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LUMINADO POR LAS MUSAS

De la mano del maestro Enrique Grau el Teatro Heredia de Cartagena inicia su etapa definitiva de restauracion.

9 de marzo de 1998

Desde hace poco más de un mes el maestro Enrique Grau anda trabajando en su Cartagena natal, embebido en una tarea con la que había soñado siempre: regalarle al Teatro Heredia, insignia monumental de La Heroica delsiglo XX, un trozo de su inspiración, adornando con su pincel el plafón que dominará el recinto desde el techo y el telón de boca del escenario que en los próximos años aspira a rescatar la memoria de sus mejores tiempos.Llevado por la tradición de los grandes teatros de Latinoamérica y el mundo _entre ellos el propio Teatro Colón, de Bogotá_, el maestro ha escogido para su plafón el tema de las musas, esas mitológicas deidades griegas defensoras de las artes y la ciencia que se erigieron con el tiempo en las tutoras mayores de todo aquel que se considere un creador. De permitirse ser tocado por ellas durante su larga trayectoria como pintor y escultor, el maestro Grau ha pasado a ser su inspirador. Se levanta poco antes de las ocho de la mañana y después del desayuno acude a cumplirles la cita en el Heredia, en cuyo escenario tiene dispuesto un improvisado estudio para ir moldeándolas según su estilo, el mismo inconfundible estilo que lo ha hecho artífice de algunas de las mejores figuras femeninas en la historia de la pintura colombiana contemporánea.
Polimnia, musa de la poesía lírica, con su manojo de hojas al viento; Erato, musa de la poesía elegíaca, con su candorosa cítara; Calíope, musa de la poesía épica, con su imbatible trompeta; Euterpe, musa de la música, con su flauta de dos cuellos; Melpómene y Talía, musas de la tragedia y la comedia; Clío y Urania, musas de la historia y la astronomía, y la gestual Terpsícore, musa de la danza y a quien el maestro ha dibujado como una sensual mulata elevadora de cometas, han ido tomando forma y color en lienzos enormes que luego el maestro suspenderá en el techo en un cenit de nueve metros de diámetro, dispuesto especialmente para provocar la ilusión de una gran cúpula.
El telón de boca, de nueve metros de largo por siete de alto, será una panorámica de Cartagena, "una ofrenda floral a la ciudad", en palabras del maestro. A razón de nueve horas diarias ininterrumpidas y con dos diestros ayudantes, Enrique Grau dirige el proyecto en absoluta concentración, y aunque atiende con decencia y decoro la intromisión de decenas de curiosos que quieren observarlo pincel en mano, da la impresión de que las visitas le molestan. Y tiene razón. Es un hombre complaciente con el público, pero también celoso de su trabajo.
Tal como van las cosas el maestro tendrá la obra concluida en dos meses, suficiente tiempo para vestir con sus mejores galas a un teatro condenado al drama de su supervivencia incluso desde mucho antes de su inauguración. El propio presidente Rafael Núñez había sido uno de los más entusiastas promotores de fundar un teatro que estuviera a la altura de los elegantes teatros europeos de verano. Pero el dinero era escaso y las polémicas alrededor del lugar de la construcción y los intríngulis presupuestales aplazaron indefinidamente la obra. Finalmente, alrededor de 1905 el entusiasmo por la construcción de un teatro municipal volvió a cobrar vida en los cartageneros. El pretexto era plausible: inaugurarlo con motivo del centenario de la independencia de la ciudad.
El proyecto le fue encargado al arquitecto cartagenero Luis Felipe Jaspe, quien de inmediato se puso manos a la obra aprovechando los recintos de la que había sido la iglesia del convento de La Merced, antiguo templo del siglo XVII que había sido abandonado hacía más de 80 años. La construcción demoró cerca de un lustro y a pesar de que todavía le faltaban ciertos retoques a la obra, el teatro fue inaugurado la noche del 13 de noviembre de 1911, con el estreno de los primeros juegos florales de Cartagena, tradicional certamen que consistía en multitudinarios concursos de poesía inspirados en la reina del evento.
El diseño renacentista del teatro y sus lujosos acabados _escaleras de mármol importadas de Italia, telón de boca traído de Alemania_ impresionaron a los cartageneros más encopetados. Sólo que los inconvenientes técnicos y económicos para culminar definitivamente la obra comenzaron a hacerse evidentes en el paulatino deterioro del recinto. Aún así, el Teatro Heredia se iría a convertir en sus primeros 30 años de existencia, en el centro cultural de La Heroica, escenario de importantes compañías de teatro y de la ópera, así como figuras de renombre internacional en su momento, como el barítono italiano Titta Ruffo, el cantante lírico Hipólito Lázaro, promovido por la prensa como el más grande tenor de su época, y la bailarina francesa Carmen Gauthier, bailarina principal de la Opera de París. El descuido municipal y los problemas presupuestales de sostenimiento llevaron finalmente al teatro a una decadencia que se iría a alargar hasta finales de los años 60, cuando cerró sus puertas al público por tiempo indefinido. A partir de entonces y en vista de que el teatro se había constituido ya en patrimonio cultural de los cartageneros, los diferentes gobiernos locales y nacionales se entregaron a la tarea de devolverle la imponencia de sus mejores días.
Un proyecto financiado en un comienzo por el Banco de la República y liderado por la Fundación para la Restauración del Patrimonio Cultural Colombiano, hizo realidad el sueño. Después de 10 años de accidentado trabajo, "durante los cuales ha faltado plata pero no tesón", según las palabras del director de la obra, el arquitecto Alberto Samudio, el Teatro Heredia está recuperando su imagen.Con una inversión que supera los 5.000 millones de pesos y la participación activa del Instituto Nacional de Vías, el equipo de restauradores está logrando la hazaña de reforzar cimientos y columnas, componer las celosías de madera de los palcos, recuperar la yesería original bañada en oro y, en general, devolverle al antiguo recinto cultural la majestuosidad de su diseño y decorado originales.
Si todo sale como está calculado, el Heredia volverá a subir el telón a comienzos de junio. Mientras tanto, el maestro Grau continuará empapándose de tinta y dirigiendo sus trazos en aras de que sus nueve musas sirvan de una vez por todas para iluminar el futuro del que es, quizás, el más importante templo cultural cartagenero.