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TRES ALEGRES COMPADRES

México, venezuela y Filipinas son los favoritos para llevarse la mayor parte del dinero del Plan Brady.

8 de mayo de 1989


El acuerdo fue como la primavera en Washington: apenas tibio. Por eso, cuando el martes pasado tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario Internacional decidieron darle su apoyo a los puntos básicos del Plan Brady sobre la reducción de la deuda externa del Tercer Mundo, los países deudores apenas dieron las gracias. La estrategia, propuesta el pasado 3 de marzo por el secretario del Tesoro norteamericano, Nicholas Brady, recibió el soporte de los 151 países miembros del BM y el FMI que se reunieron en la capital norteamericana la semana pasada.

No obstante, la letra menuda del comunicado resultó desalentadora. En este se especificó que el objetivo global es el de reducir la deuda externa del Tercer Mundo en una cuantía de 70 mil millones de dólares, o sea un 5.4% de las acreencias totales de los países más pobres, estimadas en 1.3 billones de dólares. Cualquier rebaja adicional se lograría mediante otros mecanismos como la emisión de bonos a cambio de deuda o la conversión de deuda por acciones de compañías de los países interesados.

Buena o mala, lo cierto es que la estrategia recibió carácter de urgente. En particular se atendieron las demandas de México, Venezuela y Filipinas, tres países que necesitan ayuda inmediata y que podrían beneficiarse del esquema antes de que finalice el primer semestre del año.

Tal como están las cosas, la mayor parte de la plata sería colocada por el Banco y el Fondo. En Washington se acordó que ambas instituciones contribuirán con un total de 25 mil millones de dólares que serán desembolsados gradualmente durante los próximos tres años. A esa suma se le agregarán 4.500 millones entregados por el Japón, que desea tener un rol más activo en el concierto internacional.

En términos simples, esos recursos serán usados para reducir tanto la deuda como los pagos de intereses anuales por parte de los países que pidan ayuda y sean aceptados por el FMI y el BM. Dentro de los mecanismos que podrían utilizarse, está el de prestarle dinero a un país endeudado para que éste, con esos fondos, pueda comprar su propia deuda con descuento en el mercado internacional de pagarés. La de México, por ejemplo, se ha venido negociando en torno al 40%, lo cual en teoría le permitiría ahorrarse 60 millones de dólares de deuda por cada 100 millones comprados. Eso a su vez le permitiría un alivio en el pago de intereses, cuyo nivel se encuentra cercano al 11% anual.
Esos cálculos, claro está, asumen que la deuda seguirá negociándose al mismo precio cuando la iniciativa aprobada en Washington entre en ejecución. Sin embargo, ni aún los más optimistas creen que eso va a suceder. En 1988, el mercado internacional de deuda registró transacciones por 15 mil millones de dólares, pero ahora es seguro que esa cuantía va a ser superior debido a la voluntad de compra de los países que usen el Plan Brady.

Si ese punto se ve dudoso, mucho más preocupante es el de la actitud de los bancos comerciales. La semana pasada se dejó en claro que una parte fundamental de la estrategia es el apoyo financiero de las entidades privadas que deberían aceptar tanto recortes en tasas de interés, como hacer nuevos préstamos a los países deudores.

Sin embargo, parece difícil que esa idea funcione en la práctica. En 1985 el Plan Baker -que buscó también solucionar el problema de la deuda-, falló por la simple razón de que los bancos no estaban interesados en prestar más dinero. Aunque ahora se dice que se van a ejercer "presiones" para que eso se dé, la verdad es que nadie sabe cómo hacerlo.

Una posible solución es la de que tanto el Banco Mundial como el Fondo Monetario se encarguen de garantizar los nuevos préstamos que se hagan, pero los países europeos se oponen a la idea. "Ha llegado la hora de que los bancos comerciales hagan más", dijo el británico Nigel Lawson. Según éste, mientras que desde 1982 los préstamos de los bancos a los 15 países deudores más grandes han aumentado en 17%, los de las entidades multilaterales lo han hecho en 107%. "Lo que yo no encuentro aceptable -agregó Lawson- es que los contribuyentes -de los grandes países acaben rescatando a los bancos comerciales".

Ese impasse es el que puede dar al traste con el desarrollo del Plan Brady. Aunque ya parece que hay 30 mil millones de dólares asegurados para financiar los esquemas de reducción de deuda, la impresión que se tiene es la de que eso no es suficiente. Peor aún, es casi seguro que la mayor parte del dinero le va a corresponder a México, Venezuela y Filipinas. A pesar de que pocos discuten que esos tres países son los que están en peor situación, también se dice que no es justo que los demás se queden por fuera. Tal vez por esa razón fueron pocos los que se entusiasmaron la semana pasada en Washington cuando se vio que, tal como están las cosas, la "poquita" plata del Plan Brady va a ser distribuida entre tan sólo unos cuantos escogidos.--