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OPINIÓN

Ignorar para fracasar

El conflicto también es consecuencia de un sistema educativo malo e inequitativo.

Margarita Orozco (*)
15 de septiembre de 2015

Hacerse el pendejo no solo es decir “es lo que hay”. También es adornar el paisaje con cifras y argumentos para autocomplacerse y terminar creyendo que lo malo es mejor a no tener nada o que hay peores ejemplos o infames pasados.

Las fantasías que nos hemos creído sobre la educación en Colombia incluyen discursos muy rimbombantes sobre el crecimiento de su cobertura, la revolución tecnológica y la disminución de la brecha digital, sobre bilingüismo, acreditaciones de alta calidad en educación superior, innovación, investigación y recuperación de cerebros fugados.

Pero no nos hagamos los pendejos. Todos sabemos que la cobertura de la educación en Colombia se ha hecho a costillas de la calidad. De lo contrario, ¿cómo explicamos el puesto 61 entre 65 de las pruebas Pisa en donde los estudiantes no llegaron ni a nivel dos en matemáticas y más de la mitad se rajaron en comprensión de lectura?

No nos hagamos los miopes. Por más que haya gobernantes repartiendo tabletas digitales y computadores para mejorar sus informes de gestión, la realidad muestra que los estudiantes necesitan un conocimiento más avanzado para saber qué hacer con las herramientas. De lo contrario, estas solo sirven como un mecanismo de entretenimiento o un eficiente método para copiar tareas.

Digámonos la verdad sobre el bilingüismo. Los estudiantes apenas dominan su lengua materna y en el último examen que presentaron los maestros de inglés se concluyó que solo el 12 por ciento de ellos llegan al nivel mínimo del conocimiento de la lengua. Pensar en bilingüismo sin resolver los conocimientos fundamentales solo nos lleva a extender la ignorancia a un segundo idioma.

No nos hagamos los de la vista gorda. Quienes hemos vivido en carne propia las acreditaciones en universidades nacionales, sabemos que consisten en documentos postizos y puestas políticas en escena. En donde los que entran al 'club' deciden formar parte de la sociedad del mutuo elogio, aunque no lleguen a formar parte de los rankings internacionales serios, en donde ninguna universidad colombiana aparece entre las mejores 500.

No nos hagamos los ciegos frente a la realidad de las cifras, que dicen que en Colombia solo hay cinco doctores por cada millón de habitantes. Además, tan solo el 5,4 por ciento de los profesores de las universidades tienen este título. ¿Cuál investigación e innovación sin la gente y lo recursos necesarios para ello? ¿Cuál recuperación de los cerebros fugados, si a los que se vinieron ya se les dijo que no estaban en Disneylandia y que debían adaptarse a la tierra del 'rebusque'?

Colombia ha sido un país muy eficiente en hacerse el pendejo y en no asumir una política seria de educación. Estamos enfrascados en el tema de la guerra, sin reconocer que el conflicto también es consecuencia de un sistema educativo malo e inequitativo.

Los países que se han tomado en serio la educación no solo han superado sus conflictos, sino que han logrado posicionar sus economías en el ámbito global. Singapur, por ejemplo, una pequeña ciudad-estado, cuya población estaba primordialmente conformada por pescadores analfabetas, se convirtió en un poco más de cuatro décadas en un referente mundial en calidad educativa. ¿Cómo? Remunerando mejor a sus profesores, evaluando constantemente a los docentes y estudiantes, creando políticas para que los padres inviertan más tiempo en los hogares con sus hijos y poniendo especial cuidado en los métodos de enseñanza impartidos durante la educación básica.

Finlandia, que en los años cincuenta quedó devastada por la Segunda Guerra Mundial, hoy no solo tiene uno de los niveles más altos en educación, sino también de felicidad y competitividad. La estrategia consistió en el desarrollo un sistema educativo completamente público y equitativo, con profesores formados en las mejores universidades a través de una carrera de magisterio larga y exigente. Los contenidos y metodologías fueron desarrollados de acuerdo con las necesidades del país sin tener que copiarse de un modelo extranjero.

Corea del Sur, tras su liberación de Japón en 1945, sacó a su país del analfabetismo y hoy es uno de los líderes de calidad en educación en el mundo. La clave: “si eres el primero de la clase, lo serás en la vida”. Una política pública materializada en una inversión del 7,8 por ciento del PIB en educación, integración de la tecnología a los procesos educativos, un sentido patriótico entre sus habitantes que ven la educación como el único medio para contribuir con la economía del país y un respeto profundo por la figura del maestro, quien es uno de los profesionales con mejor remuneración, constituyen apenas algunos puntos de la política de Estado.

¿Cuál es el compromiso real de Colombia con la educación? ¿Cómo se materializa el discurso en inversión, en el respeto de la sociedad por sus maestros, en la calidad de sus profesores y estudiantes? Lo que hay son pequeñas acciones aisladas que sirven para hacernos los pendejos y seguir viviendo con nuestros fracasos.

*Candidata a doctora Universidad de Wisconsin-Madison.

Esta opinión hace parte de la décima edición de la revista digital SEMANA Educación. Para descargar la publicación siga estos pasos (ver).