LA PUÑALADA TRAPERA

La meningitis, una enfermedad traicionera difícil de detectar a tiempo.

26 de junio de 1989

Fiebre alta y dolor de cabeza, o fiebre y cuello entumido, son luces rojas cuando de la salud infantil se trata. Al presentarse pueden significar meningitis, una enfermedad sumamente peligrosa, sobre todo para los niños, pues puede llevar a lesiones cerebrales irreparables.
Lo más complicado de la meningitis es que se trata también de una enfermedad traicionera, que puede aparecer cuando menos se la espera.Una vez detectada, existen hoy en día muchos tratamientos que la pueden controlar. Pero el peligro está en que no se logre detectarla a tiempo, y esa detección es especialmente difícil en niños de muy corta edad.
La expresión meningitis describe cualquier inflamación de las meninges, que son las membranas que cubren el cerebro y la médula espinal. Si se encuentran más glóbulos blancos de lo normal en el líquido encefalorraquídeo (que se encuentra en el cerebro, la médula espinal y las meninges) lo que se demuestra es, de entrada, una meningitis. Lo que ha pasado es que el sistema inmunológico del organismo ha enviado sus fuerzas de defensa, los glóbulos blancos, a luchar contra los agentes extraños que han infestado el área y han causado la inflamación. Las fuerzas enemigas pueden estar constituidas por cualquiera de un amplia variedad de bacterias, virus y en algunos casos hasta hongos u otros agentes infecciosos. Sin embargo, el más peligroso es, de lejos, el enemigo bacterial.
Mientras crece, el organismo se hace más resistente a la meningitis. Eso significa, por consiguiente, que la mayor parte de los casos más peligrosos se presentan en bebés de menos de un mes de nacidos. En los niños más grandes, o en los adultos, la presencia de la meningitis generalmente está acompañada de fotofobia (molestia con la luz), vómito y decaimiento general, además de la fiebre, el dolor fuerte de cabeza y el cuello entumido.Sin embargo, esas señales son imposibles de averiguar en un infante de seis meses de nacido. En tales condiciones, los médicos deben recurrir a punciones lumbares para hacer un análisis del líquido encefalorraquídeo.En otras palabras, un bebé de menos de dos años que presente fiebre alta sin explicación obvia, y que resulte irritable o letárgico, es un candidato a la punción lumbar.
Pero antes de llegar a la decisión de practicar ese procedimiento, los médicos tratan de descubrir la meningitis mediante otras señales que la ciencia médica ha llegado a detectar. Tuercen el cuello del bebé en busca de la rigidez característica, estiran un poco la columna para observar la reacción que ello produzca, e investigan la presencia de algunas señales como las de Kernig y la de Brudzinski, que aparecen con cierta manipulación del cuerpo del bebé. Sin embargo, esos procedimientos con frecuencia no dan resultados satisfactorios, pues es muy difícil distinguir las reacciones de un bebé que llora encima de una mesa de examen.
Por eso los médicos más experimentados generalmente aconsejan seguir la intuición y practicar la punción sin más preámbulos. Hecha esta, se analizan las cantidades de glucosa y proteína que contiene el liquido encefalorraquídeo y, sobre todo, el número de glóbulos rojos y blancos. Unos cuantos de los rojos significan con frecuencia que el médico ha atrapado algún vaso y un poco de sangre se ha mezclado con el líquido. Pero la presencia de demasiados glóbulos blancos significa meningitis. En casi todos los casos agudos, el líquido tiene la misma apariencia de la pus, en contrarte con el normal, que es cristalino.
En ese punto es necesario determinar si el líquido contiene bacterias. Si el resultado es negativo, se asume generalmente que la causa es viral. En ese caso, se suspenden los antibióticos y se envía al niño a casa, pues generalmente el propio sistema inmunológico se encarga de derrotar al mal. Si la meningitis tiene, por el contrario, origen bacterial, el niño está en grave peligro de sufrir graves secuelas de la enfermedad. Cualquiera que sea la bacteria responsable, el niño debe permanecer hospitalizado varios días bajo tratamiento de antibióticos y un control severo para evitar complicaciones como shock, coma y edema cerebral.
En cualquier caso, el éxito del tratamiento contra la meningitis reside en la rapidez del diagnóstico. El daño cerebral y el retardo mental son más probables si: por ejemplo, el bebé ha estado en medio de una letargia severa o en coma. Pero lo impresionante es que en esta enfermedad el ojo clínico del médico, o la intuición de una madre, pueden resultar mucho más cruciales que en cualquier otra.