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HASTA LAS PAREDES OYEN

El escándalo del espionaje ruso norteamericano pasa de los marines enamorados a los edificios llenos de micrófonos

11 de mayo de 1987

Aunque para muchos las relaciones entre las superpotencias se reducen nada más que a un diálogo de sordos, esta vez parece que mucha gente sí está oyendo. Esa es por lo menos la conclusión que se desprende de los eventos de la semana pasada cuando de Washington a Moscú y de Moscú a Washington se dejaron sentir protestas y recriminaciones por un caso de espionaje que parece sacado de las películas de James Bond. Lo que había comenzado como una historia de seducción entre el Este y el Oeste protagonizada por varios marines adscritos a la embajada norteamericana en Moscú, con hermosas jóvenes rusas, acabo produciendo una de las crisis diplomáticas más serias de los últimos tiempos.
El escándalo que inicialmente se había circunscrito a un trio de marines y a por lo menos una beldad soviética que trabajaba en la embajada, acabó pasando a mayores con el correr de los días. El anuncio de que el nuevo edificio de la embajada norteamericana en la Unión Soviética habria sido "sembrado" de micrófonos y demás artefactos de espionaje, casi obliga al secretario de Estado norteamericano, George Shultz, a suspender su viaje a Moscú durante la Semana Santa. Según los informes, los servicios de inteligencia soviética utilizaron sus agentes dentro del ejército de obreros que ha venido construyendo desde 1977 la nueva sede diplomática de Estados Unidos en la capital de la URSS. El complejo arquitectónico -conformado por un edificio de oficinas de nueve pisos y siete edificios de apartamentos que incluyen cancha de baloncesto, piscina y saunas- ha estado plagado de problemas desde el momento mismo de su construcción. Presupuestado originalmente en 89 millones de dólares, ha pasado a costar 191 millones de dólares y todavía no está terminado. Peor todavía es la noticia de que el edificio está invadido de micrófonos lo cual lo haría inservible. Frente a esos anuncios, un molesto Ronald Reagan dijo el martes pasado que "puede ser necesario destruir (el edificio) y volverlo a construír".
Pero las acusaciones no se limitaron a Moscú. Algunos funcionarios del gobierno norteamericano afirma ron que el nuevo edificio de la embajada rusa en Washington es "un nido de espías". Según estos, la sede diplomática -parcialmente ocupada por los soviéticos- tiene unas ventajas impresionantes debido a que está sobre el Monte Alto, una de las colinas más elevadas de Washington, con vista al centro de la ciudad y al Pentágono. Gracias a esa colocación estratégica, se dice que los rusos pueden dirigir sus antenas y escuchar cientos de conversaciones mediante la utilización de modernos métodos electrónicos.
Aunque semejante teoría le puede resultar descabellada al ciudadano de la calle, la verdad es que la humanidad ha avanzado mucho en las técnicas de espionaje desde los tiempos de Mata Hari. Ahora, micrófonos y transmisores son del tamaño de un grano de arroz o del de la cabeza de un alfiler y están unidos a cables más delgados que un cabello humano. El artefacto puede ser tan solo una membrana de plástico, vidrio o metal que vibra con los sonidos y que puede ser leida ya sea con rayos láser o utilizando microondas. Los datos que se reciben son a!imentados a un computador, el cual decifra la información.
Aunque periódicamente se hacen operaciones de barrido, la verdad es que es relativamente fácil "esconder" los aparatos. Es por esa razón que en la embajada norteamericana en Moscú los mensajes importantes se pasan escritos a mano.
Como es de suponer, todo entra dentro del juego de las superpotencias. En el mundo del espionaje se observa a aliados y enemigos con igual atención. Es por esa razón que a pesar de la pataleta norteamericana, varios observadores no se preocuparon mayor cosa. Al fin y al cabo, la semana pasada se recordó el episodio de 1979 cuando airados soviéticos denunciaron intentos por parte de los servicios de inteligencia norteamericana de "sembrar" su nuevo editicio en Washington. La construcción del edificio (el mismo que es ahora fuente de escándalo) implicó concienzudos exámenes con rayos X a todas y cada una de las piezas por parte de los rusos. La diferencia en este caso radica en que al parecer los norteamericanos se dejaron meter el gol, pues los soviéticos han probado que son tan eficientes para colocar micrófonos de carne y hueso como artefactos electrónicos, dándole un nuevo carisma a aquel adagio que dice que es más importante escuchar que hablar.