ENCUENTROS LEJANOS

Descubrimientos astronómicos recientes revelan que estrellas distintas del Sol tienen planetas

3 de agosto de 1987

Si se hace caso a los más pesimistas, posiblemente habrá que aceptar que no hay nada nuevo bajo el Sol; pero lo que si no se puede negar, si se atiende a los descubrimientos astronómicos más recientes, es que hay muchas cosas nuevas más allá de él. Sobre todo después de las revelaciones que un grupo de astrónomos canadienses hizo a finales del mes pasado acerca de lo que ellos consideran la "mejor evidencia" hasta el momento de que otras estrellas tienen planetas, descubrimiento éste que marca un avance significativo en en la investigación sobre la vida en otras partes del universo.
Los resultados de este estudio de seis años de duración, que fue dirigido por Bruce Campbell del observatorio astronómico Dominion, de Vancouver, son particularmente importantes ya que dos y posiblemente hasta siete de las 16 estrellas estudiadas parecen tener sistemas planetarios que, de ser confirmados como tales, pondrían nuevamente sobre el tapete el milenario interrogante de si somos o no los únicos seres vivos del cosmos.
A pesar de que para Campbell "esta es la mejor evidencia hasta la fecha de otros sistemas planetarios", aquellos a quienes atemorice demasiado esta afirmación pueden refugiarse en las dudas de Frank Drake un pionero de la investigación de inteligencia extraterrestre de la Universidad de California en Santa Cruz, para quien el trabajo de Campbell no pasa de ser algo "seductor" pero sin conclusiones. Incluso el mismo Bruce Campbell aseguró que se requerirán años de investigación para estar seguros del descubrimiento. "Cuando uno hace una afirmación extraordinaria, necesita una evidencia extraordinaria, y nosotros necesitamos otros investigadores que confirmen nuestros descubrimientos", dijo el astronómo, a pesar de que aun sin tal confirmación él y sus colegas tienen gran confianza en los resultados.
Esta misma confianza parece haber contagiado a muchos otros científicos que aseguraron estar impresionados por las conclusiones de Campbell, en razón de que sus descubrimientos no sólo fueron el resultado de seis años de estudio en Hawai -basado en la física fundamental de la mecánica orbital, tal como se ve en nuestro propio sistema solar- sino que además se utilizó un método considerado mucho más preciso en la medición de los movimientos de las estrellas que tecnologías anteriores.
Los planetas en el sistema solar no sólo giran en torno al Sol, sino que éste y aquellos rotan además alrededor del centro de su masa colectiva. Si fuera posible viajar más allá de Plutón y luego mirar atrás en dirección del sistema solar, a través de instrumentos precisos, se vería al Sol moviéndose hacia atrás y hacia adelante ligeramente como si fuera arrastrado a un lado y otro por los planetas, particularmente por Júpiter, el más masivo de ellos. El Sol también parecería moverse hacia el espectador y luego devolverse a medida que describe su diminuta órbita.
Estos movimientos deberían verse a través del efecto Doppler, que se refiere al encogimiento y estiramiento de las ondas de la luz a medida que el Sol se acerca y retrocede. Pero, aunque los científicos han tratado de encontrar una forma para usar sus telescopios de manera tal que se pueda medir el efecto en otras estrellas igual a como se ven desde la Tierra, y poder así saber cuánto se están moviendo, los instrumentos no han resultado lo suficientemente precisos.
A pesar de estos inconvenientes técnicos, Campbell y sus colegas, Gordon Walker y Stephenson Yang de la Universidad de British Columbia, usaron para su estudio un nuevo sistema en el telescopio de Mauna Kea, propiedad de Canadá, Francia y Hawai, con un diámetro de 3.6 metros. A este logro se debe que entre las 16 estrellas estudiadas y seleccionadas por parecerse mucho al Sol, los astrónomos hayan descubierto que dos de ellas muestran movimientos orbitales durante los seis años que duró la investigación.
Las estrellas encontradas son Epsilon Eridani, aproximadamente a 11 años luz de distancia y Cephei a 50 años luz, y son únicamente dos de las siete que mostraron alguna señal de movimiento. Ellas pueden representar tan sólo una etapa primitiva en la formación de las galaxias, pero de no ser así, lo único que podemos hacer es esperar que, de existir, los epsilodianos y los cepheianos sean tan amigables como E.T.