!QUE DOLOR, QUE DOLOR. QUE PENA!

Recientes investigaciones revelan que, por temores infundados, los médicos dejan que sus pacientes sufran dolor innecesariamente

22 de febrero de 1988

A pesar de viejos estudios que han demostrado que los médicos subvaloran el factor dolor en los pacientes de los hospitales, nuevas investigaciones indican que esta tendencia persiste, lo cual ocasiona sufrimientos innecesarios en millones de pacientes.
Los médicos se preocupan por los peligros de adicción de algunas drogas contra el dolor. Sin embargo, expertos en el tema dicen que estos peligros son un mito, y que el mito se mantiene, al menos en parte, por falta de educación sobre el tratamiento del dolor en muchas facultades de medicina. La sub-valoración o la escasa atención que los médicos le ponen al dolor en los hospitales es "absolutamente medieval", afirma uno de los más importantes estudiosos del tema, el doctor Russell Portnoy.
La renuencia de los médicos a prescribir dosis adecuadas de analgésicos es, en gran parte, la consecuencia de estudios adelantados en las décadas de los 40 y los 50, según los cuales muchas personas se habían convertido en adictas a la morfina y otras drogas que les habían sido suministradas durante tratamientos médicos. Investigaciones más recientes, sin embargo, han demostrado que el peligro de tal adicción es mínimo si se siguen al pie de la letra las instrucciones de uso de esos analgésicos, y que los riesgos han sido exagerados.

Los opíaceos
Las drogas sobre las cuales se tienen más temores son los opiáceos, analgésicos narcóticos como la morfina la heroína, la metadona o la codeina que se derivan o son versiones sintéticas del opio.
A pesar de los nuevos descubrimientos, el problema del "subtratamiento" del dolor persiste, porque los médicos comparten las extendidas actitudes sociales en el sentido de que este tipo de drogas es inaceptable. Muchos médicos temen posibles sanciones si prescriben drogas en forma más amplia. Por otra parte, las escuelas de medicina virtualmente no dedican tiempo al tratamiento del dolor.
Una investigación reciente revela que 203 de 353 pacientes hospitalizados dijeron haber experimentado dolores insoportables en algún punto de su tratamiento. En el momento en que fueron intervenidos, 53% de los pacientes sufría dolor y 8% manifestó que era "horrible". Además, se comprobó que menos del 50% fue interrogado por las enfermeras sobre si tenía o no dolores. Es más, las enfermeras son especialmente reacias a dar analgésicos a los enfermos. En promedio, según revela el estudio, la dosis de analgésicos prescritos a los pacientes era una cuarta parte de la cantidad permitida por el médico. Por otra parte, se descubrió que muchos pacientes con dolores moderados o severos podían dormir durante la noche, contrariamente a lo que los médicos pensaban en el sentido de que un paciente que puede dormir no sufre de fuertes dolores.
El estudio, adelantado en Chicago, se hizo con el propósito de verificar si había habido algún progreso en la materia, desde que una investigación realizada en 1973, demostró que 34 partes de los pacientes estudiados dijeron experimentar dolores moderados o severos, mientras sus historias clínicas mostraban que estaban recibiendo dosis significativamente inferiores a las que necesitaban.
Como si fuera poco, una parte del estudio reveló que entre el personal médico y paramédico había considerable desinformación o información equivocada sobre los analgésicos. No sólo los médicos subestimaban las dosis efectivas, sino que sobreestimaban tanto la duración de los efectos de las drogas, como los peligros de la adicción. El estudio demuestra, además,
que a pesar de anteriores investigaciones en el mismo sentido (no hay que temer tanto a la prescripción de calmantes), los médicos aún continúan recetando dosis de analgésicos inferiores a las necesarias y las enfermeras siguen suministrando aún menos que las prescritas. Es decir, no ha habido progreso alguno en el manejo del dolor en los últimos años.
Este problema, dicen los expertos, es particularmente serio entre los niños. Algunos médicos creen erróneamente que los niños no sienten dolor, que son más sensibles a los efectos colaterales de las drogas y que necesitan aún menos dosis de calmantes que los adultos. Como resultado, los niños en los hospitales tienen más probabilidades que los adultos de sufrir dolores innecesariamente.
El temor que sienten los médicos de crear adicción es injustificado. Un estudio adelantando en 1980 entre 11.882 pacientes tratados con analgésicos, demostró que sólo cuatro de esos pacientes se volvieron adictos como resultado de su tratamiento. "Así como la mayoría de quienes toman trago no se vuelven alcohólicos, aquellos que son tratados con opiáceos para calmar el dolor no se convierten en adictos" afirma el doctor Portnoy. Así, pues, los estudios más recientes parecen confirmar que la adicción entre los pacientes de los hospitales es un mito.
A la mayoría de los enfermos se les prescribe una dosis específica de analgésico, para ser administrada en intervalos específicos, cada 3 ó 4 horas si el paciente lo reclama. Pero aún si el dolor se vuelve insoportable en ese intervalo, los pacientes deben esperar hasta que se cumpla el tiempo para recibir más calmante. Frente a esta evidencia, los expertos sostienen que ese sistema significa un ineficiente uso de los calmantes, ya que la dosis requerida para eliminar el dolor en cada intervalo, es mayor que la que se necesitaría para evitar que el dolor reapareciera, si la droga fuera administrada más regularmente y en la cantidad adecuada.
Los investigadores sugieren que sería conveniente que a los pacientes se es preguntara en los intervalos si necesitan calmantes y que si la respuesta es afirmativa, se les interrogara sobre la necesidad de recibir una dosis mayor o menor. Este sistema, aparte de darle a los pacientes mayor control directo sobre su dolor, lo cual constituye un elemento psicológico importante, permitiría suministrar dosis que se adecúen a las fluctuaciones del dolor.
Los expertos diferencian 3 clases de dolor: el causado por el cáncer, el agudo experimentado por pacientes hospitalizados, especialmente después de una cirugía, y el dolor crónico, como el de la artritis, o los dolores intratables de cabeza o de espalda.
El dolor producido por el cáncer según las investigaciones, es tan mal tratado como el de los pacientes que se recuperan de una cirugía, aún en casos terminales de la enfermedad, lo cual hace absolutamente irrelevante el problema de la posible adicción.
Los pacientes que experimentan dolores crónicos con frecuencia enfrentan dificultades distintas a la de recibir dosis insuficientes de calmantes. Según el doctor John Leibeskind presidente de la Fundación Internacional del dolor, "el dolor crónico se maneja mal, porque los médicos quieren buscar una causa física, y el dolor es mucho más psicológico que físico". Cuando los médicos no encuentran una causa física clara --y con frecuencia no la hay en el caso del dolor crónico-- descalifican al paciente como "flojo" y algunas veces le dicen que su dolor no es real. Es la forma común como los médicos hacen frente a su frustración e impotencia para tratar dolores elusivos.
Los expertos en el tema afirman que hay una primera respuesta a la ineficiencia generalizada en el tratamiento del dolor: educación. Es necesario dedicar más horas de estudio al problema en las facultades de medicina, ya que en la actualidad el dolor no es un tema que se estudie en sí mismo, desde el punto de vista médico.
El dolor no mata, dicen los médicos. Es verdad. Pero también es cierto que no es necesario sufrirlo, existiendo como existe, la forma de calmarlo.--