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Aunque todo escritor enfrenta las mismas dificultades, las mujeres tienen una carga adicional.

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Colombia tiene escritoras

La polémica por la falta de representantes femeninas en un evento sobre literatura colombiana en Francia visibilizó a una generación de escritoras destacadas en el panorama nacional.

11 de noviembre de 2017

Cuando se buscan mujeres destacadas en la historia de las letras colombianas, no aparece una lista de nombres muy larga: Soledad Acosta de Samper, Meira Delmar, Laura Victoria, Marvel Moreno, Helena Araújo, Fanny Buitrago, Albalucía Ángel y, más recientemente, Laura Restrepo o Piedad Bonnett. Y es que los hombres han dominado la literatura nacional, pues han tenido más oportunidades para escribir y más facilidad para publicar sus libros. Solo basta con mirar los máximos referentes y las novelas icónicas de la historia nacional.

Preocupa que muchas veces la ausencia de mujeres no responde a la falta de calidad de su trabajo, sino a un olvido imperdonable de quienes escriben la historia literaria del país. Así, aunque Soledad Acosta de Samper tiene uno de los nombres más destacados de la literatura colombiana del siglo XIX, durante mucho tiempo estuvo ausente de las listas y los manuales de literatura colombiana. Solo desde hace unos años comenzaron a aparecer estudios y reediciones de sus obras. Lo mismo ocurre con Marvel Moreno o Helena Araújo. Conseguir sus libros es una tarea imposible.

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Por eso, el fin de semana pasado, cuando se supo que diez escritores (todos hombres) eran los únicos invitados a un encuentro sobre literatura colombiana que tendrá lugar esta semana en París, en el marco del Año Colombia-Francia 2017, varias escritoras colombianas se hicieron sentir, indignadas, por lo que consideran el último episodio de invisibilización de la mujer en el campo de las letras colombianas. “Ni una sola mujer –escribió Carolina Sanín en sus redes sociales–. Una vez más, el establecimiento se empeña en decir, maliciosamente (sí, ya no es descuido: ya es programático), que no hay escritoras en Colombia”.

Eso se sumó al hecho de que en Bogotá 39, una lista que reunió las promesas de la literatura latinoamericana en mayo de este año, no aparecía ninguna escritora colombiana.

La polémica creció, llegó a los medios de comunicación y levantó una polvareda en el mundo editorial nacional, pues algunos comentaristas se atrevieron a decir en los medios que el tema pasaba por la falta de calidad. Los voceros del Ministerio de Cultura –cabeza del comité que organiza los eventos de este año en Francia– explicaron que la ausencia de mujeres se debía a problemas de agenda o a decisiones de las editoriales francesas, pero la chispa ya estaba encendida. Cerca de 60 escritoras se reunieron y crearon un grupo en WhatsApp, publicaron un manifiesto y se organizaron para, a partir de ahora, adelantar una serie de acciones concretas para garantizar que las tengan en cuenta.

Pero más allá de la polémica puntual, este episodio deja claro que en Colombia cada vez más mujeres publican libros. Y no solo eso, sino que varias de ellas están entre las más destacadas del mercado. Carolina Andújar (Vampyr, 2009) y Amalia Andrade (Uno siempre cambia al amor de su vida, 2015) siempre están en la lista de los más vendidos; Patricia Engel (Vida, 2016) ganó el premio Biblioteca Narrativa Colombiana de Eafit; Paola Gaviria, más conocida como Powerpaola (Virus tropical, 2009), tiene algunas de las novelas gráficas más reconocidas del continente; y Melba Escobar (Duermevela, 2010) logró que La casa de la belleza (2016), su segunda novela, sea traducida a 12 idiomas como francés, alemán, italiano, inglés, árabe y finlandés.

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“Esto no pasaba hace 20 o 50 años –explica Escobar–. Y pasa porque muchas nos dedicamos a escribir y porque ahora hay una particular sensibilidad al tema de inclusión y de igualdad. Algo que se siente en el aire y que las editoriales tienen en cuenta”. De hecho, entre lo que publican las editoriales grandes, las pequeñas y algunas autoediciones, hoy se pueden encontrar en el mercado un gran número de opciones: Carolina Sanín (Los niños, 2015), Gloria Susana Esquivel (Animales del fin del mundo, 2017), Pilar Quintana (La perra, 2017), Margarita García Robayo (Tiempo muerto, 2017), Carolina Vegas (Un amor líquido, 2017), Paola Guevara (Mi padre y otros accidentes, 2016), Marta Orrantia (Mañana no te presentes, 2016), Alejandra López (El vuelo del flamenco, 2017), María del Rosario Laverde (Memoria de Jirafa, 2016), Juliana Restrepo (La corriente, 2016) y María Cristina Restrepo (Al otro lado del mar, 2017), entre muchas otras, además de las reconocidas Yolanda Reyes, Laura Restrepo, Ángela Becerra y Piedad Bonnett.

La cantidad, en parte, se debe a un despertar del mundo editorial colombiano, que desde hace unos años publica a más autores y tiene una mayor variedad de editoriales independientes. Pero también a que cada vez más mujeres deciden dedicarse a la literatura y los editores les abren las puertas. “Los tiempos han cambiado. Cada vez somos más en una gran cantidad de áreas y la literatura no es ajena –explica Marta Orrantia–. Muchas nos hemos preparado, hemos estudiado y sentimos la escritura como una decisión de vida y no solo un ‘hobby’”.

Pero a pesar de ser más y de que algunas se destacan, incluso a nivel internacional, muchas dicen que el mercado aún se mueve con unas pautas de discriminación. “Hay ciertas cosas que las escritoras no terminamos de entender –explica Yolanda Reyes, quien desde los años noventa se dedica a escribir libros infantiles y juveniles–. Hay un movimiento de mujeres que estamos escribiendo. No solo libros, también en medios de comunicación y otras plataformas. Y, sin embargo, no nos sentimos reconocidas, y eso se ve en episodios como el del evento en Francia”.

Aunque todo escritor que aún está dándose a conocer enfrenta las mismas dificultades a la hora de publicar y mover sus libros, las mujeres tienen una carga adicional: deben romper estereotipos (como que no escriben tan bien como los hombres) y destacarse en medio de un ambiente lleno de sexismo y machismo. Algunas, además, son mamás y deben cumplir obligaciones que les quitan más tiempo. Como dice Carolina Vegas, “como mujer es más difícil no solo lograr que te publiquen, sino además que te respeten como autora”.

Otro problema es que muchas veces las etiquetan como ‘literatura femenina’, un término que les molesta bastante. “Así como es descabellado pensar en una ‘literatura masculina’, también lo es pensar en una femenina –explica Gloria Susana Esquivel–. Cada quien escribe desde su punto de vista, su objetividad y una estética diferente, pero como hoy todo lo femenino vende más, intentan empaquetarnos”.

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Por eso, más que temáticas o narrativas similares, esta generación de escritoras tiene unas características que las diferencian del resto. No solo están más preparadas y sienten la escritura como una forma de vida, sino que, como explica la autora caleña Paola Guevara, tienen una forma particular de ser mujeres: “Autónomas, empoderadas, conscientes del poder de su voz y con un criterio muy fuerte y bien formado. Que se apoyan entre sí, que se admiran entre sí, que sienten sincera emoción por los triunfos de las demás, una nueva forma de solidaridad que se extiende para cobijar a las más jóvenes”.

Así como la generación de Laura Restrepo, Fanny Buitrago y Piedad Bonnett, entre otras, abrió un camino y demostró que sí era posible publicar y destacarse en un mercado dominado por hombres, hay una nueva generación que quiere ir más allá y lo hace sentir.