésicos, casi como una regla de oro, dice Tiberio Alvarez en su libro, "deben prescribirse en la dosis suficiente para calmar el dolor de acuerdo con el paciente; deben administrarse por reloj de acuerdo con la duración de la acción, de manera que el organismo mantenga una concentración analgésica sanguinea y cuando llegue el dolor ya exista una defensa previa".

Decir que la esperanza está cifrada en lograr un mejor estilo de vida, que traerá consigo una disminución de las preocupaciones, tiene sus bemoles. Basta pensar en sociedades como la norteamericana, que si bien han obtenido grandes logros en cuanto a la satisfacción de necesidades básicas, ha permitido que la mayoría de sus habitantes utilicen el tiempo que les sobra en pensar en su propia vida, cosa que los ha preocupado mucho más. Allí las estadísticas demuestran que los norteamericanos gastan millones de dólares al año en drogas analgésicas, calmantes y tratamientos, con el fin de alejar hasta el más mínimo dolor.
En Colombia es muy poco lo que se hace para tratar el dolor. Sin embargo, en la ciudad de Medellín existen los llamados Bancos del Dolor, formados por religiosos y pacientes que se ayudan mutuamente en la aceptación del dolor y ofrecen este medio de expiación a Dios. Esto para el creyente es una forma de aumentar el umbral o tolerancia al dolor. También se empieza a trabajar con conceptos modernos como la estimulación enzimática, la farmacología no aditiva, y se utilizan métodos electrónicos que pueden ayudar a destruir el mito de que el dolor es algo inevitable en la existencia del hombre. Para la persona que sufre una enfermedad terminal, se considera que el tratamiento más racional es aquel que tiene en cuenta sus aspectos físicos, intelectuales, emocionales, sociales, espirituales, religiosos y humanos. Conocido como tratamiento paliativo, en él no es solamente un médico el que interviene, sino que es un trabajo en equipo, en donde muchas disciplinas médicas y no médicas se encargan de buscar el bienestar del paciente. El trabajo interdisciplinario y la buena comunicación, dicen algunos expertos, pueden contribuir a desmitificar el dolor. No sentirlo para creer, podría ser la versión moderna de Santo Tomás.--

EL UMBRAL DE LA TOLERANCIA

DISMINUYE AUMENTA

Malestar Mejoría de los síntomas
Insomnio Sueño
Fatiga Descanso
Ansiedad Simpatía
Miedo Conocimiento
Angustia Compañerismo
Tristeza Diversiones
Depresión Disminución de ansiedad
Aburrimineto Elevación del humor
Introversión Analgésicos
Aislamiento mental Anxiolíticos
Abandono social Antidepresivos