LA RECETA DE LA SONRISA

Investigaciones científicas demuestran que el optimismo y el pensamiento positivo son los mejores remedios.

16 de marzo de 1987


El estrés es causa de enfermedades en las personas. La gente deprimida puede adquirir cáncer con más facilidad que la optimista. El pensamiento positivo es fuente de supervivencia. Las anteriores son afirmaciones que se escuchan últimamente con frecuencia y que se han convertido en una especie de verdades reveladas para la gente, aunque pocos las asocien con hechos científicos comprobados. Parecen más bien el patrimonio ideológico de seudoprofesionales de la salud, que con prácticas mentalistas buscan curaciones milagrosas o éxitos fulgurantes para sus "pacientes", aligerando de paso el peso de sus billeteras.

Las teorías que asocian el poder del pensamiento y la actitud mental con la salud de las personas y aun con su éxito en la vida, ganan cada día más credibilidad en medios científicos y están poniendo a la medicina tradicional en el camino de un replanteamiento fundamental. Y podría tratarse de una revolución más importante que la aparición de los antibióticos en la primera mitad del presente siglo...

Nueva ciencia
Donde se han contrastado con claridad los vínculos entre la "mente" y la salud es en el campo de la inmunología. Esto es, en el mecanismo que tiene el cuerpo para luchar contra los agentes externos que producen la enfermedad. La comunidad científica está entusiasmada. Ya no se programa un congreso en esos campos sin que se incluya en su agenda el estudio de la interacción entre los sistemas inmunológicos y el cerebro. La nueva disciplina se denomina "siconeuro-inmunología".

La idea de esa conexión inmunocerebral no es nada nueva. Hacia el cambio de siglo, los investigadores ya habían determinado que el timo, la médula ósea y los nódulos linfáticos que hoy se conocen como órganos básicos del sistema inmunológico, tenían múltiples conexiones nerviosas. Eran años, sin embargo, en que poco o nada se conocía acerca de la forma como el cuerpo combate la infección, y por lo tanto, se requería que transcurrieran unos años más para que se establecieran conclusiones más avanzadas. Y al llegar la inmunología a su mayoría de edad, en los años sesenta, las maravillas que se pusieron de bulto frente a los investigadores, eran de tal complejidad, que resultaba adelantarse demasiado a los acontecimientos entrar entonces a estudiar sus conexiones con el sistema nervioso.

Además, si el sistema inmunológico trabaja "solo" o "independientemente" como se demuestra en el contacto de las bacterias y los glóbulos blancos en el tubo de ensayo, ¿por qué gastarle corriente a sus conexiones con el cerebro?

Hoy es claro, sin embargo, que la idea de un sistema fisiológico desconectado del cerebro viola el sentido común. Pero se necesita algo más que sentido común para convencer a los científicos sobre la bondad de una teoría. Según una de las investigadoras, la doctora Candace Pert, "mientras más investigaba, más me convencía de que las emociones lo controlan todo".

Eso que se necesitaba para convencer a la testaruda comunidad científica internacional solamente apareció en los primeros años de la presente década. Primero, vino el descubrimiento de que los neurotransmisores, químicos que los nervios liberan, tienen capacidad para alterar la habilidad de las células inmunológicas para combatir la enfermedad. Luego, se demostró que las hormonas, cuya secreción es regulada por el cerebro, también afectan la capacidad inmunológica. Por último, se hizo claro que las conexiones nerviosas de los órganos del aparato inmunológico, están ligadas directameníe con los linfocitos, que son los glóbulos blancos que dirigen la batalla contra la infección y el cáncer.

Como quien dice, blanco es, gallina lo pone... tantas conexiones entre el cerebro y los órganos inmunológicos necesariamente implicaban un intercambio importante de informaciones. Algo muy esencial tendría el cerebro que comunicarle a las células de defensa. Según los investigadores, ese mensaje son, ni más ni menos, las emociones .

En efecto, los nervios y las hormonas que llevan esos mensajes son activados en momentos de estrés, depresión, o excitación sexual. Ello lleva a la conclusión necesaria de que las emociones afectan la susceptibilidad humana a las enfermedades.

Pero aún hay más. Las investigaciones han llevado al conocimiento de los neuropéptidos, que son sustancias químicas producidas por la parte del cerebro que se sabe controla las emociones, y se han ganado el remoquete de "unidades bioquímicas de emoción". Esos neuropéptidos tienen la capacidad para modificar la calidad y dirección de las células que combaten la infección. Si se tiene en cuenta que diferentes emociones producen distintos neuropéptidos, y que cada neuropéptido afecta de manera diferente el comportamiento inmunológico, se llega fácilmente a deducir que las emociones tienen mucho que ver con la forma como el organismo se defiende .

El "sexto sentido"
Esa comunicación implica un trafico de doble vía. Es lo que permite que el sistema inmunológico se mantenga en el balance adecuado, lo que se logra por su interacción con el cerebro. Y como la información llega a éste mucho antes de que los síntomas de la enfermedad sean ostensibles para la persona, como dice uno de los investigadores, el sistema inmunológico podría ser el sexto sentido que tanto se ha buscado.

Las consecuencias de ese razonamiento son sumamente amplias. Lo que se conoce del funcionamiento del cerebro es tan limitado que apenas se tienen nociones puramente elementales. Casi podría decirse que lo que parecen los más avanzados logros en ese camino, brindan apenas indicios muy superficiales sobre la forma como el organismo actúa en forma integral.

Sin que se puedan establecer con claridad las circunstancias físicas que rodean el fenómeno, se ha determinado también, por vía de las estadísticas, que las personas optimistas y con una visión clara de la vida, tienden a tener mejores resultados y más éxito en su desempeño en todos los campos de su actividad profesional, afectiva, etc

Se habla de una reiterada coincidencia entre las personas pesimistas y un bajo nivel de sus defensas inmunológicas. Además, las personalidades de tendencia pesimista tienden también a cuidarse menos, en la seguridad que les va a ir mal de todas maneras. La combinación, pues, de debilidad inmunológica y falta de cuidado, puede dar como resultado una vida plagada de limitaciones en todos los órdenes. El círculo vicioso es la expresión que mejor las define.

Se abre paso una nueva concepción médica que trata esos problemas considerando todos los factores que integran el ser humano y las interacciones entre ellos. Las respuestas que podrá dar a problemas formulados desde hace tiempo, están por verse aún, y con seguridad dejarán a más de uno totalmente perplejo. Mientras tanto... ¡mucho optimismo!--