LA SILLA POR LA VENTANA

Si es ejecutivo y vive con dolor de espalda, lo más recomendable es estar de pie.

12 de diciembre de 1988

La culpa es del modernismo. El hombre de Cromagnón no se quejaba del dolor de espalda. Antes de que al primer antepasado se le ocurriera juntar unas cuantas piedras para formar con ellas la primera silla y sentir entonces aquella novedosísima sensación de comodidad, el modo erecto sólo se acuclillaba o agachaba por necesidad pura y física. No es extraño, por eso, que ocho de cada diez ejecutivos sufran hoy de dolor de espalda. Viven sentados la mayor parte de las 16 horas que permanecen despiertos. O peor, descuadernados sobre su silla o jorobados sobre el escritorio por largos periodos de tiempo.
El fisiólogo Phill Dunphy, que le cuida la espalda al rockero Bruce Sprintgsteen, da un consejo terminante: "Mandar las sillas al demonio. Ya lo sé, si precisamente, usted se la pasa sentado. Bueno, por lo menos haga breves interrupciones de 5 minutos cada hora y quédese de pie durante ese corto tiempo. Le garantizo que se sentirá mejor. Permanezca así mientras habla por teléfono o camine un poco en su oficina mientras piensa o trabaja".
A aquellos que conducen sus autos en posición desgonzada, los fisioterapeutas aconsejan subir un poco el espejo retrovisor. De esa manera se obligarán ellos mismos a sentarse rectos para poder ver los vehículos que vienen detrás y, en consecuencia cuidarán su espalda. Un reciente estudio de la Universidad de Columbia encontró que manejar autos americanos triplica los riesgos del dolor de espalda, frente a los riesgos que se tienen si el vehículo es sueco o japonés. La regla de oro es, de todas formas, estirar el cuerpo, no recargarse en lo más mínimo sobre la espina dorsal y hacer en lo posible algunos ejercicios. "Lo más importante es estar consciente de su posición", enfatizan los expertos y recordar que la posición normal es estar de pie, manteniendo la espalda recta y la mirada hacia adelante. Con eso en la memoria, sería conveniente revisar un menú de ejercicios buenos, regulares y pésimos para el mal de espalda.
LO MEJOR
Y se sabe, es botar las sillas. Pero los expertos recomiendan, si esto no es posible, realizar unos suaves ejercicios sobre las barras, de esos que ayudan a mantener la parte inferior de cuerpo colgando. También un trabajo de resistencia y fortaleza de la espalda, poco a poco, según indicaciones de un instructor, por lo menos 5 minutos diarios, hasta un máximo progresivo de 40. Y, sobre todo, caminar. En la postura indicada, es el ejercicio perfecto: 30 ó 40 minutos tres o cuatro veces por semana.
REGULAR
Manejar cicla funciona, si la bicicleta no es de carreras o no tiene como éstas los manubrios hacia abajo. La indicada es de turismo, con la silla un poco más elevada que lo normal. Si toca agacharse en ella, es mejor dejarla.
Remar al natural o en máquina funciona siempre y cuando se pueda sostener en posición recta. Nadar es un excelente ejercicio para la espalda, pero sólo si se está en buena forma, con capacidad para mantenerse completamente horizontal sobre el agua. Si la persona se hunde o permanece doblada en nadadito de perro, es fatal para la espalda.
Levantar pesas puede ayudar a la posición erecta cuando se está de pie, ya que fortalece otras partes del cuerpo, evitando que toda la tensión se concentre en la espalda. Un instructor que conozca las limitaciones de cada persona es recomendable, para no empeorar las cosas con ejercicios inconvenientes.
LO PEOR
Por supuesto, la silla. Pero también correr y eso que está de moda. "Podría ser provechoso si se hiciera moderadamente, pero la mayoría de las personas termina siempre aumentando su velocidad", dice el terapeuta. Eso sí, si le gusta el tenis o el squash, ni se le ocurra. Son excelentes ejercicios aeróbicos, pero es inevitable, y fatal, tener que agacharse muchas veces para recoger las bolas.
LA SILLA
Si no hay más remedio y se hace necesaria una silla, que sea como dicen, ergonómica. Un buen asiento deberá sostener la curva de la espina dorsal y la región lumbar, para evitar así la tensión de los músculos de esas áreas.
Las sillas que son muy suaves, por ejemplo, fuerzan la contracción de las nalgas y la región lumbar. Si el asiento es muy alto en relación con el escritorio, doblarse será inevitable. Si por el contrario, es muy bajo, se tensionarán demasiado los músculos superiores e inferiores de la espalda. El médico David Lehrman, especialista en el diseño de sillas ergonómicas, estima que mientras más ajustable sea la silla, mejor. Por eso es conveniente que cada persona busque una silla que se ajuste en altura y ángulo a su escritorio. Y, por favor, que sea giratoria. De esa manera se evitará flexionar la espalda para alcanzar alguna cosa.
Como último recurso, en fin, queda la ortopedia. Hay cojines especiales para toda clase de asientos. Pero es el último recurso. Antes, lo mejor es ponerse de pie y no recostarse tanto en la silla. Y, sobre todo, recordar al pariente de Cromagnón que nació, creció y murió sin tener noticias de la silla. Tampoco sobra preguntar a los militares, para quienes descansar no necesariamente significa sentarse.