SIN ATADURAS

El velcro, producto sin antecedentes, podría eliminar a la larga desde los cordones hasta los tornillos..

11 de julio de 1988

Cada cierto tiempo, irrumpe en la vida del hombre algún producto tan novedoso y sugestivo, que su marca de fábrica pronto se convierte en la expresión genérica para todo lo que se le parezca. Así pasó con la aspirina, el betamax, el clínex y muchos otros, pero el más reciente parece ser el velcro. En las horas que corren, por ejemplo, resulta bastante difícil que un adolescente acepte unos zapatos tenis que deban sostenerse con el anticuado procedimiento de atarse unos cordones. Si no vienen equipados con velcro, están en la frontera del out.
Todo comenzó en los ya lejanos años cuarenta, y contra la creencia generalizada, no en los Estados Unidos sino en Suiza. Un ingeniero suizo, Georges de Mestral, regresó un día de 1948 de un paseo por el campo con sus pantalones y su perro repletos de esos cardos verdes tan difíciles de despegar, y su curiosidad de científico --pero tal vez también su furia de explorador amateur--le hizo llevar los cardos bajo el microscopio. Allí descubrió la verdad: los pegajosos cardos se componen de cientos de ganchos minúsculos que se enredan en cualquier superficie medianamente fibrosa. De inmediato se imaginó la forma como se podría reproducir esa configuración con nylon (otra marca convertida en genérico) y llamó su loca idea velcro por velvet (terciopelo) y crochet (ganchillo).

A pesar de que el invento original tiene ya 40 años, solamente hace unos pocos comenzó a generalizarse como remplazo de botones, ganchos y dondequiera que se requiriera unir dos piezas para despegarlas a voluntad.
Hoy el mercado mundial es dominado por Velcro USA, subsidiaria norteamericana de una compañía holandesa con intereses en toda Europa y en Asia. Pero a pesar de su éxito, los productores están empeñados en dos objetivos fundamentales: luchar contra la competencia--que no podía faltar--de parte de los paises del Lejano Oriente, con Hong Kong y Japón a la cabeza, que aprovechan que la patente original ya venció, y conseguir la aceptación del velcro como un producto serio, lleno de posibilidades, y no como una forma simpática de "amarrarse los tenis".

Y es que el velcro llegó hace rato a la mayoría de edad. El ejército norteamericano, para seguir con el sino de los tiempos, eliminó de sus uniformes casi todos los botones, otrora terror de los reclutas en las revistas. Eso dio lugar a uno de los retos más pintorescos de la fábrica: producir un velcro que cuando deba desprenderse en combate, no convierta al alertar al enemigo, el familiar "rip" en R.I.P.
William Kennedy, gerente de la fábrica, anuncia feliz que "ya hemos reducido el nivel del ruido en un 95%", y aunque rehusa mencionar cómo lo han logrado, acepta comentar que el problema está "en un 60% en los ganchitos y en un 40% en el otro lado".

A pesar de lo simpático que resulta siempre, el velcro no es ningún chiste. Sus aplicaciones están mencionadas al menos en 5.000 patentes sólo en los Estados Unidos y las proyecciones son impresionantes. Leon Kinawa, director de mercadeo, afirma que muchas partes del transbordador espacial norteamericano se sujetan con velcro: "Hay cientos de metros cuadrados en cada vuelo. Muchas cosas del interior, los paquetes de comida, hasta los astronautas mismos, se sujetan en su puesto con Astro Velcro, hecho con Teflón ganchos de poliéster y una base de "vidrio beta".

Pero aparte de eso, los médicos de las nuevas generaciones se distinguen por usar tensiómetros equipados con velcro, sin contar con las innumerables aplicaciones en los objetos de la vida diaria, desde las billeteras hasta los juguetes infantiles, pasando por el corazón artificial Jarvik-7.

Sin embargo, lo bueno del velcro está aún por verse. Si bien hoy aparece en lugares tan extraños como la torreta del tanque M-1 de los norteamericanos--donde contribuye a su giro-o en las centrales nucleares donde sujeta materiales de aislamiento radiactivo, las aplicaciones más inesperadas estan aún en proyecto.

Muchas de ellas se basan en que el velcro es mucho más fuerte de lo que la gente cree. La fuerza con que sujeta, dependiendo de su tipo, es de casi un kilo por centímetro cuadrado. Si se tiene un metro cuadrado, se obtiene una fuerza de una tonelada.
Explorando esas posibilidades, un equipo de investigadores de la fábrica, en colaboración con técnicos de la General Motors, experimentaron el material en todas las partes en que fuera posible en el ensamblaje de un automóvil. Para ello usaron formas más fuertes de velcro, que pusieron para fijar asientos, techo, para sostener la batería, los conductos de combustible, algunas partes mecánicas y hasta los parachoques. Tras un manejo de prueba equivalente a 80 mil kilómetros, se desmontaron las piezas, y se encontró que, los parachoques, por ejemplo, se habían aflojado más por donde estaban sostenidos por tornillos que donde se sujetaban con velcro debido a que éste, a diferencia de aquellos se fija aún más con la vibración.

Pero aparte de las aplicaciones de fuerza más insólitas, como el anclaje de las alas de los aviones, el siguiente paso puede ser el velcro comestible para cerrar, por ejemplo, los perros calientes. Semejante desarrollo demostraria, para los que tienen dudas que el velcro puede ser el producto industrial más versátil de la historia. --