ESPECIAL ELECCIONES

Primera vez que no voto

La reportera ciudadana Sam Clemens cuenta por qué no votó ni va a votar en estas elecciones presidenciales.

13 de junio de 2014

Tratando de explicarle a alguien mi posición le decía “Si a mí me invitan a una fiesta y el que la organiza me cae mal, pues tal fácil como que no voy. En eso está el poder: me invitaron, quieren que yo participe; pero yo digo no, porque su fiesta es una farsa” Y no nos digamos mentiras; la democracia más vieja de Latinoamérica tiene mucho de demos (pueblo) pero poco de cratos (poder).

Es una reducción, pero el ejemplo sirve; sirve porque no solo se trata de caer mal, se trata de dejar claro que el proceso tal y cómo lo estamos llevando a cabo deja mucho que desear. Casi siempre se dice que la gente que no vota es por pura pereza, pero a mí me queda muy difícil pensar que hay un estimado de 20 millones de colombianos perezosos desde hace más de 20 años. Según datos de la registraduría en las últimas elecciones presidenciales la abstención rondó un 59%, es decir: de los potencialmente 33 millones de ciudadanos colombianos que podían votar, lo hicieron tan solo 13 millones doscientos ¿cómo podemos decir que las urnas representan la voluntad popular?



Sé que existen muchas variables alrededor de por qué la gente no vota, entre ellas el desinterés; pero mi argumento es muy sencillo: perpetuar esta dinámica de votar legalizando la elección de una persona, partido y propuesta que realmente no representan los intereses de la mayoría de los colombianos, es realmente una vagabundería. El índice de abstención más alto los últimos años fue en la primera vuelta de 1994 con más de 66, 05% de abstención… y ya sabemos cómo nos fue con eso.

Es realmente duro pensar en que los diferentes gobiernos y las personas electas en cada uno de ellos no se hayan sentido preocupados por ser elegidos por unos pocos; esto para mí, da cuenta del desinterés por promover procesos realmente democráticos que empoderen a los ciudadanos… peor cuando lo que nos proponen es escoger entre el menor de los males. Como decía una vieja consigna, el problema no está en los partidos, está en el sistema.

Es la primera vez que no voto, y duele, duele mucho.