EL TUNEL DEL TIEMPO

Restos humanos más antiguos que el Cromagnon, revelan que el hombre moderno es mas antiguo de lo que se pensaba

28 de marzo de 1988

Ahora resulta que el hombre moderno es menos moderno de lo que se pensaba. Al fin y al cabo, son pocas las cosas que llevan el calificativo después de 92 mil años, los mismos años que, según los datos más recientes, lleva el hombre moderno en la parte norte del globo terráqueo.
Tal es la conclusión que se deriva de una artículo publicado en la revista británica Nature, el mes pasado, en el cual se revelan nuevos datos sobre la evolución de la especie humana.
El informe en cuestión relata los resultados de una investigación conducida sobre unos restos encontrados en 1933 en la gruta de Qafzeh, cerca a Nazaret, en Israel, por el cónsul francés de la época, René Neuville. El diplomático descubrió diferentes utensilios y restos, distribuídos en una capa de 4 metros de espesor y característicos del paleolítico medio. Neuville también exhumó los esqueletos de 5 individuos, los cuales fueron conducidos a Europa.
BUEN ENCUENTRO
El estudio del hallazgo no se hizo, sin embargo, hasta varios años despues de terminada la Segunda Guerra Mundial. Entre 1965 y 1979 los profesores Bernard Vandermeersch (hoy en día en la Universidad de Burdeos) y Bar Yosef, de la Universidad Hebraica de Jerusalén, volvieron a Qafzeh y desenterraron millares de objetos de piedra y, sobre todo, los restos de 25 individuos, de los cuales 14 estaban completos. De estos últimos, la mitad pertenecía a cuerpos de niños y algunos habían sido cuidadosamente enterrados. Entre estos, uno de los hallazgos más sorprendentes fue el de los restos de un adolescente cuyas piernas habían sido recogidas alrededor de la cabeza, de una manera similar a la utilizada por varias culturas aborígenes en el continente americano. El joven muerto había recibido una serie de ofrendas, colocadas entre sus manos y sobre su cabeza, indicando que los enterradores estaban preocupados por el más allá. La importancia del descubrimiento era evidente. Hasta ese momento se tenía la idea de que en la zona sólo había restos antiguos correspondientes al hombre de Neardental (hallado en la gruta de Kebara a 35 kilómetros al sur de Haifa), clasificado por los científicos como Homo sapiens-neardentalensis y cuyas características craneales no corresponden del todo a las del Homo sapiens-sapiens más conocido como hombre moderno.
La sorpresa, por lo tanto, fue grande cuando al analizar los cráneos de Qafzeh se encontró que estos tenían un gran parecido con el del hombre de Cromagnon, aparecido en Europa hace unos 35 mil años. Las únicas diferencias notables consistían en que los "difuntos" de Qafzeh tenían los dientes un poco más grandes y el hueso del timpano un poco más ancho, que sus primos europeos. Frente a esa similitud, los restos encontrados recibieron el nombre de proto-Cromagnon.
El hallazgo fue definitivo para añadirle otra pieza al rompecabezas que trata de armar la historia de la evolución humana. Hasta el momento buena parte de los científicos cree que el primer animal inteligente apareció con el Homo habilis, hace varios millones de años, siendo seguido después por el Homo erectus y después (se estima que hace unos 200 mil años en Africa) por el Homo sapiens, del cual a su vez salieron el sapiens-neardentalensis (hoy desaParecido) Y el sapiens-sapiens (como el de Cromagnon).
DANDO LUZ
Todo ese esquema debería ser clarificado al establecerse la antiguedad de los restos de Qafzeh. No obstante, un primer problema surgió al buscar el método de identificación de la edad. El sistema del carbono 14, el más conocido y usado, sirve tan sólo para restos orgánicos de menos de 40 mil años.
Frente a esa limitante, los científicos debieron utilizar el método de la termoluminiscencia, inventado hace unos 20 años en el laboratorio de arqueología y de historia del arte de la Universidad de Oxford.
El sistema, que parte de una idea relativamente sencilla, es complicado en la práctica. En pocas palabras, la prueba de la termoluminiscencia surge del hecho de que todas las materias minerales contienen elementos radioactivos como el uranio 238, el torio 232 y el potasio 40. Todos estos emiten permanentemente rayos alfa, beta y gama, los cuales les arrancan electrones a los átomos circundantes. Estos electrones son atrapados bajo las fallas de los minerales y su número aumenta al pasar de los siglos, bajo la acción de la radioactividad natural y del sol circundante.
Si el mineral es calentado a unos 450 ó 500 grados centígrados, las altas temperaturas dan la energía suficiente para que los átomos se reorganicen y los electrones atrapados vuelvan a sus sitios de origen. Este fenómeno va acompañado de una débil emisión de luz: la termoluminiscencia.
La intensidad de la luz es función del número de electrones atrapados y por lo tanto, del tiempo pasado después del último "calentamiento". La emisión es medida por un foto multiplicador extremadamente sensible.
Un útil o un utensilio de piedra ha podido ser calentado en el momento de su utilización. Ese aumento de temperatura, voluntario o accidental, debe provocar la reorganización de los átomos del mineral, con lo cual el cronómetro luminiscente queda en ceros.
Es así como se trata de medir el tiempo entre el último calentamiento y el que se haga en el laboratorio. El problema radica en que ningún objeto encontrado en la superficie sirve, porque los rayos ultravioletas del sol han dejado el cronómetro en ceros. Entonces, cualquier objeto encontrado en una cueva oscura, como fue el caso de Qafzeh, debe ser cuidadosamente preservado para que no reciba la luz. Para evitar cualquier duda, los especialistas multiplican las mediciones para obtener un promedio general.
En el caso presente, una veintena de restos provenientes de Qafzeh fueron sometidos a la prueba de la termoluminiscencia en un laboratorio en Francia. Según éstas, el sitio estuvo ocupado hace 92 mil años, con un margen de 5 mil años de error.
Semejante descubrimiento, sorprendió a los expertos. Mientras que hace unos años se creía que el hombre de Neardental fue tan sólo el predecesor del de Cromagnon y, por lo tanto, antepasado del hombre moderno, las pruebas hechas revelaron que los proto-Cromagnones de Qafzeh vivieron 30 mil años antes que los restos encontrados en la gruta de Kebara. Ese hallazgo le da fuerza a la teoría que dice que el hombre de Neardental y el de Cromagnon son primos y no padre e hijo. Al mismo tiempo, el lugar del hallazgo le da paso a la teoría que sostiene que el Homo sapiens-sapiens vino del Africa hacia Europa, vía el Mediano Oriente. Como si todo lo anterior fuera poco, la disposición de los restos en Qafzeh deja muy en claro que hace 92 mil años ya había preocupación sobre lo que seguía después de esta vida.
Tan larga cadena de revelaciones deberá empezar a tener reflejo en las teorías sobre el origen del hombre. A pesar de los muchos hallazgos, son todavía muchos los puntos oscuros que quedan y descubrimientos como el de Qafzeh conmueven los cimientos de la arqueología. No obstante, a pesar de los aportes, no hay duda de que todavía falta para contestar hasta las preguntas más simples. Aunque es imposible saber si para eso se necesitarán otros 92 mil años, habrá que tener paciencia pues en esta materia las dudas se van resolviendo muy de tiempo en tiempo.