Iván Márquez (c), Rodrigo Granda (d) y Jesús Santrich (i) durante una declaración en La Habana, Cuba, en el marco de los Diálogos de Paz entre las Farc y el Gobierno. Foto: SEMANA/Archivo

CONFLICTO

Sin un correlato cultural la paz quedará en letra muerta

Los colombianos no están listos para el posconflicto. Hay que desactivar la rabia y el resentimiento para construir una sociedad de perdón y reconciliación.

Francisco Franco Rosas, investigador de Corpovisionarios
17 de julio de 2014

Superada la angustia por los riesgos que corría el proceso de negociación en La Habana por cuenta de las elecciones presidenciales, se vienen nuevos retos para el país en materia de paz y de diálogo con las FARC y el ELN. Sin duda este fue un tema definitivo para los electores que casi por un acto de fe decidieron darle continuidad al proceso sin conocer a fondo los contenidos de lo pactado ni los alcances de lo que está por pactarse.

Lo cierto es que por ahora los diálogos continúan y en este momento el presidente reelecto Juan Manuel Santos se encuentra en mora de poner en marcha una ambiciosa agenda pedagógica para el posconflicto, pues la próxima prueba de fuego será la refrendación de lo pactado en la mesa y todavía existe mucho escepticismo entre los ciudadanos.

Aún sin conocer en detalle cuáles son esos acuerdos, no cabe duda de que sin un correlato cultural la paz quedará en letra muerta y las inclemencias del conflicto no cesarán. Las consecuencias de más de cincuenta años de guerra con las FARC seguirán afectando a toda la población si no se generan transformaciones culturales que nos permitan desactivar emociones como el odio, la rabia y el resentimiento para construir como sociedad una ética del perdón y de la reconciliación. Uno de los grandes desafíos será transformar el modelo dualista de amigo-enemigo, en otro que nos permita pensarnos desde la diferencia ‘a todos del mismo lado’.

Los mecanismos de justicia transicional seguramente permitirán a las víctimas tramitar duelos, conocer la verdad y escuchar a sus victimarios. Sin embargo son necesarias otras maneras de conseguir como sociedad una reconciliación histórica con los actores de la guerra. La re-integración será costosa y tendremos que estar dispuestos como sociedad a compartir esos costos.

Ya tenemos algunas postas acerca de qué tan preparados estamos para la Colombia del posconflicto. Según la Encuesta de Cultura Ciudadana que realiza Corpovisionarios, un 27 por ciento de los bogotanos encuestados no estaría dispuesto a tener un desmovilizado o reinsertado como vecino. En Cali la cifra asciende a 29 por ciento y en Medellín casi se duplica alcanzando un 49 por ciento. Esta cifra asciende al 58 por ciento en Quibdó, 62 por ciento en Tolú y 60 por ciento en Sincelejo. Así las cosas la negativa del promedio nacional llega al 41 por ciento, lo que nos deja la pregunta de ¿cómo vamos a enfrentar el reto reintegrar en la sociedad a cerca de nueve mil hombres y mujeres de las FARC y otros cuatro mil del ELN?

Entre los estudiantes universitarios los datos no son más alentadores. En el estudio de Cultura Universitaria, realizado por Corpovisionarios en cinco universidades de distintas ciudades colombianas, se evidenció que en promedio el 55 por ciento de los estudiantes tampoco quieren a un desmovilizado o reinsertado como vecino. Son justamente predisposiciones como estas las que se deben empezar a trabajar en una educación para la paz, que nos cambie la mentalidad y que fortalezca la corresponsabilidad en lo que se viene.

El reto es enorme, pues sabemos que los escenarios de posconflicto suelen ser aún más violentos que los mismos conflictos. Sin embargo, parte de la educación para la paz debe consistir en imprimir optimismo en los ciudadanos para que el fracaso no sea una profecía que se cumpla a sí misma. Recobrar la esperanza y transformar las emociones son dos elementos claves en ese proceso.

Y para los sectores más escépticos y desconfiados no queda más que pedirles una actitud constructiva, democrática y respetuosa, porque como decía un viejo lema de la Universidad Nacional: ‘hay que educar gente honrada, que siga siendo honrada aunque pierda la fe’.