SIDA 1988

Para comenzar el año tres noticias malas y una buena sobre el SIDA

8 de febrero de 1988

Cuando se habla del SIDA, las noticias suelen ser malas por un lado y peores por el otro, pero de vez en cuando se conocen informaciones de alguna manera optimistas sobre la epidemia. Eso es precisamente lo que ocurrió la semana pasada.
Una investigación conducida por el doctor Igor Grant, de la Universidad de California, llegó a una conclusión compartida por otros investigadores: que el virus del SIDA afecta la mente del infectado aún mucho antes de que éste comience a sufrir los síntomas de la enfermedad. Uno de los investigadores, comentó al periódico Washington Post que los síntomas de pérdida de capacidad mental recuerdan a los de la enfermedad de Alzheimer, sólo que ésta ataca exclusivamente a las personas de edad avanzada.
El doctor Grant y sus colegas reclutaron un grupo de 55 hombres de un sector de homosexuales de San Diego y les practicaron pruebas sicológicas y neurológicas. Dividieron el grupo en cuatro: 15 afectados de SIDA, 13 con el virus pero afectados por ahora con enfermedades relativamente benignas, 16 seropositivos, esto es, portadores del virus pero sin síntomas, y 11 hombres sanos.
El porcentaje de fallas en el grupo testigo de hombres sanos fue del 9%, pero del 87% en los afectados por el SIDA. Pero lo más sorprendente es que dentro de los portadores sin síntomas la rata fue del 44%.
Sin embargo, la pérdida de capacidades mentales y la demencia no son lo único que espera a los afectados del SIDA además de los devastadores síntomas ya conocidos. También se reveló la semana pasada que se han descubierto trazas del virus en la retina de los pacientes que murieron a consecuencia de la enfermedad, lo que significa que la ceguera no se presenta solamente por una infección consecuencial a la pérdida de defensas del individuo sino, directamente por acción del virus. Hasta ahora, se estima que del 10 al 15% de los pacientes de SIDA tienen problemas de visión al menos en un ojo.
Si las noticias anteriores parecen insuperablemente malas, la siguiente parece superarlas. Ahora, cuando los científicos parecían en proceso de familiarizarse con el flagelo, se ha comprobado la aparición de un nuevo virus, llamado HIV-2. El hallazgo es atribuido al doctor Luc Montaigner, uno de los descubridores del SIDA, quien trabaja para el Instituto Pasteur de París.
El descubrimiento ha suscitado un gran debate entre los científicos, pues hay una gran corriente que opina que se trata de un hermano menor y no tan mortal del SIDA. Otros, sin embargo, opinan que no hay ninguna razón para creer que no es tan virulento y piensan que el reducido número de casos atribuídos al HIV-2 puede deberse a que es más lento para actuar o a que es más nuevo para la población.
Pero ni un panorama tan desolador como el del SIDA puede carecer de una luz de esperanza. Al menos en los Estados Unidos, se considera que la primera etapa de la epidemia está llegando a su fin. El virus está firmemente afincado en las comunidades de alto riesgo, como los homosexuales, los bisexuales y los drogadictos y podría pensarse que la siguiente etapa sería su diseminación, como una catarata, entre la población general. Sorprendentemente, eso no ha ocurrido. Lejos de una catarata, la diseminación ha parecido más bien una regadera.
De todas maneras, los expertos opinan que no hay motivo para pensar que las cataclísmicas predicciones de hace un año eran falsas. El Centro para el Control de Enfermedades, un organismo del gobierno norteamericano, presentó a la Casa Blanca un estudio que sugiere que aunque el patrón de diseminación es estable, su curso continúa impredecible. La epidemia sigue siendo catastrófica entre los homosexuales y para los drogadictos intravenosos, cuyo porcentaje de infección varía entre 35 y 50%.
Entre tanto, la buena noticia es que fuera de esos dos grandes grupos, el virus no parece haber encontrado un vehículo de contagio que le permita extenderse masivamente. Esto significa que si usted no es ni homosexual ni drogadicto intravenoso, sus riesgos de contraer el SIDA son bastante bajos. Este panorama es particularmente optimista para un país como Colombia, en donde el homosexualismo no está generalizado y la incidencia de la drogadicción intravenosa es prácticamente nula.