RODILLA NUEVA, CORAZON CONTENTO

En la era de los trasplantes, por primera vez se realiza uno de rodilla.

28 de diciembre de 1987


En una época en la que se habla con toda naturalidad del reemplazo de órganos tan vitales como el hígado, los riñones, y el corazón, el anuncio del trasplante de una rodilla suena más a artesanía quirúrgica que a un avance revolucionario.

La semana pasada, sin embargo, se anunció la culminación de un tratamiento ortopédico-quirúrgico que anteriormente había resultado un fracaso: el trasplante de una rodilla. La compleja operación fue realizada por un equipo de especialistas de la Universidad de Pensilvania, para salvar la pierna de una mujer de 32 años --Susan Lazarchick-- quien había desarrollado un tumor, potencialmente maligno, en su rodilla derecha. Sin esta cirugía, habría perdido la pierna, porque el tumor, aferrado a nervios y arterias, crecía rápidamente (en el momento de la operación ya era del tamaño de una toronja) y amenazaba con destruir todo el tejido óseo.

El doctor Richard Schmit, vocero del equipo de cirujanos que realizó la operación el 30 de septiembre pasado, dijo que el procedimiento abre la posibilidad de salvar las piernas de centenares de pacientes cada año. Por otra parte, por tratarse de la articulación más grande y complicada del cuerpo humano, el nuevo avance científico permitirá, además, desarrollar el reemplazo de otras coyunturas en el cuerpo humano.

La paciente, aunque todavía no está en capacidad de usar su pierna en forma normal, tiene buenas perspectivas de recuperar una movilidad casi total de la pierna, hasta el punto de que podrá incluso nadar y montar en bicicleta. Un muchacho de 18 años muerto una semana antes en un accidente de motocicleta fue el donante que permitió, gracias a que los huesos y ligamentos de la rodilla quedaron intactos, que la señora Lazarchick no se hubiera visto sometida a los tratamientos usuales hasta ahora, o al procedimiento más obvio, la amputación.

La intervención duró 7 horas. La parte más delicada era la extirpación del tumor, pues se corría el riesgo de dañar los nervios y arterias principales de la pierna. Posteriormente, la articulación fue retirada y reemplazada por la rodilla del donante, incluidos los huesos adjuntos, tendones ligamentos. Mientras duró todo este delicado proceso, la pierna de la paciente permaneció sin ningún tipo de soporte óseo, quedando reducida sólo músculos y otros tejidos suaves como nervios y arterias. Luego de que la articulación fue instalada, el cirujano tuvo que conectar una docena de ligamentos y tendones, cada hueso con cada hueso y, finalmente, unir lo huesos a los músculos. Una varilla metálica fue insertada en el fémur para unirla al trasplante, y una placa metálica fue adherida a la tibia, el mayor de los huesos inferiores de la pierna, para asegurarla a la parte baja de la estructura ósea trasplantada. La porción ósea reemplazada fue de 6.5 centímetros de largo. Incluía parte del fémur, los 2.5 centímetros superiores de la tibia y la cabeza del peroné, el otro hueso de la parte inferior de la pierna. Además, el trasplante incluyó cambio de rótula, cartílagos internos de la coyuntura y media docena de ligamentos mayores, que sostienen unidos a los huesos de la articulación.

Contrario a los demás trasplantes que se realizan en el cuerpo humano, en este no fue necesario la compatibilidad del tejido óseo o del tipo de sangre de la paciente y el donante. Lo que sí fue determinante fue el tamaño de la rodilla, el cual tenía que ser prácticamente indéntico. Las medidas, en esta oportunidad, sólo tenían dos milímetros de diferencia. El procedimiento de conservación de la rodilla del donante permitió, inclusive, que el líquido sinovial, encargado de lubricar y acolchonar la rodilla, no se perdiera. Paulatinamente, el cuerpo de la paciente sustituirá buena parte de este fluido. Sin embargo, la nueva rodilla será poco parecida a la que existía antes de la enfermedad y de la operación.

El traumatólogo Gustavo Malagón, consultado por SEMANA sobre el novedoso procedimiento quirúrgico, comentó que, técnicamente, el trasplante de los huesos de la rodilla es relativamente sencillo, pero que el problema está en la supervivencia de los tejidos blandos tales como cartílagos, tendones y nervios. "Sin pecar de pesimista, un plazo de apenas dos meses a partir de la operación es demasiado corto para hablar de su éxito total. Sin embargo, creo que si el procedimiento resulta efectivamente exitoso, no será demasiado difícil ponerlo en práctica en Colombia a mediano plazo".

Por ahora, quitado el yeso que cubría gran parte de la pierna de la señora Lazarchick, y comprobado el éxito de la operación (es muy poco probable que suceda un rechazo inmunológico), la preocupación mayor de los galenos del Hospital de la Universidad de Pensilvania es que, debido a que inevitablemente algunos nervios se perdieron, las señales de dolor que indican que la rodilla sufre de alguna dolencia, no se presentarán. Por esta razón, el ejercicio y demás actividades de la pierna tendrán que ser vigilidas. Parte de la satisfactoria recuperación de la paciente depende de que su propio tejido óseo cubra las uniones entre éste y el del donante.

Aunque todavía no se conocen resultados definitivos, lo cierto es que la técnica inaugurada abre nuevas perspectivas en materia de trasplantes. -