EN EL TUNEL DE EL TIEMPO

Un gigantesco acelerador de partículas enterrado bajo la frontera franco suiza pretende reproducir el primer instante del universo.

18 de septiembre de 1989

Algunos lo conocen como el proyecto "Mamut". Y no es para menos, pues así de sencillo como suena se trata de la puesta en marcha del instrumento científico más grande jamás construido. Es un túnel circular cuyo perímetro mide más de 28.5 kilómetros, que pasa por debajo de pueblos, fincas, carreteras y del monte Jura, a más de cien metros de profundidad bajo la zigzagueante frontera franco-suiza. Semejante monstruo subterráneo es un acelerador de partículas que acaba de entrar en operación y que en pocas semanas debe dar respuesta a algunos de los más importantes y enigmáticos interrogantes sobre el origen de la materia y del universo.

Los aceleradores de partículas son gigantescos aparatos--generalmente en forma de túnel recto o circular- dentro de los cuales se crean condiciones en que las partículas contenidas en distintos tipos de rayos chocan entre sí a velocidades cercanas a la de la luz y dan origen a otras partículas en desarrollo de procesos que son de gran interés para los científicos. El acelerador enterrado bajo el monte Jura y conocido como LEP (Laboratorio Europeo de Partículas) es el hermano mayor de una generación cuyos demas exponentes son uno de poco más de 7 kilómetros de circunferencia en Illinois (Estados Unidos) y uno lineal un poco más pequeño en Stanford, California. Los americanos trabajan actualmente en el diseño del que deberá ser el más grande de todos, proyectado para cerca de 85 kilómetros de circunferencia, pero como es previsible, las dificultades para su construcción radican en la obtención de los fondos necesarios y por esa razón nadie espera que se haga realidad antes de unos 10 años.

Esas mismas dificultades llevaron a los creadores del proyecto LEP a pensar en que su realización fuera una tarea multinacional. En ella participaron 14 países europeos, incluida la Unión Soviética, que gastaron 7 años de labores y más de mil millones de dólares.

Y todo esto, ¿para qué? El sueño de los científicos que trabajan en el LEP es el de reproducir ciertas condiciones que reinaron en el recién nacido cosmos hace millones de millones de años, una fracción de segundo después del Big Bang, ese instante que los físicos han definido como el descomunal estallido que dio origen al universo.

Los especialistas explican que hasta ahora se conocen tres formas fundamentales de la materia. La primera es aquella que se encuentra en la existencia diaria, y de la que se compone prácticamente todo lo que puede verse en el mundo y en otros mundos. La segunda y la tercera se encuentran en rayos cósmicos o en los aceleradores de partículas como el LEP. Lo que buscan los investigadores que trabajan en este inmenso laboratorio circular es empezar a resolver numerosos dilemas que existen sobre un eventual cuarto tipo de materia, que habría surgido precisamente en esa fracción de segundo inmediatamente posterior al Big Bang y antes de que la materia y la energía evolucionaran a las formas que hoy conocemos.

El problema para realizar este tipo de experimentos es el de recrear las condiciones que se dieron en ese efímero momento, en el que se supone que la densidad del universo se aproximó al infinito. Pero a medida que las energías de choque en los aceleradores aumenten, como de hecho aumentan con la puesta en marcha del LEP, los científicos estarán más cerca de realizar su sueño. Se cree que en septiembre los investigadores del LEP tendrán, por primera vez en la historia de la humanidad, la oportunidad de producir y analizar la desintegración de unas 100.000 partículas del tipo conocido como Z, que según todas las pistas son el elemento clave para establecer la posibilidad de la existencia de un cuarto tipo de materia. Para muchos de ellos, será como abrir por vez primera un gigantesco libro que hasta entonces le ha sido vedado al hombre.

LA TORRE DE BABEL
Pero más allá de los problemas científicos, el LEP ha sido escenario de otro tipo de experimentos de orden más bien social. En sus instalaciones trabajan, por una parte, 500 físicos dedicados casi exclusivamente a sintonizar el acelerador, mientras otros 1.300 están repartidos en cuatro estaciones ubicadas a lo largo del túnel circular, en las cuales se habrán de recoger, por así decirlo, las muestras resultantes del colosal experimento. En la más importante de esas estaciones, los científicos trabajan en una cámara subterránea del tamaño de una catedral, que contiene más hierro que la Torre Eiffel. En su interior se encuentra el magneto superconductor más grande del mundo, un cilindro de 8 metros de diámetro, dentro del cual las partículas secundarias lanzadas como resultado de las colisiones de electrones y positrones, pueden ser identificadas y seguidas con enorme precisión.

Poner a punto los computadores y comunicarlos entre si para llevar a cabo este seguimiento ha sido una pesada tarea. Pero más difícil ha sido lograr intercomunicar a los centenares de científicos que en una docena de lenguas tratan de ponerse de acuerdo sobre los más complejos asuntos.
Trabajan con el inglés como primer idioma y con el francés como segundo. Además de esto, hay problemas con respecto a la legislación de investigación científica entre los distintos países, para no mencionar que cada vez que un grupo de científicos sale a la superficie para trasladarse por autopista hacia una estación vecina en el LEP, al otro lado de la frontera debe someterse a los engorrosos trámites de inmigración, ya que la burocracia --que en Europa también existe y de qué modo--no ha podido eliminar esos problemas a pesar de que se trata de un proyecto multinacional. Como si fuera poco, el tamaño de estas instalaciones hace que muchos de quienes trabajan ahí todavía se pierdan. Para entrar al túnel por ejemplo, es necesario atravesar 128 puertas con sus respectivos controles de circuito cerrado de televisión.

Pero a pesar de todos estos problemas, el proyecto está en marcha y muy pronto los científicos podrán comenzar a leer en un nuevo libro abierto a la física, mirando a través de este túnel, que algunos de ellos definen como un telescopio dirigido hacia el pasado y enfocado en ese supremo instante que siguió a la creación del universo.-