PARA SACAR LA PIEDRA

El "litotriptor", capaz de remover sin cirugía los cálculos renales, se ensaya para los biliares.

29 de febrero de 1988

Muchos inventos han sido el resultado de la casualidad. Por buscar una cosa, los científicos encuentran otra y ¡Eureka! Ese fue el origen de la máquina que pulveriza los cálculos renales sin necesidad de operación: unos ingenieros aeroespaciales alemanes estaban desarrollando un nuevo diseño supersónico y descubrieron que las ondas de choque producidas por las alas de su proyecto eran capaces de desintegrar objetos sólidos. Hilando una cosa y otra, desarrollaron el litotriptor
que es capaz de acabar con los cálculos renales sin mayor problema. De esa forma, un aparato tan útil pero tan pesado es hijo natural de un grácil avión a chorro.
Desde 1980 más de 300 hospitales alrededor del mundo han usado el aparato para tratar los cálculos de los riñones en más de 500 mil pacientes, con lo que el litotriptor se ha convertido en uno de los inventos médicos más importantes. Pero en los últimos meses, tanto en Canadá como en los Estados Unidos, se han comenzado a usar los modelos más avanzados para remover los cálculos que se presentan en la vesícula biliar.
Con esos antecedentes, en breve se iniciará una serie de experimentos aprobados por la autoridad sanitaria de los Estados Unidos, la Food and Drug Administration, con el objetivo concreto de determinar la seguridad y eficacia de la terapia contra los cálculos biliares y determinar cuáles de los enfermos pueden recibirla en reemplazo de la cirugía y del tratamiento con solventes.
Los cálculos pueden inflamar la vésícula biliar, una bolsa situada debajo del higado. La vesícula almacena la bilis hasta pasarla al intestino para ayudar en la digestión. Una vesícula inflamada puede causar ataques potencialmente fatales, que se caracterizan por náuseas, vómitos, dolor en el abdomen y fiebre.
Los cálculos también pueden alojarse en un ducto y represar el flujo de la bilis, con lo que se produce ictericia. La remoción hecha con el litotriptor -el nombre viene de las palabras griegas que significan romper piedras- resulta de la ignición de unos electrodos parecidos a bujías de automóvil que producen ondas de choque capaces de pulverizar una pequeña cantidad de agua. Las ondas de choque pasan a través de los tejidos blandos del organismo hasta que encuentran el cálculo y lo rompen en pedazos capaces de salir del organismo por sus conductos naturales.
En el tratamiento se administran más de 1.500 choques durante una hora aproximadamente. Se usa un electrocardiógrafo para regular el ritmo y evitar que se afecten los latidos del corazón. Tanto los médicos como los pacientes usan tapones en los oidos, pues el ruido del proceso se semeja al disparo de un fusil.
Los primeros aparatos requerían la inmersión del paciente en un tanque de agua y el uso de anestesia en la parte baja de la columna vertebral. Los modelos más avanzados, que son los autorizados para los cálculos biliares, no requieren el tanque, sustituido con un cojín de agua que se coloca contra el abdomen, y no requieren anestesia ya que la potencia se ha reducido.
Expertos como el doctor Joseph Ferrucci Jr., del Hospital general de Massachusett, uno de los participantes en el estudio, afirmó en una entrevista con el New York Times que "es posible que hasta un 20% de los pacientes con cálculos biliares puedan beneficiarse del nuevo tratamiento sin cirugía".
Los investigadores han restringido severamente los pacientes eligibles para las pruebas: solamente pueden participar quienes tengan menos de 3 cálculos, que a su vez deben tener menos de 3 centimetros de diámetro. Aún así, se espera que algunos desarrollen complicaciones como inflamación de la vesícula, obstrucción e infección de los ductos biliares o inflamación del páncreas. Pero ese es precisamente el objeto de las pruebas: determinar en quiénes y con qué frecuencia pueden aparecer esas complicaciones.
En cualquier caso, se trata de un avance del que están aún lejos los colombianos, pues en el país todavía no ha sido posible importar uno solo de los aparatos, que tienen un valor entre 1 y 2 millones de dólares, aunque algunas instituciones como la Clínica de Marly y la Fundación Santa Fe en Bogotá acarician el proyecto a mediano plazo. Para ese entonces, seguramente estará definido si son seguros y eficaces también para el tratamiento de los cálculos biliares.