¡Qué buena papa!

Una segunda revisión de la dieta saca del basurero a las comidas rápidas.

12 de marzo de 1990

En los últimos años, por eso de la filosofía de la vida sana, los aeróbicos y las dietas, la comida se ha ido convirtiendo paulatinamente, quién lo creyera, en un enemigo del hombre. De repente, desde las carnes rojas pasando por las harinas y los dulces, hasta las grasas, son evitadas por todos aquellos superconscientes de la salud. Y lo que es peor, se sienten culpables cuando incluyen alguno de estos productos en su dieta.
Y esto para no hablar del alcohol, que pasó al puesto de atrás para cederle su lugar a la soda y al agua pura. Como dice una de esas víctimas de la vida sana, "ahora lo único que compro son productos dietéticos y comida para conejos".
Pero a medida que esas costumbres se analizan y revisan, se llega a una conclusión: bueno es culantro, pero no tanto. Poco a poco se ha venido a descubrir que el costo emocional de ese permanente abstencionismo alimenticio es demasiado grande e inclusive puede ser nocivo para la salud. Nada más perjudicial, por ejemplo, que el famoso efecto yo-yo que experimentan las personas que se pasan la vida subiendo y bajando de peso. Porque una vez logrados los efectos de una estricta dieta se lanzan irremediablemente sobre la manzana prohibida.
Nutricionistas especializados en desórdenes alimenticios consideran que comer es uno de los grandes placeres de la vida, y las personas no deben renunciar a la aventura de probar y deleitarse. En otras palabras, afirman que es perfectamente válido echarse de vez en cuando unas canitas al aire.
Y estas incluyen la llamada junk food (comida basura). Con frecuencia, este tipo de comida, absolutamente despreciado por los defensores de la comida sana, tiene elementos que lo redimen. En una dieta regulada y balanceada no está de más, de vez en cuando, satisfacer esos ataques de hambre con los alimentos prohibidos.
- Hamburguesas. En cada mordisco de hamburguesa hay probablemente trazas de cada uno de los elementos que se necesitan. Y una cantidad importante de proteínas.
- Helado. Aporta vitaminas A y D y parece no interferir con el proceso que sigue el azúcar en la sangre, como sí lo hay en las galletas o el ponqué. Si se come con moderación, el helado -en latitudes bajas- previene las quemaduras de la piel por el sol y facilita el bronceado.
- Papas fritas. Tienen potasio, sodio, fósforo, niacina y vitamina C. Se sugiere como una alternativa útil frente al pan para calmar el hambre.
- Cerveza. Contiene cromo, un importante mineral para el apropiado metabolismo de las comidas y ayuda a balancear los niveles de energía.
- Pizza. Es probablemente lo mejor en términos de comida "basura". El queso contiene proteínas y la masa provee algo de fibra, especialmente si es hecha de trigo entero.
Catalogadas desde hace años como productoras de colesterol y culpables de todos los males y el aumento de peso, las comidas rápidas empiezan a ser estudiadas detenidamente por los nutricionistas. No en vano, ellas constituyen uno de los más recursivos y provocativos ingredientes en la alimentación actual. Y en esa nueva revisión, empieza a hacer su aparición el lado bueno de los alimentos prohibidos, revaluando la vieja idea de que todo lo que es rico, engorda o hace daño.