CARNE DE TU CARNE

¿Hay o no hay sociedades caníbales? Para dar una respuesta, antropólogos de todas las tendencias se muestran los dientes.

7 de septiembre de 1987

Por los siglos de los siglos la existencia del canibalismo se ha aceptado sin la menor discusión. Quizás fue desde el surgimiento del mito griego de Cronos, que se devoraba a sus hijos, cuando se comenzó a hablar del tema y a partir de entonces las historias de caníbales, adobadas con toda suerte de fantasías gastronómicas y alimentadas con todo tipo de explicaciones rituales, abundan en todas partes.
Pero ahora, tantos siglos y tantas historias después, la práctica del canibalismo recibe las primeras sombras de duda. Que no ha existido, que no existe, que todo es mera invención, es lo que está diciendo el profesor William Arens, de la Universidad de Nueva York, en multitud de conferencias polémicas y en un libro que se llama "El mito del hombre comido" que está levantando ampollas en los expertos y causa furor entre el público.
Arens llegó a la conclusión de que el canibalismo es puro cuento, después de viajar y de leer mucho. Viajó por ejemplo, a las profundidades del Africa y allí comprobó que la guerra de la información tuvo esas selvas como escenarios: los europeos acusaron a los africanos de comer carne humana y fue por esa razón que emprendieron las guerras contra ellos para civilizarlos. Eso argumentaron y eso hicieron. Los africanos, mientras tanto, también consideraban caníbales a los europeos, con una leyenda agregada: que tenían que chupar sangre humana para poder subsistir en ese medio hostil. Los conquistadores españoles expusieron en América un pretexto igual al de los europeos en el Africa: que debían "civilizar" a las tribus indígenas, porque éstas eran antropófagas. Con el tiempo este argumento ha ido perdiendo fuerza y ahora son pocos los que dudan que fue usado por los colonizadores solamente para justificar la fiereza con que irrumpieron en estas tierras.
En su libro y en sus conferencias Arens recurre a las historias que han sido contadas por antropólogos en todas las épocas y desde diferentes partes del mundo. Las cita -e incluso las muestra en sus fascímiles- sólo para destruirlas bajo una pregunta simple y definitiva: "¿Dónde están las pruebas?". Es en eso, en la inexistencia de pruebas, en que no hay nadie que pueda decir "yo he visto con estos ojos a tal tribu devorando cadáveres", en lo que basa Arens su teoría de que el canibalismo, más que otra cosa, es puro cuento.
En efecto, son pocas las teorías sustentadas con pruebas que pueden hoy mostrarse. "No creo que exista ningún antropólogo que haya encontrado evidencia contundente de sociedades caníbales", dice Arens. "Y si no hay evidencia, no podemos decir que esas sociedades existieron. Si estoy en lo cierto, los antropólogos están comprometidos no con mitificaciones, sino con la creación de mitos. Están volviendo a contar aquello que siempre ha sido asumido como verdadero".
Los ataques de Arens a los antropólogos "ingenuos", según él, han levantado una especie de canibalismo polémico. A las dentelladas, los que son de la escuela del sí a la práctica de la antropofagia, han salido en defensa de sus teorías, atacando la hipótesis de Arens. "Hay miles de testimonios de prácticas canibales a lo largo de la historia, que obligatoriamente tienen que tener algo de cierto" expresó Robert L. Carneiro, director del Museo Americano de Historia Natural, uno de los más encarnizados atacantes de las especulaciones de Arens.
Más sereno que Carneiro, es el antropólogo John Porter, de la Universidad de California, uno de los expertos que han terciado en esta discusión. "Yo fui testigo de un ritual canibal en Nueva Guinea, pero en esto los testimonios son lo menos importante. Lo que interesa es el hecho de que la idea del canibalismo sea un fenómeno casi universal", dijo Porter quien, además, consideró que las dudas sembradas por Arens son de inmensa importancia porque concedió la posibilidad de que "se haya aceptado el canibalismo demasiado rápido y sin la comprobación adecuada".
En su radicalidad, Arens llega al punto, incluso, de negar la existencia de una enfermedad que tiene fama y víctimas. Para él el kuru, una infección cerebral en Nueva Guinea, producto de prácticas canibales, es también una invención, sin respaldo en documentos o en testimonios, pura carreta que "no tiene fundamento".
Los enemigos de Arens, con miles de estudios y centenares de historias para contar, descartan la seriedad dela hipótesis escandalosa del profesor de la Universidad de Nueva York, diciendo que las pruebas que pide son imposibles de aportar. "Con esa incredulidad habría que pensar que ni los gorilas ni los dinosaurios existieron, porque nadie puede decir que los vio", han dicho casi en coro.

UNA PRUEBA ANTIGUA
Para demostrar que hombre sí ha comido hombre y dejar por el piso las también suposiciones de Arens, muchos antropólogos en el mundo han expuesto sus teorías, mostrado sus huesos, evaluado sus hallazgos y escrito sus artículos en las revistas especializadas. Un grupo de la Universidad de Colorado, dirigido por Paola Villa, por ejemplo, aportó evidencias de canibalismo en el sureste de Francia en la Edad de Piedra, es decir hace más de seis mil años. Encontraron en la cueva de Fontbrégoua los restos óseos de seis personas que llevaban marcas muy claras de cortes. Los cadáveres habían sido despojados de la carne en la misma forma en que lo hacen los animales. Pero esos seres ya eran humanos. Ya eran homo sapiens.
Pat Shipman, uno de los expertos que tuvo acceso a los huesos hallados en aquella región francesa, pensó, en principio, que se trataba de "un entierro secundario asociado a una vida después de la muerte. Los muertos supuestamente seguían un proceso en tres etapas: el primero cuando deja de respirar, el segundo cuando la carne deja de cubrir los huesos y, el tercero, cuando se dispone el entierro de los huesos de tal manera que se garantice el descanso que va a tener el alma. A eso último, por ser algo de varios cadáveres, se les llama entierro secundario y en un comienzo creimos que así era el del hallazgo. Pero después de numerosos análisis llegamos a la conclusión de que no se trata de un entierro secundario, sino de canibalismo gastronómico".

UN HOMBRE EN MI MESA
Y es que esa -la gastronómica- es una de las modalidades en que está dividido el canibalismo por parte de quienes aceptan su existencia. Dentro de esta rama caben, por ejemplo, no tanto tribus indígenas, distintas a aquellas de las tiras cómicas que bailaban alrededor de la olla con un expedicionario adentro (ver recuadro) y que pertenecen más al humor caníbal que a la realidad. Pertenecen a esa rama, se dice, leyendas tan modernas como la de Idi Amín Dadá, el dictador de Uganda que tenia cara de antropófago y fama de consumir varios niños a la semana. También de esa corriente forma parte el ex emperador centroafricano Bokassa, acusado por la leyenda de ser un goloso devorador de tiernos muslos humanos. Y también a ese grupo pertenece un japonés con cualquier nombre que hace unos cinco años fue descubierto en un apartamento de París con una holandesa. El hecho (un japonés con una holandesa en un apartamento en París) no hubiera pasado a nada a no ser porque la holandesa estaba metida en la nevera, picada por presas. El hallazgo macabro sirvió para muchos comentarios estupefactos, para muchos chistes sin piedad y para que, por ejemplo, el periodista gastronómico español Xavier Domingo aprovechara la oportunidad del tema de moda y publicara un libro en donde daba especulativas recetas de lonjas de cachetes en salsa champiñones o entrepierna a la parrilla. No era la primera ni la última vez que Domingo llegaba al tema del canibalismo. En otras ocasiones ha sostenido que la cantidad de presas que tiene el hombre (más que un novillo y tantas como un cerdo) lo hacen una especie apetecible.
Para los expertos, sin embargo, el canibalismo gastronómico (o dietético, como lo llaman algunos sofisticados) es fantasía. Con excepción de los sobrevivientes de los Andes, aquellos jugadores de rugby que cayeron en un avión en las fronteras heladas de Argentina y Chile y que después de la odisea confesaron haber recurrido a la antropofagia para subsistir, no existe ninguna evidencia de canibalismo ni para sobrevivir ni para disfrutar del sabor humano.
Quienes no están de acuerdo con Arens y su teoría de "no caníbales", esta práctica es meramente ritual. "Es algo que nada tiene que ver con la alimentación", han dicho para replicar al profesor de la Universidad de Nueva York. "Hay que entender que cuando un guerrero se comía a un enemigo que había muerto, lo hacía para tragarse también su poder", aseguran.
De lo que se conoce, el ritual más solemne y numeroso es el que cumplían los aztecas. Convencidos de que el Sol se nutría de corazones humanos para poder seguir alumbrando, sacrificaban anualmente a unos 200 mil súbditos, quienes concurrian a esa especie de patíbulo orgullosos. Aunque no se trataba de "comerse a la víctima", esta práctica podría abrir una nueva división del canibalismo: el institucionalizado.
Otras modalidades de antropofagia, a las que han llegado los estudiosos del tema, son el exocanibalismo, que consiste en comer personas de otras tribus; el endocanibalismo que es la práctica de devorar a los del mismo grupo socialel canibalismo simbólico que entra en el terreno del sicoanálisis, tiene que ver con las teorias de Sigmund Freud y habla de que el bebé lactante está devorando a su madre en la función de amamantar. En ratos de ocio risueño algunos antropólogos han encontrado otra división: el autocanibalismo que es, por ejemplo, comerse las uñas...
De esta polémica nueva quedan, de todas maneras, varias conclusiones. Una de ellas es que hoy por hoy las prácticas de canibalismo literal no existen en ninguna parte del mundo. Otra es que a pesar de todo lo viejo que es el mundo y de que los horrores de la Segunda Guerra Mundial conocidos después de 1950, cuando se descubrió hasta qué punto el hombre puede ser cruel con su misma especie, el tema del canibalismo sigue siendo un tabú.

A LA CRIOLLA
Para los antropologos colombianos y para los extranjeros que en varias oportunidades han estudiado sobre el terreno las tribus que habitaron el país, no existen dudas de que aqui hubo canibalismo como práctica ritual. A la llegada de los españoles, más o menos medio país estaba habitado por tribus antropófagas. Aunque se considera que los conquistadores regaron el cuento de su existencia como una estrategia para hacer más necesaria sus campañas de "civilizar" a los indígenas, existe la convicción de que las tribus Huitoto, Andokes y Boras, del Caquetá; los Cubeos y otros grupos Tujanos en el Vaupés; Los Yalcones y grupos afines en el valle de Timaná, en el Huila; los grupos indígenas del Valle del Cauca; los Pijaos y los Panches en la Cordillera Central y los Carijonas, en el Putumayo y Amazonas, eran canibales practicantes.
Un grupo de etnólogos extranjeros (Konrad Preuss, Helmut Schlinder, Koch Grunberg, entre otros) llegaron hacia 1920 a hacer estudios sobre grupos indígenas colombianos y arribaron a esa conclusión, que ha sido ratificada posteriormente por expertos que han hecho excavaciones y análisis para determinar la verdad del asunto en Colombia.
Cada grupo tenía su manera de acercarse al ritual del canibalismo. Se sabe, por ejemplo, que los Cubeos (Vaupés) practicaban el endocanibalismo, al beber las cenizas de los muertos mezcladas con agua. Los Pijaos y los Panches tenían por culto el de los cráneos que adornaban y servían para beber en ellos, como especie de trofeo al haber batido a otros guerreros.
En la Sabana de Bogotá, considerada por siempre como la meca de la civilización colombiana, hubo prácticas caníbales dos mil años antes de Cristo. Eran bandas nómadas que practicaban el canibalismo ritual. A esa conclusión llegó el profesor Gonzalo Correal, en una de sus últimas excavaciones en predios de la población de Mosquera, en las que halló huesos con pinturas rojas y cráneos partidos en dos, que hablan también del uso que le daban para beber en ellos.
Recientemente Colcultura publicó un libro-resumen de la investigación hecha en San Agustín por las antropólogas María Victoria Uribe y María Lucía Sotomayor, de la que se deduce que, ciertamente, esta civilización no estuvo exenta de esas prácticas. Tal vez la vecindad con tribus activas practicantes del canibalismo, hizo que se extendiera hasta allí esta modalidad, que aparece sugerida en la iconografía: estatuas con colmillos afilados, representación de cráneos-trofeo, mucha representación de niños y lenguas prominentes que hablan de un ritual posterior al canibalismo: el vomitivo. En efecto, hay comprobaciones de que las tribus de todo el mundo practicantes de la antropofagia vomitaban después de consumir partes de cadáveres humanos.
Los últimos reductos de canibalismo en Colombia parecen ser los del Putumayo, en las épocas de los caucheros (años treinta) llevados a cabo por los huitotos. Sin embargo -y a pesar de ser una práctica extinguida- hoy en el Amazonas subsiste el pánico por los carijonas, considerados como los más feroces de todos los grupos que practicaron la antropofagia. En ese lugar del país aún hoy la palabra "carijona" convoca al terror, como "chulavita" en las regiones afectadas por la violencia en los años cincuenta.

HUMOR CANIBAL
Para lo que más han servido los caníbales a lo largo de la historia es para el humor. La imagen de un expedicionario resignado, metido en una olla hirviendo mientras a su alrededor un grupo de indígenas celebra un ritual, es la más célebre y usada de todas las caricaturas de antropófagos. Y, sin una imagen tan propalada, también abundan los chistes verbales al punto de que es escasa una reunión en donde no se incluya por lo menos uno del sector caníbal.
Tal vez el más clásico -y trillado- de estos chistes es aquel que narra la llegada temblorosa de un hombre blanco a una tribu. ¿Aquí hay caníbales?, preguntó titubeando. "No. El último nos lo comimos ayer", le contestaron.
Una respuesta del humor inglés, tiene cupo en la tanda de chistes caníbales. La dio un arqueólogo (de esos de sombrero de corcho, de bermudas caqui, de medias hasta la rodilla), la noche antes de embarcarse en una expedición al corazón del Africa. Le preguntaron que si no le daba miedo y exhibiendo una valentía de científico y un pragmatismo de londinense, dijo: "Es preferible dormir en el abdomen caliente de un humano, que en el vientre frío de la tierra".
Menos elaborado, pero más inteligente, es el comentario que le hace un caníbal a otro, en medio de un festín de fémures. Uno de los caníbales se está saboreando el muslo de un antropólogo y, por la cara que hace se ve que la presa está exquisita. "Es que el que sabe, sabe", dice.
Aunque parezca increible, hay chistes de caníbales vegetarianos. A una tribu de ellos cayó un día un piloto de avión perdido en el Amazonas. Como estos caníbales eran vegetarianos no se le comieron sino la planta de los pies, la planta de las manos y el árbol bronquial.
A ese piloto le fue relativamente bien, comparado con una pareja que también cayó en una de esas tribus. El hombre era un común y corriente y la mujer una belleza llena de curvas despampanantes. Pues bien (o pues mal), al hombre se lo comieron ahí mismo y a la mujer llevan quince años comiéndosela.