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JORGE HUMBERTO BOTERO

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Caída libre

Estamos sumidos en una crisis política profunda. Seriedad, prudencia y patriotismo se requieren para afrontarla.

6 de junio de 2023

Ya veníamos en una situación compleja por las denuncias derivadas del posible hurto de unos dineros en la casa de la jefe del Gabinete, cargo que no puede existir en nuestro orden constitucional. Es el presidente quien nombra y retira a los ministros de sus cargos, y la única persona del Gobierno que sobre ellos puede ejercer autoridad. Lo que hemos presenciado es un poder de facto ejercido por una persona que, a pesar de su inexperiencia, y por designación de Petro, entró a desempeñar funciones suyas que no es capaz de asumir.

Las escandalosas denuncias de Benedetti implican un deterioro aún mayor de la situación: la autoimputación de cuantiosas financiaciones ilegales en la campaña presidencial, la insinuación de que, además, esos recursos fueron de turbio origen, todo esto adicionado con el señalamiento de que comparte con el presidente el consumo habitual de drogas prohibidas, ha colocado a Petro en una situación vulnerable. La suspensión por esta semana de la agenda legislativa, anunciada ayer por el presidente de la Cámara, protocoliza la crisis.

No son fáciles las salidas institucionales. Nuestra Constitución no contempla la posibilidad de convocar a elecciones anticipadas, un mecanismo propio de los sistemas parlamentarios que operan en Europa. En Iberoamérica, y siguiendo el modelo de los Estados Unidos, los periodos del Congreso y el presidente son fijos. Tampoco es posible aquí la muerte cruzada, un mecanismo exótico adoptado en Ecuador.

Es comprensible que el Pacto Histórico promueva la solución menos costosa posible para ese partido: la recuperación de la alianza con los partidos tradicionales que el propio presidente desbarató con su habitual rudeza. Esta propuesta tendría que incluir las iniciativas ya presentadas (salud, pensiones, laboral), otras que preocupan a muchos sectores (energía, hidrocarburos, minería e infraestructura) y contener tópicos que el gobierno ha ignorado: crecimiento económico, productividad, competitividad y formalización del empleo. Paz y seguridad ciudadana serían temas ineludibles. Las concesiones que el gobierno haría en este campo serían la contrapartida de la continuidad de Petro en el cargo.

No sería una mala alternativa. Sin embargo, dada la magnitud de las escandalosas revelaciones en curso, este escenario es, en el momento, inviable. Los adversarios del gobierno preferirán esperar nuevos torrentes de aguas cloacales antes de negociar acuerdos de gobernabilidad.

Nadie ha planteado una opción que es posible aunque indeseable: la declaratoria por el Senado de que se ha producido una vacancia absoluta de la presidencia de la República por incapacidad física permanente de su titular, y el llamamiento consecuencial a la vicepresidenta para que asuma la presidencia.

Esta alternativa implicaría que el presidente se sometiera al dictamen de médicos forenses, posibilidad que probablemente rechazaría; en consecuencia, el Senado tendría que fallar con argumentos de naturaleza abstracta, una mala solución. La causa de esa supuesta inhabilidad para gobernar derivaría del consumo de sustancias prohibidas. Sin embargo, es preciso admitir que, en ciertos casos, esa conducta produce perturbaciones momentáneas en la salud, no necesariamente definitivas. Lo que es ilegal no es per se tóxico para el consumidor, así se llame Petro o Benedetti. Esta es, recordémoslo, una de las grandes falencias de la guerra contra las drogas.

Además, este curso de acción podría incendiar el país. Las huestes petristas, así carezcan de las mayorías —y habilidades— para gobernar, pueden paralizar muchas actividades económicas y generar disturbios que impliquen pérdidas de vidas y daños materiales elevados.

Es también factible la destitución del presidente por el Senado, previa acusación por la Cámara de Representantes. Antes de que esta pueda decidir, debe instruirse el proceso por la Comisión de Acusación e Investigación (famosa por su ineficiencia). A lo anterior hay que añadir que la admisión de la causa por el Senado determina que el presidente queda de jure suspendido. Todo este proceso es largo y traumático. Tal vez esta circunstancia explique que en nuestra historia como nación independiente ningún presidente en ejercicio haya sido destituido.

Las causales son dos: la comisión de delitos, y “la indignidad por mala conducta”. Las acusaciones de Benedetti sobre financiamiento irregular de la campaña presidencial pueden dar lugar a responsabilidad penal. Los aspectos de la vida personal del presidente que saldrían a la luz quizás fueren suficientes para que se declare su indignidad para desempeñar la magistratura presidencial. No lo sé. Si fuere destituido por este motivo, y los indicios por actuaciones criminales son suficientes, el caso pasaría a la Corte Suprema de Justicia. En teoría, el presidente podría terminar en la cárcel…

Este dilatado viacrucis hacia la destitución está a punto de comenzar; ya fue anunciado, como es natural que suceda, por la oposición. No es posible conjeturar en este momento cuál podría ser el resultado. Sin embargo, si la evolución de los acontecimientos le fuere adversa, sería probable que el presidente esté dispuesto a renunciar, siempre que se respete la regla que de derecho a la vicepresidente a ser su reemplazo hasta el final del periodo.

Esa sería buena opción para el país. Primero, porque es una salida institucional; segundo, porque no hay motivos para reprochar a la señora Márquez actuaciones delictivas; y tercero, porque la hipotética condena al presidente por indignidad es estrictamente personal; a ella no la contamina. (A quienes no les guste que el Pacto Histórico gobierne les corresponde derrotarlo en la elecciones de 2026).

Si el momento llega, a Petro podría igualmente parecerle una buena alternativa. Richard Nixon, que es recordado por su talento excepcional, la acogió. Vivió tranquilo el resto de su vida y dejó un gran legado político.

Briznas poéticas. Escribe Elkin Restrepo: “Ni muy alegre ni deprimido, ajeno más bien a todo, / más bien retraído de la tarea / que cada nuevo día propone, / me refiero a eso de tantear una verdad, / de organizar un rumbo. / De buscar salida al más leve extravío. / La luz fría de esta mañana pesada descansa los nervios / y deja ver —como si se tratara de una revelación—, / el oro suelto de otro fuego”.

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