UNA SANGUIJUELA EN SU FUTURO

Regresa triunfal el instrumento médico más antiguo

21 de septiembre de 1987

Pocos animales han sido tan repudiados y al mismo tiempo tan apreciados como las sanguijuelas.
Su repulsivo aspecto, frente a la utilidad que representaron para el hombre durante siglos, hacen que sobre esos animalitos solamente se puedan tener sentimientos encontrados. De todas maneras resulta difícil acomodarse a la idea de que las sanguijuelas, tan feas como son, están haciendo su regreso triunfal al mundo de la medicina y la investigación científica, pero en esta ocasión, no solamente como instrumento terapéutico, sino como objeto de investigación por su extraordinaria simplicidad fisiológica, que permite estudiar en una escala más accesible, cómo funciona el sistema nervioso de los animales, incluído, naturalmente, el hombre.
Las sanguijuelas existen prácticamente en todo el mundo, en todos los climas y tipos de aguas. Su hábitat preferido son los pantanos y los arroyos, y allí han desempeñado hasta papeles en películas famosas, como en "La reina del Nilo", al lado de Humphrey Bogart, en la que ponían el toque dramático al adherirse por cientos a su víctima en medio de los gritos de las señoras en la sala de proyección. Su medio de reproducción no es más simpático que el resto del animalito, pues son hermafroditas y en ocasiones de un solo encuentro resultan fertilizados ambos individuos. Si no fuera por su peculiar manera de alimentarse, que llegó a considerarse benéfica para la salud de los seres humanos, su paso por la historia natural habría sido distinto.
La idea de usar las sanguijuelas para realizar sangrías en hermanos fue un subproducto de la creencia de que las enfermedades eran causadas por un exceso de sangre corrupta o por un desbalance de los humores corpóreos. La sanguijuela no solamente consume de cinco a diez veces su peso en sangre durante una aplicación de media hora, sino que la herida sangra durante horas por razones que los científicos solamente ahora comienzan a entender. Sin embargo, hasta el siglo XIX, el uso de sanguijuelas estaba reservado a "las mujeres y las personas tímidas" y a partes delicadas del cuerpo, pues para sacar sangre siempre ha habido medios más prácticos y radicales, aunque, si cabe, menos civilizados, como las lancetas, las sangraderas, y otros instrumentos afortunadamente olvidados. Pero en su climax, entre 1820 y 1850, el entusiasmo por las sanguijuelas llegó casi a la locura.
El entusiasmo se disparó a tales extremos, que se estima que las sanguijuelas llegaron a extraer más de 363 mil litros de sangre francesa por año. En un caso tan romántico como la época, se presentó el intento de suicidio de una joven mujer que se retiró a sus habitaciones con 50 sanguijuelas y el propósito de no salir de allí con vida. Intento fallido, pues como casi todos sus contemporáneos, la joven dama sobreestimaba los poderes de los bichos. De cualquier forma, la demanda llegó a ser tan grande que la sanguijuela estuvo en peligro de extinguirse. La gente las recogía con el simple procedimiento de caminar por los pantanos dejando que los animalitos se adhirieran libremente a las piernas. Tan primitivo método permitó en 1824 que Alemania exportara a Inglaterra 5 millones de sanguijuelas en un solo envío. Las compras fuera de Europa Central hicieron que el gobierno ruso creara un impuesto de exportación y hasta que estableciera temporadas de caza.
El desprestigio, sin embargo, atacó a las sanguijuelas precisamente como un resultado de su extraordinaria popularidad. Como la gente creía que eran la panacea medicinal, llegaron a utilizarlas hasta extremos intolerables, sólo adecuadas para las peores historias de horror. Pronto, con el advenimiento de aproximaciones más "modernas", la sanguijuela se consideró cosa del pasado.
A pesar de toda esa locura, los estudios que los científicos del siglo pasado hicieron sobre la sanguijuela sirvieron de base para los desarrollos que se han logrado últimamente. Desde entonces se supo que ella tiene células nerviosas de gran tamaño y accesibilidad, que hacen el estudio de su sistema especialmente fácil. Con este animal fue posible que los investigadores aislaran las neuronas para estudiarlas en detalle.
El científico norteamericano Gunther Stent, tuvo la idea de aprovechar esas características para hacer un análisis total sobre la forma como el sistema nervioso controla un patrón complejo de comportamiento, algo que jamás se había logrado en ningún animal. Dado lo conservador de la naturaleza, los mecanismos biológicos tienden a repetirse de una especie a otra, por lo que descifrar el mecanismo, por ejemplo, de mascar o de nadar en una especie, puede llevar a un mejor entendimiento de cómo funcionan mecanismos similares en especies más complejas y, eventualmente, a entender porqué a veces falla el sistema nervioso humano y cómo repararlo. Luego de 16 años de estudios y análisis, en 1986 Stent y su grupo de investigadores de la Universidad de Berkeley en Estados Unidos, llegaron a entender hasta la saciedad el mecanismo del nado en la sanguijuela, en lo que se consideró un triunfo de la investigación básica.
Sin embargo, las posibilidades de investigación son apenas una parte de lo que los desagradables animalitos tienen para ofrecer a la comunidad científica internacional. Lo más interesante está en lo que las sanguijuelas dominan mejor, o sea en la acción misma de succionar la sangre para alimentarse.
Uno de los investigadores que más se ha adentrado en el mundo de las sanguijuelas es el norteamericano Roy Sawyer, afirma que "la sanguijuela debe ser un poco engañosa para alimentarse. Cuando muerde a su víctima, segrega un verdadero coctel de químicos que incluyen, posiblemente, un anestésico para evadir la detección del sujeto, y para subvertir la propia sangre del mismo a sus propios y retorcidos fines".
La verdad es que desde el siglo pasado los científicos saben que la sanguijuela segrega un anticoagulante llamado hirudina, destinado a trabajar principalmente en su tracto digestivo para mantener líquida la sangre ingerida, con lo que la sanguijuela evita quedar como una morcilla mientras digiere su cena.
Pero además, para sacar la sangre y poderla comer, la sanguijuela se apoya principalmente en un químico que dilata las venas y en una secreción que se ha dado en llamar "factor de expansión", que disuelve el "cemento" que fija a las células entre sí. En sus investigaciones, Sawyer afirma especulativamente que este factor de expansión podría ser la causa de que durante tanto tiempo se creyera en las facultades curativas de la sanguijuela:
muchas bacterias están protegidas por una especie de cápsula protectora, que según Sawyer sería disuelta por el factor mencionado de la saliva de la sanguijuela, dejando a la bacteria indemne contra la acción de las defensas inmunológicas del paciente.
En medio de sus experimentos, se le ocurrió a Sawyer que las distintas especies de sanguijuelas, por haber evolucionado independientemente, deberían producir diferentes sustancias teniendo en cuenta las diversas especies de animales cuya sangre constituiría su menú. De esa forma, centró su investigación en una especie de sanguijuela gigante que existe en el Amazonas y que tiene la particularidad de ser una de las pocas que se especializa en sangre de mamíferos. En ese camino, junto con Andrei Budzinski, un profesor de bioquímica de la Universidad de Temple, descubrió que la sanguijuela gigante del Amazonas produce un anticoagulante hasta ahora desconocido, que llamaron hementina. Mientras la hirudina, el anticoagulante ya conocido, neutraliza la enzima necesaria para formar las fibras proteínicas de un coágulo, la hementina ataca una proteína del plasma sanguíneo, con lo que no sólo previene la coagulación sino que disuelve los coágulos ya formados. Como si fuera poco, a diferencia de otros anticoagulantes, la hementina resultó ser indiferente a las sustancias de defensa que el plasma humano tiene para prevenir la disolución de las proteínas. Sawyer predice que, con el tiempo, "las secreciones de las sanguijuelas llegarán a ser para los desórdenes cardiovasculares lo que la penicilina fue para las infecciones".
Esas propiedades de sus secreciones son las que, por otro lado, han hecho que la sanguijuela haya recobrado parte de su importancia terapéutica, que ahora se reserva al tratamiento de ciertas operaciones de microcirugía, como los reimplantes de algunas partes, como las orejas, que son irrigadas por venas de tamaño microscópico.
La creciente demanda que ha vuelto a tener esa babosa criatura, ha hecho que su principal estudioso, el doctor Sawyer haya establecido en Gales una granja en la que las cría industrialmente para su distribución alrededor del mundo. Cada año, envía más de 25 mil babosas a sus clientes, principalmente investigadores y microcirujanos.
Las posibilidades de la maravillosa sanguijuela están aún por desarrollarse plenamente, pero más de un observador desprevenido ha soñado ya en la reproducción de sus propiedades químicas por medio de la ingeniería genética, para que las virtudes de la sanguijuela puedan disfrutarse sin el principal problema que esos animalitos tienen, o sea su presencia física.-