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Daniel Felipe Briceño Montes

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El falso cambio

El cambio que prometieron es un fraude, no existe. Y lo anterior no es porque un establecimiento o la oposición lo esté impidiendo, sino porque el propio Petro decidió hacer todo lo que fuera necesario para ganar la Presidencia.

7 de junio de 2023

En medio del ruido, las denuncias, debates y revelaciones por las que atraviesa en estos días el gobierno de Gustavo Petro, la gran promesa de campaña de transformar las viejas prácticas políticas, de alejarse de la corrupción, de no permitir las interceptaciones ilegales y de brindarle a Colombia una oportunidad de “cambio” se ha desvanecido.

Estoy seguro de que millones de personas en Colombia votaron convencidos de que el proyecto del Pacto Histórico representaba un rompimiento con la política tradicional, las malas formas de gobierno y en general con varios problemas enquistados por años que no le han permitido avanzar al país. Si en algo estuvo de acuerdo la gran mayoría es que querían probar algo distinto. Y no es para menos, la clase política colombiana en su gran mayoría ha sido mezquina, desconectada de las necesidades y la dinámica electoral ha permitido que por años los mismos políticos sigan en sus cargos de poder.

El discurso del presidente Petro en campaña fue muy hábil. Habló de cambio climático siguiendo las tendencias internacionales, atacó a la clase política tradicional, culpó al sector empresarial de la situación económica, prometió una “paz total”, anunció pensiones para quienes nunca habían cotizado y altos subsidios para los menos favorecidos. Todo en medio de un caos, descontento y en un escenario pospandemia que había lanzado a millones de colombianos a la pobreza.

Pero mientras en las tarimas se hablaba de cambio y con grandilocuentes discursos se dictaban todas las soluciones que Petro tenía para Colombia, tras bambalinas desfilaban politiqueros, quienes de la noche a la mañana se convertían al petrismo como si se tratara de un simple cambio de muda de ropa. En las elecciones de 2018, Petro entendió que en solitario no llegaría jamás a la Presidencia porque lastimosamente en Colombia muchos municipios siguen siendo feudos de familias y clanes que terminan incidiendo sobre el voto de la gente.

Lo anterior lo llevó a fichar a Roy Barreras y Armando Benedetti. Dos hombres con una amplia experiencia en el manejo de políticos y con los que aseguraba que importantes caciques regionales pusieran su grano de arena en el proyecto del “cambio”. Literalmente, Petro decidió venderle el alma al diablo. La estrategia le funcionó a la perfección con cuestionados personajes como Julián Bedoya, Carlos Andrés Trujillo, los Besaile, el Ñoño Elías, los aliados de alias la Gata, los Calle Aguas, los Montes, Los García, los Quessep, entre otros. Se pusieron la camiseta y movilizaron sus maquinarias para que el Pacto Histórico obtuviera la victoria.

Y como el diablo siempre cobra lo que le deben, ahora llevan meses pasando sus facturas al Gobierno nacional. Mermelada, escándalos y presiones han revelado que la campaña de los discursos potentes no era otra cosa que una cuadrilla de lo de siempre trabajando por debajo la victoria presidencial.

No es mentira que Petro y Francia Márquez obtuvieron millones de votos a consciencia, pero así mismo hoy -luego de diez meses de gobierno- tampoco me queda duda de que las mayorías para poder llegar al poder las completaron gracias al trabajo de aquellos que por años han colaborado con la corrupción, la pobreza, la miseria y la violencia en Colombia. Me apena ver a algunos que hoy, bajo la figura de “gobierno de coalición”, terminan justificando a esos políticos que tanto daño nos han hecho como país.

El cambio que prometieron es un fraude, no existe. Y lo anterior no es porque un establecimiento o la oposición lo esté impidiendo, sino porque el propio Petro decidió hacer todo lo que fuera necesario para ganar la Presidencia.

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