¿Le arden las orejas?

El problema no está en sus criticos, sino en los aretes que usa

27 de noviembre de 1989

Dicen que "la moda no incomoda"; sin embargo, tratándose de accesorios eso no es del todo cierto. Seis de cada diez mujeres que usan aretes de fantasía sufren afecciones de la piel. Por esta razón, los especialistas han hecho un llamado a los fabricantes para que, además de la estética, tengan en cuenta la salud.
El negocio de la bisutería es hoy un renglón millonario. Con los altos precios del oro, el ancestral deseo de ornamentación de las mujeres ha dado paso al auge de las joyas de fantasía cuyos diseños, como la altura de las faldas, cambian en cada temporada.
Los entendidos señalan que cerca del 90% de las mujeres incluyen como parte del ritual diario de belleza las antiguas "orejeras". Esta costumbre ha sido seguida en los últimos años por algunos hombres, aunque con un solo arete, como es el caso de Maradona, Laurent Fignon y otros cuantos lanzados personajes criollos.
A medida que aumentan los usuarios de aretes, zarcillos y candongas, crece el número de pacientes que presentan dermatosis, prurito y eczemas. La culpa no es otra que el níquel empleado en la fabricación de las joyas de fantasía. "Es una consulta muy frecuente, más de lo que se piensa", dice la dermatóloga Marta Patarroyo de Rojas. "Se conoce con el nombre de eczema por contacto alérgico y se produce una vez que el paciente se ha expuesto previamente al contacto directo con el niquel y se ha sensibilizado. En la primera oportunidad, es posible que la reacción no pase de una molestia -enrojecimiento y calor en la zona afectada-, pero si la persona vuelve a tener contacto con el objeto, la reacción puede ser más severa. Si persiste, el metal puede reactivar antiguas lesiones y diseminarse. Es importante saber que el eczema por contacto alérgico es algo más que una irritación cutánea, ya que se trata de un elaborado proceso inmunológico desencadenado por la presencia de iones de níquel en la piel".
Una reciente investigación realizada en Italia ha originado un fuerte "tirón de orejas" a los fabricantes. El análisis de diez diferentes tipos de ganchos o cierres utilizados en este tipo de accesorios determinó que, utili zados un promedio de 10 horas diarias, a temperatura media, sólo uno de ellos resultaba de bajo riesgo. En seis de ellos el riesgo fue considerado "altísimo", pues revelaron una liberación diaria promedio de 92.9 microgramos de níquel; otros tres, con 54 microgramos, fueron clasificados como "medianamente peligrosos" .
"La reacción alérgica al níquel varía en cada persona. Hay quienes pueden soportar ciertas dosis diarias de ese metal sin presentar molestias; sin embargo, superada la cantidad tolerada, los iones producen los primeros daños en los estratos superficiales de la piel y penetran más profundamente causando daños mayores. Así, de una leve manifestación alérgica localizada, que produce rasquina, ardor y eritema (inflamación superficial de la piel), se puede pasar a eczemas más difusos y a dermatosis o dermatitis en todo el cuerpo", señala la especialista.
El efecto perjudicial del contacto con el níquel no es algo nuevo. En el siglo pasado, los primeros mineros dedicados a la extracción de este metal sufrían afecciones cutáneas y por ello le dieron este nombre, que en el lenguaje escandinavo significa "el geniecito maligno". El níquel es un metal muy dúctil y maleable, que admite un hermoso pulimento y se mezcla con la mayor parte de los metales. Estas características han llevado a que se utilice especialmente en la fabricación de aretes. El objeto de fantasía -hecho en metales como zinc, estaño o cobre- se termina con una capa de níquel sobre la cual se aplica un baño de oro-cobalto. Su calidad y, en consecuencia, su peligrosidad dependen del espesor de la capa de este metal que está en contacto con la piel y que la protege de la capa de níquel.
Según los investigadores italianos el 70% de los productos de fantasía que se venden en el mercado son de baja calidad pero, a pesar del tirón de orejas, los industriales de la bisutería no parecen muy dispuestos a enmendar su error y fabricar objetos de fantasía menos nocivos. Al fin y al cabo, como la vanidad femenina es tan alta como los precios del oro, las mujeres no van a dejar de usar aretes aunque les ardan las orejas.