DEL JAPON CON AMOR

Las casas disqueras de EE.UU., aterradas con el último invento japonés; el casete digital

22 de junio de 1987

Solo cuatro años han pasado desde que los amantes del sonido de alta fidelidad se encontraron extasiados con la introduccion del disco compacto, una maravilla tecnológica que significaba la entrada de la tecnología de los computadores en la reproducción del sonido grabado. La calidad resultaba tan excepcionalmente buena, que los años del disco de surcos, hoy llamado "negro", se consideraron irremisiblemente contados.
A pesar del alto precio de los discos, que sobrepasaba ampliamente a los "negros", el sistema rápidamente se extendió, y hoy se consiguen en el mercado de Nueva York hasta discos de Claudia de Colombia en ese formato. Sin embargo, lo que parecía llenar las fantasías más delirantes, en materia de sonido, está a punto de ser igualado, si no sobrepasado, por un invento que desde marzo está a la venta en el Japón y que pronto estará inevitablemente golpeando las puertas de los mercados norteamericanos y europeos. Se trata de la grabadora de casete digital, un sistema que parte de los mismos principios técnicos del disco compacto pero que tiene además la posibilidad de que el usuario haga sus propias grabaciones, lo que desde ya ha levantado una polvareda impresionante entre los artistas y las casas grabadoras.
El problema, según lo han dicho quienes se oponen a la apertura de los mercados mundiales a los nuevos aparatos, es que la reproducción de un disco digital a un casete de cinta de la misma tecnología da como resultado una grabación virtualmente de la misma calidad de la original, lo que, según afirman, podría representar pérdidas para la industria de la música pregrabada por varios miles de millones de dólares al año. Una batalla que ya está planteada en el Congreso norteamericano y que, de ser ganada por los opositores al sistema, significaría un precedente histórico. "Nunca antes el Congreso ha restringido una tecnología nueva, excepto por razones de salud y seguridad", dijo Gary Shapiro, vicepresidente de asuntos legales de la Asociación de Industrias Electrónicas, que apoya los nuevos equipos. "Se trata de un caso en que una industria trata de proteger sus utilidades, sin importar el efecto sobre los consumidores".
Por el otro bando, los argumentos son también combativos: "Cuando se reconoce que la música que se copia es primordialmente norteamericana y los equipos utilizados son del Japón, puede verse otra práctica desleal de los japoneses que distorsionará otro mercado de este país": dijo el senador Pete Wilson, coautor de la iniciativa parlamentaria.
Lo que preocupa a los norteamericanos de la industria discográfica es la extraordinaria calidad de las grabaciones, por lo que exigen que los aparatos que se vendan en Estados Unidos tengan un dispositivo que impida la reproducción directa de discos digitales, algo que recuerda un debate semejante que se produjo con la introducción en los sesenta de los casetes de cinta convencional o análoga y un famoso antecedente que tuvo lugar con la introducción del sistema betamax de la Sony, en el campo del video. La historia corre, pues, en contra de quienes se oponen al invento.
En las grabadoras convencionales las cabezas fijan una representación electromagnética de las ondas de sonido directamente en la cinta. En las digitales, llamadas Dat, un chip, especialmente diseñado al efecto, convierte el sonido en dígitos binarios (bits). Esto es hecho dividiendo el sonido en segmentos infinitesimales de tiempo. Cada segmento es traducido en dígitos binarios que representan volumen, amplitud y frecuencia, y es codificado en la cinta. Cuando se quiere oír a Claudia de Colombia, el sistema traduce en sonido cada segmento, uno tras otro, de tal manera que la música se escucha en forma continua. No se notan las diferencias entre segmento y segmento por la misma razón por la que se ve el cine sin notarse los fotogramas. El sistema Dat implica 48 mil segmentos por segundo.
Para prevenir que los daños en la cinta alteren los mensajes, casi el 40% de la señal original está dedicada a la corrección de errores, a través de un microchip avanzado que examina los patrones de bits e interpola correcciones para remplazar aquellos dañados por el desgaste de la cinta o por cualquier otra razón, por ejemplo el polvo. Así, como quien dice, el sonido no tiene pierde.
Como tampoco tiene pierde el éxito del sistema, que sin duda revolucionará hasta límites insospechados el mundo del sonido. Las viejas grabadoras de sistema analógico, dentro de poco tiempo quedarán, tal vez, relegadas a un honroso sitial al lado del fonógrafo, los discos "negros", el proyector de cine casero de 8m.m. y tantos otros.

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