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HOMENAJE

Chris Cornell: Un vacío que no se ha de llenar

La muerte del cantante sigue causando reacciones. El día de su entierro este texto de uno de sus seguidores intenta lidiar con una pérdida que tomará su largo tiempo sanar.

Alejandro Pérez
26 de mayo de 2017

En perspectiva, no puedo más que sentirme afortunado, por más que cada homenaje que veo me saca lágrimas y me devuelve al momento en el que entendí que no se trataba de una muerte falsa de twitter. Chris Cornell había fallecido, y la noticia me dejó sin aire el jueves 18, a las 3:30 de la mañana. No pude volver a dormir.

Aún no lo supero, menos hoy, sábado 26, un día después de su entierro en la ciudad de Los Ángeles. Asistieron figuras de todo tipo, Brad Pitt, Dave Grohl, Dave Navarro, Jimmy Page, Courtney Love, Gavin Rossdale, James Franco, Christian Bale, Josh Brolin, Billy Idol, Lars Ulrich, James Hetfield. También lo hicieron sus compañeros de banda en Soundgarden y Audioslave, y de aventura en la era Seattle, Krist Novoselic (Nirvana) y Jerry Cantrell (Alice in Chains). Todos a rendirle tributo a un ‘especial’.

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Foto tomada de Facebook - Denny Cortez

Tom Morello (Rage Against the Machine y Audioslave), Jeff Ament (Pearl Jam), Matt Cameron y Kim Thayil (Soundgarden) hablaron en la desgarradora despedida. En la tarde sus fanáticos pudieron acercarse, y la llenaron de tarjetas, flores y mensajes de amor eterno su tumba, que lee "Voz de nuestra generación, artista para todos los tiempos".

En la Radio Sirius XM dejó registrado uno de sus inolvidables ‘covers‘, este de Prince.

Cornell, ‘en grupo’

Por décadas pensé que ver a Soundgarden sería imposible. Pero a mis 37 años, en una semana memorable, cumplí el sueño. Fue igual de emocionante que ver a Pearl Jam en el patio de mi ciudad en 2015, una posibilidad que la muerte de Layne Staley y Kurt Cobain me negó con Alice in Chains y Nirvana. Así pues, vi a la excepcional banda y a su excepcional cantante en -tristemente- su última gira en el Fox Theater de Atlanta, el miércoles 3 de mayo (Cornell murió tras tocar en el Fox Theater de Detroit, la noche del 17 de mayo). Qué fortuna, qué dolor.

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Esa noche todo fue fiesta. Abrió la noche The Pretty Reckless, una banda liderada por una rubia contundente que sabe rockear, pero aún no tiene los pergaminos para levantar a la gente. Consternado le pregunté al hombre a mi derecha si la gente se la pasaría sentada todo el concierto. “Espero que sí”, respondió amargo. Por fortuna sus deseos se fueron al traste.

Esto pues cuando Soundgarden saltó al escenario el teatro estalló. La gente se paró y vibró, y cantó, y escuchó: hizo comunión, lo cual no es dato menor considerando que las audiencias estadounidenses suelen ser más frías que las nuestras. Yo no podía estar más feliz. No pude estar más feliz durante las más de dos horas que canté, salté, sudé, grité cada acorde, coro, verso y solo. Al finalizar su Encore me desplomé en mi silla (la agradecí solo en ese momento), desgastado, drenado y mojado, pensando en que si moría ahí, moría feliz.

La gira tenía un especial énfasis en el relanzamiento reciente de su LP, Ultramega OK. Así pues, el setlist repasó toda la carrera de la banda de Seattle. Descubrió joyas del pasado, repasó hits del maravillosamente pesado Badmotorfinger, arrasó con megahits del supremo Superunknown y de lo mejor de Down on the Upside, e hizo lugar para su más reciente producción, King Animal, que marcó su regreso después de una larguísima separación y la alegría de su legión de fanáticos.

Chris Cornell le habló al público, no mucho, ni poco, lo suficiente desde el corazón. En el inicio, exaltó la factura del teatro, un escenario de los años treintas que llamó “una joya de esas que ya no existen más y hay que apreciar”. Luego, en palabras que me siguen persiguiendo, mencionó el futuro y la emoción que este le producía. Rindió homenaje a sus compañeros Kim Thayil, Ben Shepherd y Matt Cameron al asegurar que Soundgarden era de las mejores bandas de rock de la historia (todos los presentes estuvimos de acuerdo), pero no lo dijo por vanidad, lo hizo para compartir que venían trabajando en material nuevo que presentarían antes de final de este año. Todos gritamos, sin la mínima posibilidad de imaginar que probablemente no escucharemos jamás ese material…  

Cada quién tiene sus canciones favoritas, estas son algunas de esta casa…

 

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Cornell, ‘solito’

En diciembre de 2016, el trabajo me dio la oportunidad de asistir a la primera edición del Festival Almax en Bogotá. Al ver el cartel, como muchos, pensé que era una lástima no tener a Soundgarden entero y conformarnos con Chris Cornell en solitario. Pero esa idea, por más cierta que fuera, resultó una preconcepción idiota. Esto escribí al respecto...  

El set acústico de Cornell sorprendió y decepcionó a algunos que esperaban una banda... pero no por eso dejó de ser íntimo y sublime, de una naturaleza poco vista. Lo intentó alguna vez Robi Draco Rosa en Estéreo Picnic, y lo cortó pues no había tanto silencio como requería. Y si se juzga por lo visto en Bogotá, este domingo en la noche, Draco -a quien critiqué en su momento- tenía razón. Más que un concierto fue una comunión que no admitía interferencias.

El estadounidense, uno de los padres de la escena de Seattle, de la que salieron otros grandes como Nirvana, Pearl Jam y Alice in Chains, repasó con su(s) guitarra(s) sus cuatro facetas. Temas de Soundgarden, de Temple of the Dog, de Audioslave y de su carrera en solitario. No faltaron los clásicos, como Hunger Strike, Like a Stone y Black Hole Sun. En algunas piezas su acompañante asumió los teclados, en otras un cello salvaje que -a manera de reproche de sonido- hubiera podido sonar más duro. En confesión absoluta, otro poco más de tiempo no hubiera dolido para nada.

Pero fueron 45 minutos de una experiencia sobrecogedora. Sin una banda de fondo, su voz –una de las mejores del rock por rango y entrega– fue la protagonista. Sus sostenidos generaron aplausos, gritos histéricos y una que otra declaración de amor eterna de algún fanático emocionado”.   

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Legado ‘Noventas’

Mis primeros contactos con Soundgarden y, por ende, con Chris Cornell, datan de 1992. Descubrí a la banda en los CDs que guardaba Ariel, mi hermano mayor. Sin que él me dijera, nada, una vez escarbé, encontré Badmotorfinger y lo puse para explorar, saber de qué se trataba.

En poco tiempo, del susto pasé al éxtasis. La pesadez y los tiempos peculiares lo separaban de otros trabajos de la ‘onda Grunge’ de Seattle, que a fin de cuentas no fue más que un cúmulo de bandas brillantes, talentosas y desgarradoras, imposibles de reducir en una palabra o en un sonido homogéneo.

Cuando le pedí a mi hermano que me consiguiera Superunknown, apenas salió en 1994, tenía quince años y, desde mi burbuja de Niza Córdoba, aún sentía una distancia con la Calle 19, donde se podían encontrar un poco más rápido que en el norte los estrenos de rock específicos. Lo ‘intensié’ día tras día, hora tras hora, hasta que se cansó de su hermanito jodiéndole la vida y lo llevó a casa. Y entonces no hubo vuelta atrás. Mi admiración solo creció, sin importar que tocaban a miles de kilómetros de distancia, y jamás pasarían por Colombia.

Hoy, por tristes circunstancias, no hablo con mi hermano y Chris Cornell se fue. Pero a ambos les guardo una eterna gratitud y admiración. En tiempos de indiferencia, la memoria de ambos me prueba que aún tengo corazón.

Algunos homenajes no dejan de ilustrar el impacto que Cornell tuvo en varias generaciones

Choir! de Toronto, canta Black hole Sun, y pone la piel de gallina.