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¿Quién no le teme a Elizabeth Costello?

Una escritora que dicta conferencias brillantes y polémicas es la protagonista de la última novela del premio Nobel J.M. Coetzee.

Luis Fernando Afanador
15 de agosto de 2004

J.M. Coetzee
Elizabeth Costello
Mondadori, 2004
238 páginas

Elizabeth Costello es una escritora australiana de 66 años, autora de varias novelas, libros de poesía, ensayos y artículos periodísticos, aunque la obra que la lanzó a la fama y generó "una pequeña industria crítica" alrededor de ella fue su cuarta novela La casa de

Eccles Street, cuyo personaje es Marion Bloom, la

esposa de Leopold Bloom en Ulises, de James Joyce.

Una escritora como protagonista reflexionando acerca de su oficio. Nada extraño. El premio Nobel J.M. Coetzee, dice Carlos Fuentes, no es sólo un escritor para escritores: es el escritor de los escritores. Elizabeth Costello, entonces, en diferentes lugares del mundo -principalmente en universidades pero también en un exótico crucero para millonarios- nos ofrecerá ocho agudas y polémicas conferencias sobre diversos temas: el realismo, la novela africana, la vida de los animales -en dos entregas-, las humanidades, el problema del mal, Eros y el juicio final.

En la primera conferencia, el realismo, hay una respuesta anticipada al tipo de novela a la que nos vamos a enfrentar. ¿Qué es el realismo? Hubo una época en que lo sabíamos, cuando el texto era un fiel reflejo del mundo. Sin embargo, el mundo se ha roto de manera irreparable y ya no hay espejo -no hay novela- que lo pueda reflejar. "Había una época, creemos, en que podíamos decir quiénes éramos. Ahora no somos más que actores que recitamos nuestros papeles".

Aunque todavía haya escritores que simulan que nada ha cambiado y arrullan lentamente a sus lectores hasta llevarlos a un tiempo y un espacio ficticios, no consiguen evitar la sensación de puesta en escena, de simulacro, de historia inventada. Por eso, ante la ilusión que propone el realismo, otros prefieren irrumpir directamente en la narración y sembrar el caos. El realismo, además, se basa en la falsa premisa de que "sólo pueden existir las cosas, que las ideas no tienen existencia autónoma". Y cuando es preciso darles existencia, éste "inventa situaciones, paseos por el campo, conversaciones, para que las ideas encarnen". Pero, como lo demostrará Elizabeth Costello en esta novela, las ideas no necesitan excusas para existir, para flotar en libertad.

Terca, obsesiva, indomable, esta señora casi septuagenaria -a la manera de un Quijote que lucha con molinos de viento- defenderá sus ideas ante auditorios adversos. La literatura de los países tercermundistas debe evitar caer en el exotismo y en la tentación de escribir para extranjeros; la violencia contra los animales -y en particular la forma en que hemos industrializado la muerte en los mataderos- es comparable al Holocausto Nazi; Grecia ofrecía un ideal de civilización superior al de la judeocristianidad; el escritor que se adentra en el mal no sale ileso y de cierta manera lo reivindica; por eso, para conservar su humanidad, es mejor "que permanezca fuera de escena"; los dioses no nos han abandonado porque no pueden vivir sin nosotros: envidian nuestra intensidad y nuestra mortalidad; el artista es un secretario de lo invisible que sólo debe creer en el espíritu de la vida; el lenguaje, ese pobre instrumento chato y romo, es lo único que tenemos al alcance para encontrar la revelación.

Estas son las provocadoras ideas que defiende la señora Costello. Podemos estar en desacuerdo con ella -como algunos personajes de la novela-, pero no podemos ignorarla, por la pasión, la fuerza moral y la lucidez con que las asume. "Cuando cerré el libro me descubrí furiosamente irritado contra todo lo que ella sostenía y a la vez conmovido hasta los huesos por esta viejecita pugnaz y formidable", dijo Mario Vargas Llosa. Y es cierto, hay que tener mucho cuidado con Elizabeth Costello: podría convencernos.

¿Es Elizabeth Costello realmente una novela? Desde luego que sí: la novela sigue siendo una forma suprema de exploración de la conducta humana, aunque la arrasadora ola de novelas de entretenimiento pretendan decirnos lo contrario.