Home

Opinión

Artículo

Columna de opinión Marc Eichmann

Opinión

No más opresión

Las intenciones del Gobierno Petro se alinean perfectamente con devolvernos a esos tiempos de obscurantismo. Su rechazo a la prensa equivale a la quema feudal de libros.

Marc Eichmann
9 de abril de 2024

Habrá que repetirlo cien veces, mil veces, un millón de veces hasta que se entienda. Los países que se han desarrollado y han logrado un nivel de vida alto para su población lo han hecho dándole a sus ciudadanos la libertad de emprender, de producir bienes y servicios para los demás.

El Renacimiento, que arrancó en Europa en el siglo XVI, fue exactamente eso. Después de los tiempos oscuros de la edad media, de la invención de la imprenta y un renovado foco hacia el derecho a la libertad de las personas, a costa del absolutismo del Estado feudal religioso, surgió una sociedad en que primó la iniciativa individual, las artes, el comercio y las ciencias.

La edad media fue un período de opresión para la mayoría de las personas, una era en que los gobernantes de turno, fueran reyes o pertenecientes a la casta religiosa, monopolizaban no solo la riqueza, sino el poder de decisión en la sociedad. Recaudaban impuestos impagables, creaban grupos armados como los cruzados, torturaban a sus opositores por medio de la inquisición y defendían los derechos de su corte de aquellos que la pasaban mal.

Las intenciones del Gobierno Petro se alinean perfectamente con devolvernos a esos tiempos de obscurantismo. Su rechazo a la prensa equivale a la quema feudal de libros, su incremento irracional de impuestos por medio de la reforma tributaria y las alzas desbordadas de los precios de insumos de primera necesidad como la gasolina se equiparan a los impuestos que el príncipe Juan cobraba a sus súbditos en el condado de Sherwood.

La situación actual, a nivel contributivo es surreal. El presupuesto del Gobierno central es 500 billones de pesos, es decir, en promedio, diez millones de pesos por habitante, treinta millones de pesos por hogar al año. Hay que decirlo claro y de frente, el Gobierno central colombiano se gasta por hogar más de tres veces lo que se gana una persona que gana el salario mínimo. Lo grave es que solo el 10 % de los hogares tiene un ingreso superior a lo que gasta el Gobierno. Es decir que, si suponemos que el gasto del Gobierno se pudiera repartir equitativamente entre sus habitantes, el 90 % de los hogares recibiría un ingreso superior al doble de lo que recibe ahora.

Esto es francamente absurdo y, desafortunadamente, con un Petro que quiere hacer del Estado un protagonista cada vez más influyente en la sociedad, vamos en la dirección opuesta a la correcta. Petro ha demostrado que quiere un Estado que no solo maneje los dineros del presupuesto, sino tomar control de los dineros del sistema de salud, de las pensiones, de los servicios públicos, de la educación, tal como ocurría con los gobernantes de la edad media. Quiere controlarlo todo a costa de los colombianos de a pie, de usted, de mí, de la persona que usted se cruza en la calle, como ocurrió en Venezuela, donde la gente depende de Maduro y sus cajas CLAP hasta para comer.

El problema es que, adicionalmente, el gasto público no se ve. La Justicia se demora diez años resolviendo un pleito, la seguridad ciudadana no funciona desde hace décadas, la educación nos tiene en los últimos lugares en las pruebas PISA, la infraestructura es absolutamente precaria y la salud, que funcionaba relativamente bien, con niveles de satisfacción de los usuarios por encima del 80 %, la está acabando Petro con intervenciones que rayan en la legalidad.

Colombia debe tomar un camino absolutamente opuesto al que se esmera en imponer el Pacto Histórico. El Gobierno tiene que dejar de gastar los dineros de los colombianos ineficientemente y entregárselos a la gente, no por medio de subsidios, sino por medio de menores impuestos, por ejemplo, menor IVA, cuatro por mil y demás gravámenes que golpean por igual a los más necesitados. Como al buen árbitro, no lo necesitamos de protagonista.

Para que el dinero de los colombianos se multiplique y cree bienestar, somos nosotros quienes debemos decidir en qué se gasta nuestra plata, si en el Ministerio de la Igualdad, la JEP o si, sencillamente, el Estado no nos debe cobrar esos impuestos. Basta de hacerle el juego a la clase política que desde hace décadas nos promete que ellos gastan mejor nuestro dinero que nosotros mismos. Basta de impuestos, basta de falsas promesas. Busquemos un Estado eficiente con nuestros recursos y que deje de ser el negocio de unos pocos. Entre todos los gobiernos, el de Petro ha sobrepasado cualquier límite en ese aparte.

Noticias Destacadas