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OPINIÓN

Ser Pilo Paga no convence

El programa estrella del Ministerio de Educación cumple su primer año de funcionamiento entre alabanzas y críticas. ¿Qué aspectos se deberían reforzar para garantizar un verdadero impacto en la sociedad?

Julián de Zubiría
20 de enero de 2016

Inicia el segundo año de uno de los programas principales impulsados por la ministra Gina Parody en materia educativa: Ser Pilo Paga. Durante el 2015, éste ofreció educación superior a 10.000 jóvenes y para el 2016 lo hará a 12.500. La meta es llegar a 40.000 en los cuatro años del segundo periodo del Presidente Juan Manuel Santos.

Para acceder a sus beneficios, el bachiller debe alcanzar un resultado en las pruebas SABER 11 superior al que logra el 93% de los egresados de la educación básica y pertenecer a los estratos 1 o 2. Lo que se busca, por tanto, es que jóvenes con excelente balance en la educación media no se queden sin estudiar en la universidad por motivos económicos.

La educación es un derecho que cambia significativamente la vida de las personas. Debido a ello, el Estado tiene que hacer todo lo posible por garantizarlo, en mayor medida cuando se trata de estudiantes de bajos recursos que alcanzan excelentes resultados. La pregunta ahora es si este sistema de créditos condonables generará impactos positivos en la calidad y en la movilidad social.

Lo primero que hay que resaltar es que cada año se gradúan en Colombia, en promedio, 500.000 bachilleres. Ser Pilo Paga atiende apenas al 2% de los egresados de la educación media, lo que indica que existe un porcentaje muy alto de jóvenes que quedan por fuera de la Universidad. Esto si se tiene en cuenta que cerca del 70% de los egresados del sistema educativo pertenece a los estratos 1 y 2.

A ellos se les sigue desconociendo el derecho que tienen a la educación. Pese a lo dicho, uno podría pensar que todavía es imposible en Colombia financiar una educación universitaria a toda la población y que por lo pronto este derecho se le debe garantizar a los estudiantes con mejores resultados en las pruebas de Estado. Idea pertinente y realista que teóricamente se debería aceptar. En Chile, por ejemplo, la meta que ha establecido el gobierno de Bachelet para el año 2016 es alcanzar la gratuidad en la educación superior para el 50% de los estudiantes de menores recursos.

Después de las gigantescas movilizaciones de los estudiantes en los años anteriores, el país austral efectivamente está marchando en la vía de una gratuidad gradual en la educación superior de sus bachilleres. Pero este no parece ser el caso colombiano. Veamos por qué. 

Al estudiante beneficiario del programa se le paga la educación en la universidad que desee y, adicionalmente, se le otorga un apoyo para la manutención que va de uno a cuatro salarios mínimos, dependiendo de si vive con sus padres o tiene que desplazarse a otra ciudad para recibir la educación a la que aspira. 

Según cálculos muy conservadores de los investigadores María Patricia Asmar Amador y Víctor Manuel Gómez Campel, el valor del programa para 40.000 estudiantes "pilos" para las cuatro cohortes equivale a las transferencias que la Nación hace a todas las universidades públicas en una vigencia. ¡Dinero con el que se están formando más de medio millón de estudiantes! En otras palabras, el programa Ser Pilo Paga absorbe los recursos de los cuales carecen las universidades públicas del país; a mediano plazo, podría incluso contribuir a agravar su desfinanciación.

El efecto del programa en la calidad es levemente positivo: los promedios alcanzados por los beneficiarios son superiores a los de sus compañeros y la deserción es significativamente menor a la que presenta la educación universitaria. También, indirectamente, puede estimular a un grupo mayor a trabajar para alcanzar los beneficios, lo cual es claramente positivo. Aun así, en cualquier caso, su impacto es marginal, ya que sólo beneficia a un ínfimo porcentaje de los bachilleres colombianos.

Ser Pilo Paga y su deuda con lo público

Es loable que se busquen mecanismos para garantizar el acceso a la educación superior de los estudiantes pilos con menores ingresos, pero no es lógico que vayan a las universidades privadas si existen universidades públicas en la región que ofrecen los mismos programas. Tampoco lo es el que las universidades privadas reciban por cada una de estas matrículas el mismo valor que cancela una familia pudiente. El pago debería ser menor, ya que la universidad privada debe asumir una contrapartida para garantizar la continuidad de un programa que claramente la beneficia.

Las democracias más consolidadas en el mundo tienen instituciones educativas públicas robustas y de calidad que garantizan que la educación se convierta en un poderoso mecanismo de movilidad social. El programa Ser Pilo Paga es altamente beneficioso para las familias que lo reciben, pero no es justo que si en la zona existen universidades públicas que ofrecen los mismos programas, el 85% de los recursos se desplace a las privadas, como sucede hoy en día.

Ningún padre de escasos recursos enviaría a sus hijos a la universidad privada si en la zona en la que vive existen universidades públicas de calidad.

El programa elevaría su impacto en la equidad si se exigiera a los más pilos ingresar a las universidades públicas. Con esta modificación, se fortalecería la educación pública universitaria y se garantizaría el derecho a la educación. Adicional a ello, se robustecería la democracia y la movilidad social, que son metas a las que nunca debe renunciar una sociedad.

* Fundador y director del Instituto Alberto Merani. También es consultor de Naciones Unidas en educación para Colombia.