Home

Cultura

Artículo

LUGARES COMUNES

Diez años de observaciones de Plinio Apuleyo Mendoza recogidos en su último libro

12 de enero de 1987

Plinio Apuleyo Mendoza ha recogido con el título de "Gente, lugares", algunos de sus mejores artículos, comentarios y crónicas aparecidos en el diario El Tiempo y otras publicaciones. Son trabajos periodísticos que mezclan el temblor de la actualidad inmediata con la mirada lírica, nostálgica y en ocasiones rabiosa sobre los amigos que desaparecen y los sitios y cosas que la memoria insiste en ir reconstruyendo como si fueran piezas dispersas voluntariamente.
Ubicado desde hace muchos años en París, amigo de los principales escritores, políticos y artistas latinoamericanos y franceses, conocedor como pocos de ese trazado fantasmal que une puentes, sombras, calles, pórticos, iglesias, escondites y pequeños hoteles del amor en una ciudad como París, dueño de un lenguaje que se vuelve aparentemente cotidiano y simple para describir las cosas de todos los días, en esta antología nos encontramos ante un hombre que no puede evitar emocionarse ante la descripción de una tarde de verano o un amanecer en Mallorca o una noche contemplando a quien fue su mejor amigo mientras baila cumbia entre unos suecos que prefieren reirse del asombro.
Quizás la mejor referencia a este libro que acaba de editar Planeta es que los textos, aparecidos durante un lapso aproximado de diez años, se conservan actuales aunque hagan referencias concretas a un tiempo y un espacio, se mantienen frescos gracias a un humor que algunos confunden con cinismo y una ternura que otros califican de sensiblera.
El gran reportero y el notable escritor que conviven en Mendoza aparecen en ese texto que reconstruye los días de insomnio y desconcierto que vivió Gabriel García Márquez rodeado por sus mejores amigos en la noche eterna del Nobel en Estocolmo, o en la forma como habla de su ex esposa, la escritora barranquillera Marvel Moreno quien publica una novela en estos días (ya tiene un libro de cuentos), o en la escena llena de alegría y demencia que sucede en pleno Festival de Cannes, cuando una muchachita comienza a saltar sobre espectadores y butacas sólo porque quiere fundirse en un abrazo con Mendoza y Marvel luego de la proyección de la película "Oriana" de la cual, esa loca que corre por el aire, llamada Fina Torres, es la directora, después de haber trabajado varios años como fotógrafo al lado de Plinio: hay que reírse con la enumeración de las trastadas y torpezas que ella comete.
La alegría de esos momentos corre paralela a la rabia y la tristeza del autor cuando reconstruye sus últimos encuentros con personajes como Rodrigo Lara, Fabio Lozano, Pablo Cepeda y el poeta Robert Graves de quien era vecino en Mallorca. La dimensión humana y doméstica de alguien como Francois Mitterrand, quien vivía a pocos pasos de la casa donde Mendoza hacía la revista Libre con el dinero de una loca boliviana quien en otro artículo es descrita en detalle, o cómo sus dos hijas van creciendo, o ese mundo cotidiano de las idas a cine, los cafés en la madrugada, los sonidos de las calles, los olores de las flores, el calor, el frío, la soledad, la nostalgia, el desamor por la mujer que ya no está y otros elementos vitales que Mendoza, con la seguridad de un artesano que sabe colocar la aguja y el hilo en las heridas abiertas, convierte en grandes temas que contagian al lector.--