| Foto: Cortesía Universidad de la Sabana

OPINIÓN

No más palo al programa Ser Pilo Paga

Para los críticos es más fácil encontrarles problemas a las soluciones que reconocer que hay una iniciativa que le está cambiando la cara al país.

Obdulio Velásquez Posada, Rector Universidad de La Sabana.
1 de agosto de 2016

Puede aceptarse que hay una opinión universalmente aceptada de que la educación sí paga. No hay disenso ni posturas en contra de izquierda, centro o derecha de que una política pública de más y de mejor educación en todos los niveles es el camino seguro para cumplir las promesas de construir una sociedad más justa, pacífica y solidaria.

Ser Pilo Paga ha permitido a la sociedad colombiana explorar un nuevo camino para dar acceso a los más desfavorecidos en el proceso de formación universitaria de alta calidad. Al final de este cuatrienio (2014 – 2.018) serán más de 40 mil familias a las que se les habrá dado el impulso para romper el círculo vicioso de la pobreza. A la fecha y según datos emitidos por la Gerencia del programa, se ha cumplido con el 57% de créditos adjudicados de acuerdo a la meta establecida que deberá cumplirse en 2.018.

En lo que lleva esta iniciativa, según datos oficiales del Ministerio de Educación Nacional – MEN, se han otorgado la suma nada despreciable de 22.836 créditos, 10.141 en Ser Pilo Paga 1 y 12.695 en Ser Pilo Paga 2. Los recursos invertidos superan los 150.000 millones en el primer año y los 300.000 millones en el segundo.

Algunas voces se han alzado para criticar o al menos sospechar de las bondades del programa, pero si se habla con las familias de los beneficiados se descubrirá cómo, sin lugar a dudas, Pilo Paga desde ya está cambiando sus vidas.

Para responder solo algunas de estas críticas, basta con recordar que el programa, de acuerdo a datos oficiales del MEN, ha llegado a todos los departamentos del país; por ejemplo, en Bogotá se han entregado 7.867 becas, en Valle 2.419, en Antioquía 3.998, en Atlántico 2.246, en Santander 1.564 y en Cundinamarca 1.047.  

Las cifras también señalan que el éxito académico de los estudiantes Pilo Paga es muy superior al de los alumnos tradicionales, a pesar de tener condiciones de vulnerabilidad para su desempeño académico. Tampoco es cierto que haya una mayor deserción en los jóvenes beneficiados del programa. El índice de desertores de la educación superior a nivel general en todo el país, según el SNIES a abril de 2016, es del 9,3%; mientras que en Pilo Paga 1 y 2 sólo 72 beneficiarios desistieron de continuar con la beca, cifra muy inferior a la media de deserción nacional.   

No puedo desconocer que el programa aún tiene vacíos. Por ejemplo, se han detectado algunos casos de familias que no pertenecen al Sisben –uno de los principales criterios para ser parte de Pilo Paga– y que de manera fraudulenta se están beneficiando de él, haciéndole un golazo al Gobierno y al país, especialmente al Departamento de Planeación Nacional. Por eso la necesidad de exigir mayor control al MEN para que no siga ocurriendo esto, más aún si se quiere dar continuidad al programa.

Se discute también si estos jóvenes tienen facilidad para la inserción en la vida universitaria pero la realidad es que es muy buena su adaptación gracias al acompañamiento que las universidades hemos venido prestando en asesorías académicas, asesorías de bienestar, en entrega de recursos para alimentación, manutención y transporte pero, sobre todo, por la comunidad académica de profesores y estudiantes que se han solidarizado, en su gran mayoría, con estos estudiantes que gozan de su admiración, respeto, reconocimiento y estima.

Aclaro enfáticamente que no es cierto que exista un estado de discriminación, rechazo y matoneo hacia los becarios, y lo digo como Rector de la Universidad de La Sabana y me tomo el atrevimiento de representar también la opinión mis colegas de otras instituciones; por el contrario, hay una acogida y una solidaridad de los estudiantes hacia sus compañeros becarios, al punto que les facilitan la posibilidad de adquirir libros o fotocopias a muy bajo costo o incluso les prestan el dinero para conseguir este tipo de materiales de estudio, a la par que adquieren una mayor sensibilidad social y un sentido de solidaridad, que tanto nos hace falta en Colombia.

Ahora, no puedo desconocer que Pilo Paga pareciera no satisfacer todas las necesidades de cobertura que la gente de escasos recursos tiene en Colombia para acceder a la educación superior de alta calidad. Solo a modo de consejo, que bueno sería que se contemplara la idea de que esta iniciativa pudiera ser una política de Estado y no un programa de solo un gobierno para que se pueda garantizar en el largo plazo la inserción de más estudiantes a la beca. Esto debe ir acompañado de más estrategias independientes como aumentar la cobertura a través de la universidad pública al darle mayores recursos para que estas instituciones puedan aceptar esta nueva demanda, particularmente en las regiones.

Las soluciones, aclaro, nunca deben ser excluyentes pues no se trata de cerrar un programa exitoso, eficaz, innovador y diría que disruptivo de la educación superior por facilitar recursos a programas de otra naturaleza. Es indudable que el dinero que se invierte en Pilo Paga aún es más eficaz en términos financieros, sociales y de construcción de paz que las viviendas gratis del gobierno. Una familia que recibe una casa de estas alivia muchas necesidades básicas sentidas, pero no sale de pobre, generalmente al poco tiempo la vende o por una deuda la pierde y recae nuevamente en la pobreza; mientras que una familia que recibe una beca para el hijo con más posibilidades de triunfar en la vida universitaria, no solo sale de pobre, sino que este becario garantiza un mejor futuro para el hogar que luego constituya, y para que generaciones futuras contribuyan, además, al desarrollo económico sostenible de toda la nación.  

El debate sobre Pilo Paga se desenfoca si se concentra en la discusión de si esos recursos deben inyectarse exclusivamente a la educación pública; ésta reclama y con razón que necesita más apoyo y capital, máxime en una Colombia pensada en paz y en la senda del desarrollo, pero esto no se puede lograr desmantelando un programa que está llegando a los mejores y más necesitados.

En conclusión, si la educación es el valor fundamental con el que todas las corrientes están de acuerdo y para que en realidad lo sea, este anhelo debe verse reflejado en la inversión que el país haga para conseguirlo, por eso la necesidad de reestructurar el presupuesto nacional de una Colombia que está pensando en el postconflicto y que no debe eliminar programas eficaces, al contrario, debe dirigir nuevos recursos a la educación pública y fortalecer el Pilo Paga.

Palabras más, palabras menos, no se trata de desvestir un santo para tapar a otro.

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