LA SUPERVIVENCIA DEL MAS "SEXY"

Revive la teoría de que el origen de las razas no es la supervivencia sino la selección sexual.

27 de junio de 1988

La ciencia ha resuelto muchos enigmas de la naturaleza, desde el radar de los murciélagos hasta la alimentación de las plantas, pero aún no tiene una respuesta definitiva a una de las preguntas más obvias de su existencia: ¿por qué existen las razas?
Pueden ensayarse muchas explicaciones para esa falta de respuestas, y una de ellas es que el tema es particularmente espinoso y no deja de herir susceptibilidades, con el fantasma del racismo a su espalda, pero hay una razón que las supera a todas: el problema ha resultado mucho más difícil de resolver de lo que se creyó.
Hoy, sin embargo, hay la tendencia a atribuír el que las personas tengan diferentes características según la región del mundo que habitan, a las preferencias sexuales. No se trata propiamente de una posición nueva puesto que desde 1871, 12 años después de escribir su famoso libro "El origen de las especies", que lo atribuía a la selección natural (la supervivencia del más apto), Charles Darwin publicó "La descendencia del hombre y la selección en relación con el sexo", en el que atribuyó el origen de las razas humanas a sus preferencias sexuales (la supervivencia del más sexy). En ese proceso, concluyó Darwin, "la selección natural no jugó ningún papel".
A pesar de su buena sustentación esta teoría no es hoy de buen recibo en muchos medios científicos, y está algo así como en el desván, relegada a segundo plano por la tesis de la selección natural. Según ésta, las variaciones en la conformación racial habrían sido obtenidas para adaptarse al medio en que se vivía, puesto que sólo los mejor adaptados podrían sobrevivir. Eso explicaría, con notable claridad, que los trópicos estén poblados por personas de pigmentación más oscura, mejor adaptada a las condiciones climáticas de mucho sol, y las de las áreas de poco sol, como el norte de Europa, tengan una piel mucho más blanca, mejor para resistir los vientos gélidos.
Para Jared Diamond, profesor de biología de la Facultad de Medicina de la Universidad de California (UCLA), hay un renacimiento de la posición de Darwin, pues "la selección natural no puede haber jugado más que un papel secundario, siendo la selección sexual el factor determinante". Los defensores del origen sexual de las razas no niegan que la selección natural tiene muchísimo que ver con su formación, y aceptan algunas variaciones establecidas a partir de diferencias geográficas dentro de las mismas especies, lo que explica que el oso polar sea blanco y no pardo. Existen rasgos raciales evidentemente relacionados con la adaptación al entorno, como la conformación maciza de los esquimales, buena para conservar el calor, y la espigada y longilínea de los sudaneses, adecuada para dispersarlo.
Existen, sin embargo, según Diamond, algunas características raciales muy importantes que no pueden ser explicadas por la selección natural, como el color de los ojos y la correlación entre sol y piel oscura no aguanta mucho análisis. Por ejemplo, los habitantes de Tasmania tienen la piel muy oscura pero no tienen relativamente tanto sol como los pobladores del sudeste asiático, donde aunque la canícula es tropical, la piel predominante no está ni cerca del negro. Estos ejemplos y muchos más, demuestran que la luz del sol no pudo ser determinante de la selección del color de la piel.
Si la selección natural no sale bien librada para explicar el color de la piel, en relación con el tono del pelo o de los ojos no le va mejor. No existe ninguna relación verosímil entre el clima y el color del cabello, puesto que rubio lo tiene la gente de la húmeda y escasamente iluminada Escandinavia y rubio lo tiene el aborigen del centro de Australia, seco y calcinado por el sol. La conclusión de Darwin es perentoria: "Ninguna de las diferencias externas entre las razas del hombre es para su ventaja o especial servicio".
"Por contraste, la teoría de la selección sexual de Darwin explica fácilmente cómo surgieron esas diferencias", dice el doctor Diamond. Para él, Darwin encontró en muchas especies ciertas características carentes de valor como armas de supervivencia, pero que tenían importancia evidente para asegurarse un compañero, bien por la mayor atracción del sexo opuesto o por el efecto de intimidación hacia los posibles rivales. Los ejemplos abundan: la melena de los leones, la cola de ciertos pájaros, el trasero de los babuinos. Si un individuo macho tiene mucho éxito en sus conquistas y en intimidar a sus rivales, dejará más descendientes y sus rasgos quedarán más extendidos, como resultado de la selección sexual, no la "selección natural". Para que esta selección actúe se necesita, por lo tanto, que se produzcan dos cambios simultáneamente: uno de los sexos debe desarrollar el rasgo y el otro debe desarrollar el gusto por ese rasgo.
Como en gustos no hay disgustos, las características producidas por selección sexual si que parecen arbitrarias. Un buen ejemplo sería tratar de explicar la existencia de la barba en los hombres y no en las mujeres, o por qué la nariz de éstas no es amarilla, o roja, o azul. En cualquier caso, tras 898 páginas de estudios y conclusiones Darwin se declara convencido de que algunas características raciales, como la forma de los senos de las mujeres, o el color de la piel, pueden ser el resultado de preferencias sexuales que varien de región en región, en forma enteramente arbitraria. Darwin anotaba que los seres humanos otorgan exagerada atención a los senos, el cabello, los ojos y el color de la piel al seleccionar sus compañeros, y que esos conceptos de belleza cambian radicalmente según la zona geográfica.
Darwin murió antes de que se pudieran hacer estudios rigurosos que comprobaran sus teorías, pero en los últimos años ha habido una proliferación de estudios que demuestran que, a la hora de escoger a su pareja, las personas tienden a seleccionar individuos que los reflejan en todo sentido, incluso en el color de los ojos o del pelo.
Para explicar ese aparente narcisismo, Jared Diamond considera que el hombre desarrolla sus principios de belleza a semejanza de la gente que tiene a su alrededor en su infancia, es pecialmente sus padres y parientes.
Por eso, al llegar a la edad de merecer, el joven busca a quien mejor le recuerde esos principios de belleza aprendidos años atrás. Si bien comprobar esas teorías requeriría hacer experimentos no muy aceptables desde el punto de vista ético, como enviar bebés noruegos a manos de padres adoptivos en Nueva Guinea, o viceversa, si se han hecho con gansos canadienses, con resultados muy dicientes.
Se trata de una especie de ganso que viene en dos colores, blanco -en el Artico occidental- y azul -en el Artico oriental. Los biólogos canadienses intercambiaron los huevos en todas las combinaciones posibles (padres azules con hijos blancos, hijos azules con padres blancos, etc.) Cuando los gansos crecieron, escogieron sus compañeros con el color de los padres que les correspondieron en suerte, una actitud que se repitió incluso cuando el color de los padres era artificial, pintado por los investigadores. De esa forma, los gansos no heredan sus preferencias, sino que las aprenden para imitar a sus mayores.
Si bien el color de los seres humanos no comprende la gama de los azules según Diamond, el mecanismo mediante el cual la gente llegó a definir sus características externas no difiere mucho del de los gansos. El interior del hombre, la parte que no se puede ver, fue moldeada sólo por la selección natural, y desarrolló rasgos como cierta resistencia especial a algunas enfermedades corrientes en su ambiente. Pero su parte externa fue formada esencialmente por los gustos aplicados en la selección de la pareja.
Ese proceso, que en las aves del paraíso dio como resultado esas extraordinarias colas de colores maravillosos, en las poblaciones humanas terminó con cabello de diferente color algunos con ojos azules y otros con pardos, etcétera.
No cabe duda de que se trata de una teoría inquietante, especiaimente por la importancia que adquiere la simple casualidad en la conformación del ser humano actual. Pero Jared Diamond es insistente. "Cuando era estudiante en los años 50, las mujeres preferían los muchachos de corte 'al Humberto' y aspecto impecable, y desde entonces he visto muchas modas, desde los hippies de pelo largo hasta los punks de pelo azul. Cualquiera de ellos hubiera fracasado consiguiendo pareja en los 50, pero ello no tiene nada que ver con la supervivencia en la guerra fría o con los peligros de la era post Chernobyl. Simplemente los gustos de hombres y mujeres han cambiado simultáneamente. Ese proceso semeja el de la selección sexual y se diferencia en que ha ocurrido extraordinariamente más rápido".
Las posibilidades son infinitas. Por lo que a la selección sexual se refiere y si Darwin estaba en lo cierto, si la humanidad sobreviviera otros 20 mil años, muy bien podría haber entonces mujeres con ojos rojos y cabello verde, y hombres enamorados de ellas.