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DUDOSO PERDON

El indulto ofrecido a los independentistas puertorriqueños presos trae al primer plano el tema del <BR>estatus de la isla.

13 de septiembre de 1999

El presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, decidió la semana pasada presentar la cara
amable del gobierno de Washington. Su vocero anunció que se ofrecería "clemencia" a varios de los
activistas de Puerto Rico que su país tiene tras las rejas desde comienzos de los años 80. Clinton
adujo para su determinación que las penas que purgan esas personas son excesivas y que ninguna de las
11 incluidas en la decisión había tenido nada que ver en hechos de sangre. Sin embargo el anuncio no causó
la oleada de satisfacción que su autor seguramente esperaba, y en cambio volvió a evidenciar que, a pesar de
todo, la llama de la independencia de Puerto Rico está lejos de apagarse. Al cierre de esta edición al menos
dos de los incluidos en el indulto, las hermanas Ida Luz y Alicia Rodríguez, que purgan condenas por 83
y 85 años respectivamente, habían rechazado las condiciones. Tanto ellas como las demás incluidas
cometieron como único delito el de pertenecer a las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional, que en los 80
realizaron varias decenas de acciones contra propiedades militares y políticas de Estados Unidos. Frank
Vergara, coordinador del grupo ProLibertad, de Nueva York, explicó a SEMANA que "es que son 20
exigencias, entre las cuales está renunciar a la lucha por la independencia, que los prisioneros no se vean ni
hablen entre sí, que renuncien a cualquier clase de actividad política, además de las condiciones
habituales para la libertad condicional. O sea que a la injusticia de tantos años añadirían la humillación". Para
los independentistas su lucha anticolonialista es tan válida como cualquier otra y tiene el reconocimiento de la
ONU. La negativa a aceptar la libertad en esas condiciones es consecuente pues cuando fueron apresados
se declararon prisioneros políticos y no aceptaron la jurisdicción estadounidense, lo cual, a juicio de
muchos, es la causa de sus extraordinarias sentencias, que son más políticas que jurídicas. Y como dijo
Vergara, "las condiciones son muy parecidas a las que el gobierno surafricano del apartheid quiso imponer a
Nelson Mandela tras 25 años de prisión y él no aceptó. Sólo dos años después, y sin condiciones, aceptó salir
con su dignidad intacta". Sin que aún se conozca el final del episodio lo cierto es que la liberación de los
prisioneros venía siendo presionada por varias organizaciones con el apoyo del propio Mandela, Jesse
Jackson y el arzobispo Desmond Tutu. Pero en la oportunidad de su anuncio po-drían haber influido otros
factores.El primero es la proximidad de las elecciones para una curul del Senado por Nueva York. La
primera dama, Hillary Clinton, aspira a ese puesto y los neoyorquinos de origen puertorriqueño son
capaces de decidir la votación. Y el segundo y tercero tienen que ver con la movilización nacional sin
precedentes que tiene lugar en la isla por la salida de una base de la marina norteamericana en la isla de
Vieques. La muerte de varios civiles por los ejercicios militares logró unir a los puertorriqueños por esa
causa, que sigue sin resolverse. El vicepresidente Al Gore no querría heredar ese chicharrón y de ahí que
Clinton haya tratado de mostrar una actitud positiva. La causa de Vieques ha otorgado al independentismo
puertorriqueño, que en las urnas alcanza apenas un 5 por ciento de los votos, una popularidad sin
precedentes. Por eso el ofrecimiento de libertad condicional ha vuelto a poner en el primer plano la lucha
anticolonialista de Puerto Rico, un problema complejo en el que Estados Unidos ha mostrado en todo el
siglo su faceta oculta de la represión violenta contra la disidencia.