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De la gloria de Messi a la pasión de Müller

Los 86 goles de ‘la Pulga’ ya están en un catálogo en el que pueden encontrar los más mínimos detalles de cada uno de ellos. Los del ‘Bombardero’ apenas yacen en la memoria de los viejos aficionados.

Víctor Diusabá
10 de diciembre de 2012

Puede ser, de lejos, uno de los peores goles de final alguna de los mundiales. Alemania, 7 de julio de 1974, estadio olímpico de Múnich. Minuto 43 del primer tiempo. El partido está uno a uno entre el anfitrión y Holanda. Bonhof, en función de ‘7’, logra llegar por la derecha, casi hasta el fondo, tira un centro bajo y los tres hombres que llegan quedan en contrapié.  Dos son defensas de la ‘naranja mecánica’ y el otro es un tipo bajito, casi regordete, tiene la camiseta número 13. La pelota pega en una de sus canillas y parece irse de su control.
 
Gerd Müller hace lo de siempre: no se rinde y desafía las leyes físicas. Gira sobre el eje de su pierna izquierda y con la derecha alcanza a tirar, mal, pero tira. El balón salta a botes, uno de los zagueros no alcanza a cerrar y el arquero Jongbloed, con un absurdo número ocho en sus espaldas, la ve pasar a un paso pero está tan sorprendido que ni se tira.
 
Müller sale a celebrar con esos saltos de jugador de potrero, sus compañeros, por fin, logran bajarlo de las alturas para celebrar. Es un gol feo, antiestético, bizarro, más fruto de la torpeza que de la oportunidad. Qué importa, es un gol que vale un mundial.
 


Hay muchos más recuerdos de Gerd Müller, pero casi todos se pierden en la niebla o en las figuras de muchos de sus contemporáneos (Desde Pelé hasta Beckenbauer, pasando por Cruyff y Mazzola). El ‘bombardero’ nunca tuvo glamour, ni siquiera en ese apodo barato que le pusieron. Ahora, casi 40 años después, vuelve a sonar. Ya no por cuenta propia sino como simple referencia de un muchacho todo maravilla que no se le parece en nada: Lionel Messi. Mucho va del simple olfato al arte.

¿Recordará Müller con precisión los 85 goles con que impuso un récord en 1972, ese mismo que dejó de ser el domingo pasado en el Ramón Sánchez Pizjuán de Sevilla a nombre de Messi, que subió el listón a 86? Seguro que no.
 
Tampoco lo haría Messi si le piden que eche a rodar la película. Para eso, dirá el argentino, están los estadígrafos:  Con zurda (el 90%) 75, ocho con la derecha. Tres, de cabeza. Doce desde fuera del área y 74 adentro. 65 en cabalgatas fantásticas. 14 de penalti y 7 de tiro libre. 56 después del descanso, 17 en los últimos diez minutos. Papá del Bayern Leverkusen y del Málaga, con media docena a cada uno. ¿El socio? Iniesta. ¿Y con Argentina? No es igual, pero eso poco importa, por ahora.

Pero, ¿qué fue de Müller? No del hombre que salió a felicitar a Messi, como era de esperarse, sino de la superestrella del fútbol alemán. Una suma de desgracias y, ahora, de esperanzas. Pero, en general, muy poco bueno que contar. Ahora tiene 67 años (nació casi al mismo tiempo del fin de la segunda Guerra Mundial) y vive rodeado de los pocos que siguen a su lado, casi siempre la familia. Los curiosos son mantenidos a distancia., a veces lo ven desde detrás del alambrado cuando cumple con su compromiso de servir de instructor de las divisiones menores del Bayern Múnich.

La salud no le ayuda para superar su evidente fragilidad. Hace unos años, en Trento, Italia, dejó a la vista los alcances del exceso de consumo de alcohol. Andaba con el equipo y de pronto se esfumó. La Policía lo encontró luego de una intensa búsqueda y de identificarlo tras intentar, en vano, preguntarle quién era. Dicen que buscaba un taxi para volver a casa, que estaba a centenares de kilómetros.

A partir de ahí, tuvo entonces que enfrentar la final más dura. Con la ayuda de Franz Beckenbauer y de Uli Hoeness ingresó a un tratamiento que incluyó, de entrada, someterse a romper con la adicción. Cuenta que lo amarraban a la cama y él se desataba. Confiesa que vivió un infierno. Ellos le ofrecieron trabajo en el Bayern y desde entonces comenzó una nueva vida. Son ya 21 años de victorias, personales, no menos valiosas que las de los años de gloria, con dos hinchas que jamás lo abandonan: su esposa Uschi y su hija Nicole.

Para ellas, como para quienes no lo olvidan, Gerd siempre será ‘el bombardero’, autor, ni más ni menos, de una Copa Mundo, una Eurocopa, cuatro estrellas del Bayern Múnich y una Copa Intercontinental. ¡Casi nada!

¿Y el récord de los goles? No hará falta, ahora es de Messi.