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Enrique Morente y Leonard Cohen en Madrid a mediados de los años noventa. Cortesía IN-EDIT.

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Las hierbas, el monstruo

Con una reedición de lujo y un evocador documental, el mundo de la música celebró los 20 años de 'Omega', revolucionario y discutido disco del cantaor andaluz Enrique Morente que unió al flamenco con el punk y a Federico García Lorca con Leonard Cohen.

Jaime Andrés Monsalve B.* Bogotá
22 de noviembre de 2017

Corte 1, minuto 7, segundo 43. Quien no lo sepa, deberá estar preparado para enfrentarse a uno de los momentos más escalofriantes de la música en español. O de la música entera.

Los músicos de la banda bautizaron a ese instante “el monstruo”. La esposa bailaora, las dos hijas cantaoras y el hijo guitarrista llamaban así al instante en que el paterfamilias se rompía en un alarido. “Aparecía el monstruo y te dejaba frito”, recuerda Enrique Jr., también conocido como Kiki Morente. Su hermana, Soleá, también habla hoy de “ese momento en el que estaba en el escenario a punto del grito”.

Como el aria de las Variaciones Goldberg o el Revolution N.º 9 en el álbum blanco de Los Beatles, no hay que pensar mucho para encontrar en los casi 11 minutos del tema Omega, del disco del mismo nombre, el sobrecogedor resumen de uno de los últimos bastiones de originalidad sonora que nos dejó el siglo pasado. Sus responsables, el cantaor flamenco Enrique Morente y la banda granadina de punk Lagartija Nick.

La conjunción entre dos lenguajes tan aparentemente distantes como el del cante jondo y el rock más extremo dio como resultado, en 1996, una obra maestra en la taxonomía de ambas vertientes. De repente, tras un largo proceso de creación y forja, se encontraron el duende y la guitarra estridente, la pena y la rebeldía, resumido todo en un solo grito: “¡¡Las hierbaaas!!” (sic). El monstruo.

Rechazado por la ortodoxia flamenca más recalcitrante y adorado por los amantes del nuevo flamenco y del rock por igual, Omega traza una suerte de cuadratura en la que se encuentran dos estilos sonoros que parecían irreconciliables, con dos líneas poéticas: la del cantautor canadiense Leonard Cohen y la del poeta granadino Federico García Lorca.

“Enrique conoció la obra de Cohen a través de Alberto Manzano, su traductor al castellano, y de inmediato supo que tenía que hacer algún trabajo basado en su obra”, le dijo a Arcadia José Sánchez Montes, realizador granadino quien junto con Gervasio Iglesias estrenó en 2016 Omega, documental sobre el disco epónimo, recientemente exhibido en el festival de cine documental musical In-Edit, de Bogotá. “Tiempo después, se dio cuenta de que el Cohen que le interesaba era el que se parecía al Lorca menos costumbrista. Entonces enlazó los poemas de ambos de manera magistral, y así se dieron los elementos para ese potaje del Mediterráneo que fue Omega”.

Granada-Montreal Express

Omega es el nombre del disco. También lo es del subtitulado “Poema para muertos”, de Federico García Lorca, pieza suelta incluida en las ediciones de Poeta en Nueva York. Dentro de una obra considerada por una parte de la crítica como un rezago culterano del coplerío andaluz, “Omega”, el poema, supone acaso uno de los momentos más surrealistas e inquietantes del vate de Fuentevaqueros: “Las hierbas. / Yo me cortaré la mano derecha. / Espera. / Las hierbas. / Tengo un guante de mercurio y otro de seda. / Espera. / ¡Las hierbas! / No solloces. Silencio, que no nos sientan. / Espera. / ¡Las hierbas! / Se cayeron las estatuas / al abrirse la gran puerta. / ¡¡Las hierbaaas!!”.

La idea llegó hasta Morente a mediados de la década del noventa, cuando ya se encontraba trabajando en la musicalización jonda de las piezas de Cohen. Alberto Manzano se había encargado de presentar a cantaor y cantautor en el bar de un hotel en Madrid que frecuentaba el propio Lorca. “Me habló de que quería hacer un disco con mis canciones, lo cual me pareció increíble y maravilloso. Nadie había hecho eso nunca por mí”, asegura Leonard Cohen en un texto incluido en el libro Omega (Lengua de Trapo, 2011) de Bruno Galindo, monografía de 180 páginas: otro producto derivado de la necesidad de hacer exégesis del revolucionario disco. Ni el propio Morente llegó a sentir jamás la infinita felicidad que Omega produjo en Cohen.

Faltaba la presencia explícita de García Lorca en el proyecto, intrínseca en todo caso con la presencia de Cohen, adorador absoluto de la obra del autor del Romancero gitano.

Todo empezó a tomar forma cuando Antonio Arias, líder de Lagartija Nick, buscó forzar un encuentro casual con Morente para invitarlo a grabar con él. Finalmente todo se concretó en 1994, tras una conversación en un bar granadino, y los ensayos iniciaron en septiembre de ese año.

El diario El País lo anunciaba explicando, en palabras de Arias, que “la intención no es hacer una fusión entre rock y flamenco, sino profundizar en las raíces de ambos géneros musicales”. De hecho Lagartija Nick no está presente en todo el disco, dando espacio a la participación, acaso más tradicional pero no menos heterodoxa, de los guitarristas Miguel Ángel Cortés, Vicente Amigo, Juan Antonio Salazar, Juan José Suárez “Paquete” y José Fernández Torres “Tomatito”; así como de una jovencísima Estrella Morente, hija del cantaor, en voces. Así surgieron estos acercamientos a poemas lorquianos como “Niña ahogada en un pozo”, “El pastor bobo”, “La aurora de Nueva York” y a piezas del repertorio de Cohen traducidas al español por el mismísimo Alberto Manzano como Take This Waltz, (First We Take) Manhattan y el célebre Hallellujah.

“A Morente tú te lo encontrabas en cualquier concierto, de la música que fuera –comenta José Sánchez–. Todos sabíamos de su vocación humanista con la música. Lo que sí me sorprendió es que cogiera a una banda emergente y que confiara en que podía aportar en lo que luego fue un verdadero choque para la música de este país”.

Luego vendría lo que se pudo constatar desde el principio: el entusiasmo irreprimible con el que el disco fue recibido en el mundo del rock, el puñado de flamencólogos –Morente los llamaba “flamencohólicos”– que lo consideraron una boutade (una crítica de una presentación en vivo fue titulada “Ojalá hubiese llovido”), las 50.000 copias vendidas que poco a poco fueron dándoles la razón a los involucrados y el interés de una de las bandas más interesantes de la movida alternativa de los noventa, Sonic Youth, que en 2005 grabó al lado de Morente su tema Oriente y occidente.

Leyendas del tiempo

Morente no llegaba de la nada a hacer Omega. Nacido en 1942 en el tradicional barrio granadino del Albaicín, se interesó desde niño en el flamenco a pesar de ser payo, es decir, no gitano. Su primer disco, al lado de la guitarra de Félix de Utrera, fue lanzado a sus 25 años y en él se enfrentaba a palos (estilos) de extrema dificultad como el mirabrás y la caña, hoy prácticamente en desuso. Su interés en la poesía de Miguel Hernández, Antonio Machado, San Juan de la Cruz y el propio Lorca se decantó luego en el gusto por toda la música posible. Así lo demostró en experimentos como su Misa flamenca y otras obras de carácter académico para cantaor y orquesta sinfónica.

En 1982 lanzó Sacromonte, tal vez su primer trabajo revolucionario, que incluía instrumentación rockera y un espíritu aperturista ligado a la época del llamado flamenco pop, del apogeo del rock andaluz con bandas como Triana y Alameda, y de los ecos del más escandaloso y rompedor de todos los trabajos flamencos hasta entonces, La leyenda del tiempo (1979), del cantaor gaditano José Monge Cruz, Camarón de la Isla, en quien la ortodoxia tenía cifradas todas sus esperanzas hasta la llegada de esa traición eléctrica, funky y jazzística.

Como si se hubiera especializado en revoluciones jondas, José Sánchez Montes ya había dirigido en 2009 el documental Tiempo de leyenda, acerca del disco de Monge Cruz. “La leyenda y Omega pasaron por circunstancias parecidas”, asegura el realizador. “Tanto Camarón como Morente empezaron a trabajar en Andalucía con músicos que no pertenecían al flamenco, y una vez llegados a Madrid a concluir el proceso de grabación y mezcla, empezaban a aparecer los flamencos más recalcitrantes diciendo: ‘os estáis volviendo locos’. Enrique no se echó atrás, todo ello le sirvió de acicate y le permitió poner a prueba a Antonio, único miembro de Lagartija que se animó a irse con él. Enrique tenía que hacer este disco”.

Morente llegó a la vida de Sánchez Montes como a la de muchos jóvenes artistas granadinos interesados en las nuevas tendencias. “Un día llamaron a la puerta de mi productora y era él, que tenía absoluta ansia de conocer a la gente joven –recuerda–. Apareció, me preguntó qué hacíamos, yo le dije que video arte y a él eso le resultó muy curioso”. Buena parte de la valía de Omega, el documental, estriba en la presencia de pietaje exclusivo de las sesiones de ensayo y de grabación del disco registradas por Sánchez, instado a grabarlo todo por el propio cantaor. Afortunado testigo de primera mano, eso le permitió además la realización de otro audiovisual, Morente sueña la Alhambra, basado en el disco homónimo de 2005, en el que es acompañado por el guitarrista de jazz Pat Metheny, por la cantante de vodevil Ute Lemper y por el exponente argelino del raï Cheb Khaled.

Uno de los momentos más emotivos del documental enfrenta a Aurora, la viuda de Morente, y a sus hijas, a la audición de piezas inéditas del disco que fueron incluidas en la edición de lujo de 2016. Muchas veces la familia quiso recordar al patriarca, muerto en 2010 en lo que ellos consideraron un caso de mala praxis médica, revisando las imágenes capturadas por Sánchez, y nunca lo lograron, hasta ahora. “Es que con Omega hubo una especie de catarsis, una extraña confluencia en la que se produjo alegría y no tristeza –comenta–. Ahí está Enrique creando, contando chistes, exponiendo su natural socarronería… Ver esas imágenes cambió todo”.

Omega es un disco irrepetible”, sentencia hoy José Sánchez Montes. “Habrá que buscar nuevos horizontes y seguro que los hay, pero tendrán que buscarlos los más jóvenes, y en la raíz”.

Ríos de imágenes y mares de tinta han corrido desde que la pieza maestra vio la luz. Acaso tal cúmulo de información nunca vaya a tener la profundidad y el poder de esclarecimiento de esos escasos segundos, mágicos y avasalladores, en los que Enrique Morente grita: ¡¡las hierbaaas!!

*Crítico de música. Jefe musical de Radio Nacional de Colombia.