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Ultimas investigaciones desmitifican la dislexia

23 de febrero de 1987

Mi hijo se pone los zapatos al revés, ¿será disléxico? Mi niña tiene problemas de rendimiento escolar, ¿tendrá dislexia? Estos interrogantes son planteados a diario por padres colombianos a sicólogos infantiles y a terapistas ocupacionales.
Para los filósofos, la dislexia es un término equívoco, confuso. Y no menos lo es para los pediatras y demás especialistas en niños. Sin embargo, estos ya lo han definido como un trastorno específico de la lecto-escritura: invertir, sustituir y omitir letras y sílabas es lo corriente. Las letras que se confunden son la d y b y la p y q, pero confundirlas es usual hasta los 6 ó 7 años. Sólo a partir de esa edad se puede hablar de que una persona es disléxica. Según la Organización Mundial de la Salud, una característica fundamental de la dislexia es la que tiene que ver con la maduración cerebral.
Investigaciones recientes realizadas por el Departamento de Neurología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard, al comparar los cerebros de las personas disléxicas con los de las que no lo son, determinan que las primeras tienen una organización anormal de las funciones cerebrales. El lado derecho del cerebro normal asume como suyas, o al menos predomina sobre actividades como la música, el arte y las matemáticas, mientras que la parte izquierda controla las actividades verbales, tales como la lectura y la escritura. Aun cuando la separación de funciones no es absoluta, en la mayoría de las personas las áreas del lenguaje están más desarrolladas en el hemisferio izquierdo.
En las personas disléxicas este complicado balance se halla desequilibrado. Por una anormal distribución de células, el hemisferio derecho trata de rivalizar con el izquierdo por el control del lenguaje, en una especie de guerra de nervios que distorsiona el proceso de la lectura. El niño disléxico tiene dificultad en la percepción y en la motricidad, torpeza para manejar el espacio y para manejar los conceptos de izquierda y derecha.
Para el siquiatra Luis Carlos Restrepo, uno de los problemas actuales más grandes para la siquiatría infantil es la conceptualización de la dislexia, porque una cosa es descubrir ciertas anormalidades cuantificables físicamente, y otra establecer en forma clara el vínculo entre ellas y los problemas de aprendizaje que implican. Aunque el cerebro del hombre va madurando, como el resto del cuerpo, en la medida en que el niño va creciendo, muchos especialistas señalan que la causa del desarreglo celular podría estar en alguna sutil afección del cerebro fetal a consecuencia de tensiones sufridas por la madre, alguna falla menor de circulación o un virus. Otras hablan de la variación prenatal en el nivel de testosterona, la hormona masculina que tiene que ver con la formación del cerebro. Esta causa explicaría el porqué hay más niños disléxicos que niñas.
MAL APRENDIZAJE NO ES DISLEXIA
A este respecto, el doctor Luis Carlos Restrepo señala que en su paso por el Hospital de Servitá, que atiende consulta de sectores populares, los mayores problemas que presentaban los niños eran relacionados con trastornos en el aprendizaje, pero que nada tenían que ver con la dislexia. En estos trastornos influye la pésima nutrición, la carencia de hábitos de estudio, la falta de lugares adecuados para aprender y sobre todo problemas de metodología. De acuerdo con la Jefatura de Salud Mental de Bogotá, del total de la consulta del año pasado entre un 50% a 60% correspondió a niños con problemas de aprendizaje y sólo un 5% a niños con dislexia.
A pesar de que este porcentaje es tan bajo, son muchos los centros en el país que han surgido anunciando tratamientos para corregir problemas escolares de lecto escritura y de dislexia.
Sin embargo, según algunos padres consultados por SEMANA, estos centros enfatizan el tratamiento en sentar al niño en una mesa para que recorte, pegue, pinte y pique las letras que confunde, así como en repetir estas letras por espacio de media hora.
De acuerdo con expertos, este manejo mecaniza al niño y no desarrolla la habilidad espacial, lo que más adelante se traducirá en un adulto sin buena memoria, incapaz de resumir, redactar o comprender lo que lee. La terapista ocupacional Janeth Rubio, dijo a SEMANA que después de una valoración del niño con problemas y en muchos casos del resultado de un electroencefalograma o de exámenes neurológicos, lo primero que ella hace con sus pacientes es estimular el manejo del cuerpo en el espacio a través de movimientos en hamacas, columpios, vueltas, saltos y carreras, para luego traspasar este desarrollo a las habilidades gráficas en el cuaderno (manejo del renglón y las letras) para la lectura y la escritura.
EL CEREBRO NO ESTA DISEñADO PARA LEER
A pesar de que el panorama parece alentador, es todavía muy largo el camino que se tiene que recorrer en el estudio de las funciones cerebrales en general, y de desórdenes como la dislexia en particular. A la hora de la verdad, los investigadores deben apoyarse en hipótesis peligrosamente parecidas a los palos del ciego. Parte de la dificultad está en la extrema complejidad del cerebro, y otra, en que la lectura es una función "culturalmente impuesta".
"El cerebro no está biológicamente programado para aprender a leer", dice Diane McGuinness, autora de un libro sobre desórdenes del aprendizaje. "Para aprender a leer, varias operaciones sensomotoras deben ser coordinadas en el cerebro. Esas funciones son las que le son propias, no la lectura en sí misma".
Los investigadores comparan el aprendizaje de la lectura con el de habilidades como la de patinar sobre ruedas. El hombre no está previsto para andar en esa forma, y si quiere hacerlo, debe pasar por un proceso riesgoso para otras partes de su anatomía.
Por ahora, el entrenamiento especial se basa en el uso intensivo de ayudas visuales y táctiles. Esta aproximación multisensorial compensa las dificultades de los disléxicos con el sistema fonético que se usa normalmente.
Pero si usted se descubre disléxico, o si alguno de sus hijos lo es, no se preocupe. La dislexia no tiene nada que ver con la inteligencia. No le impidió a Thomas Edison inventar la bombilla eléctrica, ni a Albert Einstein formular su archiconocida Teoría de la relatividad. Pero tal vez no sea recomendable que se meta de político.