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EL OTOÑO DEL PATRIARCA

Después de las elecciones muchos creen que se acerca el fin de 20 años de reinado del Presidente filipino

24 de marzo de 1986

Apoltronado en su palacio de Malacañang, rodeado de generales y amigos, Ferdinando Marcos espera que la campaña de desóbediencia civil proclamada por Corazón Aquino, la burlada candidata presidencial de la oposición, muestre sus dientes. "Tengo atribuciones legales que podrían hacer pedazos esa campana", dijo muy seguro de sí mismo el dictador filipino después de reunirse con Philip Habib, el enviado de la Casa Blanca. La verdad es que Marcos, estrenando su nuevo mandato de seis años (el cuarto después de 20 años en el poder), no da muestras de estar preocupado con lo que pasa más allá de su oficina. Ni el cambio de actitud del presidente Ronald Reagan --quien ante las presiones de varios miembros del Congreso norteamericano dejó de subvalorar el fraude electoral y describió a Marcos como un tirano ilegítimo-- lo inmuta. Como tampoco las admoniciones del Papa y las críticas de la prensa internacional y la movilización en Manila de más de 700 mil ciudadanos el domingo 16 de febrero para respaldar el desafío pacífico de Cory Aquino. Todo lo tiene sin cuidado.
Marcos, como un buda alelado, espera que la destitución del general Fabián Ver de la dirección de las Fuerzas Armadas --la primera concesión a las presiones de Washington-- y la promesa dada a Habib de que iniciará un plan de reactivación económica y de modernización del Ejército, desinflarán todas las presiones externas e internas contra él. Al fin y al cabo, las acusaciones sobre el robo de las elecciones él no las admite sino que, por el contrario, se las enrostra a la oposición, blandiendo al mismo tiempo el certificado que asegura que Marcos ganó los comicios por un margen superior al millón y medio de votos.
Sin embargo, la acumulación de factores contra Marcos hacen recordar los últimos días de Anastasio Somoza, derribado por los esfuerzos de una poderosa coalición de intereses que el Mandatario nicaraguense no pudo desbaratar a tiempo. Ese tipo de organismo es el que parece estarse forjando tras la campaña de desobediencia civil de Cory Aquino, líder de oposición moderada que está recibiendo el apoyo de la poderosa Iglesia Católica, así como de la clase media, de los sindicatos y de la izquierda nacionalista y comunista.
Para la gente que rodea a Corazón Aquino, el derrumbe de Marcos sólo es cuestión de tiempo. La guerra de desgaste que ha sido decretada el domingo 16 de febrero, si es organizada eficientemente, puede significar un golpe devastador sobre la decaída economía del país, y producir un cierre de puertas a Marcos de parte de quienes hasta la fecha lo han sostenido desde el extranjero.
En concreto, la campaña de desobediencia civil plantea retirar los dineros depositados por la ciudadanía en los siete bancos controlados por el gobierno y por los amigos y familiares de Marcos, así como boicotear la televisión y la prensa oficialistas. El no pago o pago retrasado de los recibos de agua y electricidad y la no compra de los productos alimenticios de la multinacional San Miguel que controla Eduardo Cojuangco, uno de los mayores millonarios filipinos y principal defensor de Marcos (a pesar de ser primo hermano de Cory Aquino), podrían generarle también al régimen muchos dolores de cabeza.
De hecho, 24 horas después de haber sido lanzada la campaña, el peso filipino perdia más de un 10% de su valor en relación con el dólar norteamericano.
Las acciones del grupo San Miguel, además, se devaluaron en un 20% y los cinco periódicos pro Marcos sufrieron fuertes caídas en sus ventas. El Banco Central de Filipinas, intentando frenar el retiro de fondos y cierre de cuentas en los bancos, aumentó el tipo de interés.
¿Cuál será el desenlace de esta trabazón? Como en coyunturas anteriores, una caída relativamente rápida del dictador vendría a fortalecer a los sectores interesados en sustituir a Marcos por un régimen liberal sostenido por Washington y el Vaticano. En esa eventualidad, los sectores de izquierda que hoy respaldan a la Aquino serían aislados y desorganizados por los nuevos mandatarios. La otra posibilidad, o sea el sostenimiento a mediano plazo de Marcos, y el aplazamiento en la solución de los graves problemas sociales existentes (crisis agraria, desempleo masivo, empobrecimiento generalizado), aunado a la intensificación de la represión militarista, vendrían a fortalecer las alternativas más radicales que hoy encarnan, desde una situación minoritaria, la izquierda nacionalista y el comunista Nuevo Ejército del Pueblo (NDA), que cuenta actualmente con casi 16 mil guerrilleros.
El Departamento de Estado norteamericano sabe esto. No en vano la experiencia vivida por ellos en Irán y Nicaragua no es lejana. El interés de Philip Habib por acopiar datos de la situación filipina muestra que sus jefes están dispuestos a tomar uno de estos dos caminos: o una cirugia rápida contra el tumor Marcos (mediante la intervención de sus amigos en el sector castrense) o un tratamiento con aspirinas que le permita al dictador filipino un retiro tranquilo en Estados Unidos.--