Los galardonados bromean durante la ceremonia de los premios Ig Nobel 2010.

CIENCIA

Reír y pensar

British Petroleum ganó el Ig Nobel de Química, por demostrar que el agua y el petróleo sí se mezclan, y Goldman Sachs, el de Economía, por sus novedosas formas de invertir el dinero.

Álvaro Montes
9 de octubre de 2010

El ganador del Premio Nobel de Física 2010, el científico ruso Andre Geim, ya había recibido diez años atrás un premio no menos codiciado: el Ig Nobel, que se entrega en paralelo a la ceremonia de la Academia Sueca, en un teatro en la Universidad de Harvard, a aquellos investigadores que realizaron aportes cómicos o insólitos a la ciencia. Geim, ganador del Nobel la semana pasada por sus investigaciones en ciencia de los materiales, había ganado el Ig Nobel en 2000, por utilizar imanes para hacer levitar a una rana.

Los premios Ig Nobel son ya una aceptada y aplaudida tradición entre la comunidad científica, lo que demuestra el buen sentido del humor de los sabios, quienes acuden a la ceremonia de premiación, en medio de risas y bromas. El jurado está compuesto por ganadores de Nobel verdaderos, y los ganadores de Ig Nobel son a menudo importantes y reconocidas figuras de la ciencia. Por supuesto, hay una carga de sarcasmo político, como el Ig Nobel de Economía 2010, entregado a los directivos de Goldman Sachs, Lehman Brothers y Merrill Lynch, los bancos de inversión más comprometidos con la reciente catástrofe financiera internacional, por “promover nuevas maneras de invertir el dinero – formas de maximizar la ganancia financiera y minimizar los riesgos para la economía mundial”. Naturalmente, nadie de estas instituciones se hizo presente en la ceremonia, que tuvo lugar el pasado 30 de septiembre. El Ig Nobel de Química lo ganó la British Petroleum, “por demostrar que era un error la vieja creencia de que el agua y el petróleo no se mezclan”. En 2000 fue conferido el Ig Nobel de Paz al notable científico Edward Teller, creador de la bomba de hidrógeno y arquitecto del proyecto norteamericano ‘guerra de las galaxias’, concebido durante la administración Reagan, “por sus esfuerzos de toda la vida para cambiar el significado de la palabra paz”.
 
Siempre hay trabajos científicos hilarantes: el premio Ig Nobel de Salud Pública fue conferido este año a los investigadores de Maryland que comprobaron que los microbios se adhieren a los científicos con barba, y el de Biología a un grupo de científicos chinos que descubrió cierto tipo de murciélagos que practican la felación al más puro estilo humano. El exceso de especialización en las investigaciones suele conducir a la trivialidad. El científico británico Richard Stephens, de la Universidad Keele, comprobó –tras sesudos estudios– que nada como un buen madrazo para aliviar el dolor cuando alguien se golpea el pie. Ganó el Ig Nobel de Paz este año. Y un equipo de profesores de la Universidad de Catania, ganador del Ig Nobel de Gerencia 2010, demostró matemáticamente que las organizaciones serían más eficientes si seleccionaran sus directivos al azar. Bueno, en realidad no es una conclusión tan estúpida y no estaría de más probar el método en ciertas instituciones colombianas.
 
Revisar la lista de ganadores de años anteriores es una manera fantástica de divertirse: en 2008, una investigación en economía demostró que las strippers ganan menos dinero cuando están en pleno periodo menstrual; ese mismo año, el de Biología fue conferido a la investigación que demostró que las pulgas saltan más cuando lo hacen desde un perro que desde un gato. Y en la Universidad de Berna demostraron que un golpe en la cabeza con una botella de cerveza vacía es más peligroso que con una botella llena.
 
Improbable Research es la organización detrás de estos premios. “Nuestro objetivo es que la gente ría y después piense”, dice el fundador, Marc Abrahams, editor también de la revista de humor científico Annals of Improbable Research, que divulga investigaciones realmente jocosas, como el estudio taxonómico del dinosaurio Barney (Academy of Natural Sciences, Filadelfia), la anatomía de los centauros (Universidad Ludwig Maximilian, Múnich) o la carta astrológica de las bacterias, entre otros clásicos.