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RUSIA

Jaque al zar

Denuncias de fraude electoral, miles de manifestantes y la derrota de su partido pueden nublar las aspiraciones de Putin, que espera volver al Kremlin en 2012.

10 de diciembre de 2011

A veces los números pue- den ser engañosos. El domingo pasado, el partido Rusia Unida, del presidente Dmitri Medvédev y del primer ministro Vladímir Putin, ganó con un abrumador 49,5 por ciento en las elecciones legislativas. Pero en realidad perdió más de 77 escaños en la Duma, el Parlamento ruso, institución que hace cuatro años conquistó con 64 por ciento de los votos. Una profunda derrota para el dúo Putin-Medvédev que controla el Estado desde hace más de 11 años, con métodos autoritarios, una poderosa maquinaria política y un dominio casi total de los medios. Además, miles de rusos salieron a las calles, desafiando la represión policial, para denunciar un fraude masivo. Por eso muchos piensan que, más allá de las cifras, es un golpe a la legitimidad del régimen de Putin y un desafío para él de cara a las elecciones presidenciales de marzo de 2012.

Según los conteos, el partido gubernamental conquistó 238 puestos de los 450 que tiene el Parlamento. Rusia Unida tiene asegurada la mayoría simple. Le siguen el Partido Comunista, con el 19,3 por ciento de los votos; Rusia Justa, de centroizquierda, con 12,9 por ciento, y el Partido Liberal Demócrata, nacionalista, con el 11,8 por ciento. Así Putin y sus secuaces pierden la mayoría de dos tercios de la Duma que les aseguraba un control absoluto del legislativo. Y ahora les quedará mucho más difícil cambiar la Constitución. Pero lo más preocupante para Putin es que, además de no haber arrasado, hay indicios de fraudes masivos. Observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa advirtieron manipulaciones en las urnas. También aparecieron decenas de videos caseros, colgados en internet, que muestran jurados rellenando urnas, entre otras irregularidades. Corresponsales extranjeros reportaron que hay gente que votó hasta 12 veces y que vieron grupos sufragando varias veces en mesas diferentes. Y miembros de la ONG Ciudadano Observador afirmaron que después de vigilar 150 colegios electorales en Moscú, concluyeron que Rusia Unida en realidad obtuvo 27 por ciento, muy lejos del 43 por ciento que le dan los resultados oficiales en la capital.

Mijaíl Gorbachov, el último presidente de la Unión Soviética, dijo que "los líderes de este país tienen que admitir que hubo numerosas falsificaciones. Los resultados no reflejan la voluntad del pueblo. Tienen que anular los resultados y programar nuevas elecciones". La norteamericana Hillary Clinton, secretaria de Estado, criticó estas "prácticas preocupantes" y estimó que las elecciones no fueron "ni equitativas ni libres".

Impresión que miles de rusos compartieron en las redes sociales y que los impulsó a tomarse las calles de Moscú, San Petersburgo y más de 69 ciudades de todo el país. En la capital, a solo 200 metros del Kremlin y a pesar de la violenta represión, todos los días de la semana pasada gente salió a gritar "Rusia sin Putin" y "Partido de ladrones y estafadores". Los canales estatales ignoraron las protestas y cubrieron marchas a favor del gobierno. No es raro que así muchos recuerden el régimen soviético, época que 20 años después de la caída del imperio rojo los rusos creían haber enterrado. Al cierre de esta edición, más de 800 personas habían sido arrestadas y condenadas a cortas penas de prisión. Uno de ellos es Alexéi Navalny, un abogado de 35 años, bloguero anticorrupción y que hoy es la cara más visible de lo que algunos han llamado 'la primavera rusa'. Estará 15 días en la cárcel, pero, desafiante, dijo: "El poder tiene que entender que los odiamos, que no olvidamos y que no perdonamos, y celebro que el país se esté despertando".

Desde ya muchos lo consideran posible candidato presidencial y se preguntan si este incipiente movimiento puede durar lo suficiente como para poner en peligro la candidatura de Putin. Una tarea difícil para la oposición, pues los partidos políticos no parecen tener una figura fuerte para derrotarlo. Y aunque hacía años que no se veía a tanta gente salir a protestar contra el poder, aún falta ver si su impacto va más allá de la juventud urbana y de las redes sociales.