EL DRAGON DE LA ISLA

Las investigaciones de la isla de Komodo revelan el comportamiento del más extraño reptil del planeta.

20 de abril de 1987


¿Qué haría usted si se encontrara de manos a boca con un animal con cara de serpiente, patas parecidas a las de los rinocerontes, cuerpo cubierto de escamas, cien kilos de peso, y una actitud agresiva que, por más señas, manifiesta mostrándole una lengua bífida mientras silba la tonadilla siniestra de la vibora cascabel?

La respuesta es fácil. Quedaría petrificado del susto, y eso sin saber que el dichoso animalito, por si fuera poco, tiene una especial predilección por la carne humana, de la que suele proveerse asaltando los cementerios y en ocasiones, ¿por qué no?, atacando directamente a su bocado, que bien puede ser un niño o un adulto.

Se trata de una de las especies menos conocidas del planeta, pues sólo se le encuentra en la isla Komodo, en Indonesia. De cualquier manera, es fácil pensar que la oficina de turismo correspondiente no le haya hecho ningún tipo de promoción a un espectáculo ecológico tan equívoco. El "dragón de Komodo", tal vez uno de los nombres más acertados del reino animal, fue conocido por los científicos occidentales tan sólo en 1912, y por lo visto no obtuvo de inmediato ninguna popularidad, tal vez porque los hallazgos que se han hecho sobre su comportamiento no lo hacen ni con mucho, un animal simpático.

Se trata del pariente con patas más cercano de la conocida serpiente. A pesar de su apariencia poco aerodinámica, es capaz de correr tan rápido como un ser humano, por lo que contra sus embates no sirve de nada ni ser Victor Mora. Como sus alargadas primas, el "dragón de Komodo" suele palpar sus alrededores con una larga lengua dividida en la punta, y, cuando está de mal genio, que es casi siempre, lo expresa con un terrorífico silbido .

Con tan desolador panorama, han sido pocos los hombres de ciencia que se han ocupado del "dragón de Komodo". Después de todo, si hay especies en peligro de extinción como el osito Panda, ¿para qué meterse con un engendro tan feo y, por añadidura, de tan malas maneras? Pero como de todo hay en el mundo, incluso quienes viajen hasta la isla de Komodo con tan ingrato propósito, se han podido conocer circunstancias de la vida del dragón de marras, tan sorprendentes como su apariencia.

El doctor Walter Auffenberg, especialista norteamericano en herpetología, hizo precisamente eso y pasó dieciocho meses en intima relación con la comunidad de dragones. Sus estudios, contenidos en un libro que comenzó a escribir en 1969, y que ha publicado más recientemente, han podido determinar que se trata del animal carnívoro que vive en el territorio más reducido de todo el reino animal. Su hábitat comprende solamente unos dos mil kilómetros cuadrados, y su número es tan sólo de unos 5 mil a 7 mil individuos.

En su investigación, Auffenberg pudo determinar que los "dragones de Komodo", tienen una temperatura corporal peculiarmente estable para tratarse de animales de sangre fría, lo que puede significar algo a la hora de explicar la vida de los grandes reptiles extinguidos. La vida amorosa de los animalitos, por su parte, tiene el mismo tono romántico de todo lo que les concierne. La intensidad de la vida sexual de una "dragona" puede medirse por la profundidad de las cicatrices que le quedan de sus encuentros amorosos en su lomo.

"Mientras observábamos algunos dragones muy de cerca, nos íbamos dando cuenta de las personalidades tan diferentes que tienen, que distinguen a cada individuo de los otros. Algunos parecían fascinados por nuestra actividad, mientras otros eran definitivamente curiosos. Creo que se trata de los reptiles más inteligentes que existen", declaró Auffenberg.

Sin embargo, se trata de animales sin duda peligrosos, y no resulta extraño que frecuentemente ataquen a los campesinos de la región. No obstante, parece ser mucho más grande el peligro que representa el ser humano para los "dragones de Komodo", que viceversa.

A pesar de que algunos nativos los respetan, pues creen que cargan el alma de las personas muertas--háyanselas comido o no--, otros los cazan para utilizar sus pieles o para proteger sus animales domésticos. Sin embargo, en palabras de Auffenberg, el gobierno indonesio ha tomado medidas para la protección de la especie, y, por otra parte, "la deforestación amplía de hecho el hábitat de los dragones".

Se trata de una batalla ecológica en la que resulta difícil estar de parte de la naturaleza. Muchos legos en la materia pensarán que para qué se necesitan esos animales si el cine ya tiene productores como Steven Spielberg, capaces de imaginárselos así, y mucho más. -