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Lenín Moreno y Correa: una ruptura que suena familiar

El expresidente Correa apoyó a Lenín Moreno para que continuara su ‘legado’, pero este ahora, ya en la Presidencia, se ha distanciado de su predecesor. ¿Deslealtad o cambio necesario?

22 de julio de 2017

Los ecuatorianos todavía tienen frescas en la memoria las imágenes del presidente Rafael Correa mientras abrazaba, con una sonrisa de oreja a oreja, al entonces candidato presidencial Lenín Moreno. Lo apoyaba totalmente, y Moreno recibía gustoso la bendición del popular presidente, que le resultó definitiva a la hora de ganar las elecciones. Pero no han pasado ni siquiera 100 días del nuevo gobierno, y ya Correa afirmó que ciertas acciones de su ahijado político, lejos de continuar con su legado, son “deslealtades y desaires”.

¿Qué pasó? Moreno tenía todas las características para ser el elegido de Correa. Fundó Alianza País, partido del proyecto político del exmandatario, y fue su vicepresidente entre 2007 y 2013. Recorrieron Ecuador juntos, y su discurso, al igual que el de Correa, siempre estuvo enfocado en las clases más necesitadas. Parecía un dúo inquebrantable, tanto es así que la oposición afirmó que Moreno no era más que una marioneta de Correa, que seguiría ciegamente sus instrucciones y proyectos políticos, para preparar un eventual regreso del caudillo.

Hoy en día ese escenario suena muy lejano y las razones del distanciamiento son varias. Para comenzar, se nota un evidente cambio de estilo. Si bien Correa se caracterizó por su comportamiento conflictivo, directo y aguerrido, el presidente Moreno ha mostrado en estas pocas semanas su énfasis por el diálogo, el consenso y la reconciliación, lo que ha de-satado las críticas de Correa.

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Más que una deslealtad, lo que demuestra la actitud de Moreno es su intención de cimentar nuevas alianzas que no dependan de su relación con el expresidente. No la tiene fácil. Esta semana, el Consejo de Administración Legislativa (CAL) de la Asamblea Nacional decidió archivar el juicio político por corrupción contra el vicepresidente actual, Julio Glas, una figura clave del correísmo. La decisión del CAL, que le permite a Correa conservar en el centro del poder a una ficha incondicional suya, demuestra que el expresidente todavía tiene una fuerte influencia en la Asamblea y en un sector importante de Alianza País. Por eso, una eventual ruptura del presidente Moreno con él complicaría los cambios que quiere llevar a cabo.

Un claro ejemplo es la reforma a la polémica Ley de Comunicaciones (creada por Correa para amordazar a la prensa). Si bien Moreno ha manifestado su intención de modificarla, va a ser muy difícil de llevar a cabo, pues es una ley orgánica y sus cambios deben pasar por las mayorías de la Asamblea. Es poco probable que los seguidores de Correa le sigan la corriente en un asunto tan espinoso.

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A todo este conflictivo panorama hay que sumarle los reclamos de Moreno por las finanzas que le entregó su padrino político. Si bien Correa dijo que la “mesa estaba servida” en cuanto al presupuesto estatal, varios ministros de Moreno (todos parte del anterior gobierno) anunciaron sorprendidos que las deudas del país no son de 27.871 millones de dólares, como se había dicho en un comienzo, sino de 41.893 millones. Argumentaron que la cifra inicial había dejado por fuera deudas con petroleras, seguridad social y jubilados.

El profesor Santiago Basabe, coordinador de la maestría de Política Comparada en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales en Ecuador (Flacso), le dijo a SEMANA que “es dudoso que Moreno no supiera nada de la deuda, y casi nadie le cree su papel de policía bueno. La economía del país es una bomba de tiempo, pero preocupa que el presidente no haya tomado una sola medida frente al tema. Todo apunta a que si los problemas políticos y económicos se juntan, la gobernabilidad será muy difícil”. El panorama no pinta bien. Con una deuda gigante será complicado mantener la financiación de algunos programas sociales que le dieron alta popularidad al gobierno anterior.

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El presidente Moreno parece tener al frente dos caminos. Uno consiste en aplicar las medidas y los recortes necesarios para que el país no entre en una honda crisis económica, lo cual requiere alianzas con otros partidos y probablemente con el sector privado. El otro consiste en mantenerse cercano a Correa, lo cual implica mayor control de la Asamblea Nacional, pero menos rango de acción y cambio. El camino que escoja, y el desenlace de esta pelea, podría marcar el futuro cercano del país latinoamericano.