OLOR AL ARTE

Inventan perfume invisible para detectar obras robadas.

25 de junio de 1990

Con el florecimiento de los mercados de arte, el valor exagerado de las pinturas ha estimulado la codicia de los ladrones de obras, cuya actividad es cada día más lucrativa. Una vez cometido el robo, la mayor esperanza de recuperar el botín es en las aduanas, pues el delito casi siempre es internacional.

Para aprovechar esa debilidad, los museos y los grandes coleccionistas lo han intentado todo, desde marcar sus preciadas posesiones con tintas invisibles y marcas fluorescentes, hasta usar implantes de metal detectables con rayos X. Pero los recursivos amigos de lo ajeno han podido superarlo todo.

Recientemente, sin embargo, se anunció un nuevo método que podría ser la solución. Se trata de un marcador que permitiría el reconocirniento de una pintura robada, por su olor.

La idea es de la inspiración conjunta de Claudine Masson, una científica del Laboratorio de Neurobiología Comparativa de Bures sur Ivette, y Marie-Frace Thal, jefa del laboratorio de olfactometría de la Comisión Francesa de Energía Atómica. Las investigadoras buscaban un líquido invisible que pudiera ser atomizado sobre la obra de arte. El inconveniente, por supuesto, era que no podría tratarse simplemente de una pintura aromatizante que pudiera olerse a simple olfato, porque si los ladrones se enteraran, podrían inventar sus propios métodos para eliminarlo o disfrazarlo.

La respuesta era inventar un aroma que pudiera ser detectado por los olfateadores profesionales, esto es, los perros. En general, los perros perciben dos clases de olores: aquellos que nacieron para reconocer, como las feromonas, y los que aprendieron a distinguir. Las investigadoras sabían que los primeros no servirían, porque los ladrones podrían detectarlos por el sencillo procedimiento de a sus propios perros a oler el botín para saber si estaba o no marcado.

Por eso, las científicas francesas optaron por una mezcla de esencias que fuera completamente ajena al olfato natural de los perros. El contenido exacto de la receta se mantiene, por supuesto, en secreto. Los ingredientes incluso se pueden variar para individualizar el objeto. En esa forma, una vez el perro aduanero detecte que hay algo anormal, el laboratorio podría entrar a deterrninar la identidad de la obra.

A pesar de la evidente utilidad del invento, su aceptación en el exclusivo mundo del arte no ha sido universal. Muchos curadores son escépticos, pues se resisten a tratar a sus obras con productos químicos. Antes de que el marcador se generalice, sus inventoras deberán comprobar a los interesados que el remedio no es peor que la enfermedad.-