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La música que Trump no quiere oír

Agrupaciones de países como Zimbabue, Egipto y España se cuentan entre los afectados por las nuevas políticas migratorias del gobierno Trump. ¿Su música tiene algo que ver?

Juan Carlos Garay
20 de mayo de 2017

El pasado mes de marzo sucedió algo insólito para las relaciones internacionales: la Cumbre de Economía y Desarrollo de África, que se lleva a cabo todos los años en la ciudad de Los Angeles, se vio obligada a anunciar que no contaría con ninguno de sus invitados africanos. La razón era que a todos ellos les habían negado la visa de entrada a los Estados Unidos. Como resultado, tuvieron que pasar por el bochorno de desarrollar una Cumbre de África sin delegación de ese continente.

Este episodio es sintomático de las nuevas políticas de inmigración del gobierno de Donald Trump. Los casos se han multiplicado este año y, según un análisis del diario inglés The Guardian, los perfiles que más se han visto afectados son los de tecnólogos, deportistas, médicos, ciertos activistas políticos y (lo que nos interesa acá) profesionales de la música. Desde febrero hasta hoy, un total de diez agrupaciones musicales han visto truncados sus proyectos de realizar una gira por los Estados Unidos a pesar de estar anunciados y, en muchos casos, con boletería vendida.

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El primer caso se presentó en febrero: el cantante y guitarrista Oliver Mtukudzi, de Zimbabue, tuvo que cancelar a última hora un par de conciertos en Seattle. “Tuku”, como le llama su público cariñosamente, es el artífice de una música fresca y algunos de sus discos circulan en Colombia gracias a la distribución del sello Putumayo. De hecho, se presentó en Barranquilla en el año 2011. Una posible razón para que los Estados Unidos le hayan negado la entrada es su nacionalidad: Zimbabue está gobernada desde hace más de 20 años por el autócrata Robert Mugabe, si bien “Tuku” ha declarado su independencia política. 

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En marzo vino la peor racha: un total de siete bandas que estaban programadas para el Festival South By Southwest en Austin, Texas, fueron viendo cómo las visas les eran negadas y sus sueños de estar en esa tarima (una de las vitrinas más vitales para la música independiente actual) se desvanecían sin mayores explicaciones. Algunos, como el trío italiano de música punk Soviet Soviet, fueron retenidos en el aeropuerto, esposados y encarcelados una noche entera antes de ser devueltos a su país. 

Por su parte, la cantante del grupo egipcio Massive Scar Era, que también fue deportada, declaró haberle oído a un oficial de aduanas que había preocupación por los discursos que algunas bandas pudieran hacer sobre el escenario.

Otras prohibiciones serían risibles, de no ser por el grave tufillo de censura que se respira en todo este episodio. El dueto de jazz Yussef Kamaal hace música puramente instrumental; no se puede decir que tenga un mensaje directo en tanto no trabaja con letras, pero el nombre del grupo se parece al de Kamal Yussef, un artista revolucionario que fue el dolor de cabeza del establecimiento allá por los años 40.

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No se salvaron tampoco las propuestas multiétnicas: United Vibrations es una banda con sede en Inglaterra cuyos integrantes proceden de varios países. En sus fotografías promocionales, se enorgullecen de mostrar los diferentes tonos de piel que, a su vez, son los ingredientes para la buena receta de su sonido. Cuando se enteraron de que no podrían tocar en Austin publicaron un fuerte cuestionamiento en las redes sociales: “Queríamos conectarnos con nuestros hermanos y hermanas de este lado del mundo para compartir nuestro sonido. ¿Por qué no nos dejaron entrar? ¿Nuestros nombres? ¿La música? ¿Nuestro color de piel?”.

Y si la raza parecía ser una cuestión, la religión también ha sido mencionada. Apenas una semana después del escándalo de South By Southwest, una nueva noticia llegó desde la organización del Festival de Música Sacra de Nueva Orleans. La agrupación Golden Patrimony de Marruecos lamentaba no poder presentarse: aplicaron a las visas con todos los documentos en regla, incluida la invitación oficial por parte del festival. Golden Patrimony interpreta una música mística del islam conocida como gnawa, famosa por su ritmo hipnótico. El permiso de entrada les fue negado.

El caso más reciente se dio hace un par de semanas, cuando el grupo de rock español Medina Azahara recibió los resultados de sus solicitudes de visa: a todos se las concedieron, menos al teclista Manuel Ibañez. ¿Algo que ver con los toques arabescos de su música, que por cierto son exquisitos? Las autoridades de migración no responden, su silencio es parte de su poder. Por solidaridad con su compañero, la banda canceló la gira estadounidense.

Entre tanto, lo que ha sucedido es que estos artistas comienzan a tener una publicidad adicional. El hecho de ser “prohibidos”, o simplemente estar en las noticias de política internacional, ha multiplicado las visitas a su música en plataformas como Youtube o Spotify. Y la verdad es que conforman un buen playlist, variado, heterogéneo, multicultural, que podría llamarse algo así como “la música que Trump no quiere oír”.