Líderes del mercadeo en Colombia
¿Qué tan diferentes son los consumidores colombianos? Esta es la historia de éxito del mercadeo criollo
La comunicación en Colombia es muy emocional y se enfoca en los atributos del producto y la cotidianidad. Una estrategia de alta recordación y bajo presupuesto que ha tenido grandes casos de éxito. Aquí un repaso por la historia del mercadeo criollo.
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No es cierto que el mercadeo pueda crear necesidades, pero sí puede crear nuevos tipos de consumidores. Las necesidades ya están creadas y las empresas generan productos y servicios para satisfacerlas cada vez mejor. Sin embargo, ante estos nuevos productos cambian los comportamientos de los compradores y de los consumidores, porque al tener un nivel de satisfacción con otros estándares, una forma de comprar nueva o una forma de consumir diferente, muchos aprenderán cosas que los cambiarán de por vida.
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Esto ha pasado en todo el mundo, por muchos años, y Colombia no es la excepción. En los últimos diez años hemos visto la llegada de productos y servicios que nos modificaron para siempre. El ejemplo más claro puede ser el Smartphone, que nos dio movilidad, comunicación global, entretenimiento y hasta seguimiento de nuestra salud. Otro caso es Uber, que cambió la forma de pedir el transporte. En Colombia esto tuvo un fuerte impacto y consolidó la llegada del llamado consumidor nativo digital, que se refiere a las personas que desde su nacimiento tuvieron acceso a la tecnología; sin embargo, nuestros nativos digitales son diferentes a los de países desarrollados: tenemos Smartphone, Uber y miscelánea, tienda de barrio y pagamos en efectivo.
En la historia del mercadeo a la colombiana podríamos ahondar en los precios (regateo y ñapa), los productos (bocadillo, menudeo y agua en bolsa), los canales (tienda de barrio, el vendedor ambulante y el que vende en el bus) o en la publicidad (avisos pegados en los postes o grafitis en el piso) y ver las diferencias con el mundo desarrollado, con códigos de barras, leche de almendras, amazon boxes o las vallas de Times Square. La comunicación en Colombia es muy emocional y se enfoca en los atributos del producto y la cotidianidad. Esta forma de comunicación es de alta recordación y bajo presupuesto. Un buen ejemplo es Dolorán. Claro, esto migró en los últimos años a la escuela de Quala, donde después de los éxitos de comunicación con Frutiño (emoción, atributos, figura pública y jingle), revolucionaron la publicidad de productos masivos.
En la última década han cambiado muchas cosas. Posiblemente menos de las que esperábamos después de la pandemia, por lo que vale la pena recordar el poder de la nostalgia, el recuerdo y el vínculo emocional de productos como Chocoramo, que lanza continuamente alianzas indulgentes de marca en un entorno de percepciones de consumo menos dulce.
El comprador colombiano en promedio hoy compra 9 por ciento más cosas que hace diez años (pagando casi el doble); recuerda 831 marcas (706 antes), dice amar 796 marcas (769 antes) y solo recomienda 643 marcas hoy, antes 613 (datos del ConsumerTrack de Raddar). Esto deja ver un tema fundamental: el colombiano es desconfiado y por eso nuestro mercadeo criollo debe demostrarle continuamente que no lo está engañando, recordando esa gran hazaña de Enrique Luque Carulla, de sacar las primeras papas de paquete sin ventana frontal, porque le prometió al consumidor que siempre estarían enteras, frescas y crocantes: le cumplió y cambió el mundo de los empaques (aunque aún Ramo mantiene esas ventanas).
Nuestro consumidor hoy es cercano a lo que pasa en el mundo y continúa atado al pasado, viendo TikTok en la tienda de barrio, tomando Colombiana con pan francés.
* Fundador de Raddar