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LOS PRESIDENTES CACOS

Algunos jefes de Estado tienen una idea muy particular sobre ¿el poder para qué?

2 de enero de 1989

Que los reyes, presidentes, primeros ministros, dictadores o, en fin, los detentadores del poder aprovechan su posición para enriquecerse a costa del erario público, es un tema obligado en ese deporte nacional de todos los países que es la chismografía. Al fin y al cabo, la sabiduria popular conoce que "el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente". Pero pocas veces, como la semana pasada, confluyen varios episodios en los cuatro extremos del planeta, que tienen en común algo que los hermana: en todos ellos, sus protagonistas sucumbieron ante la tentación del dinero, mientras ejercían el poder en sus paises.

En las Filipinas, los personajes centrales son los esposos Marcos, quienes están desde 1986 en el exilio dorado de Hawai, donde disfrutan de comodidades de jefes de Estado. Desde que Ferdinando Marcos debió entregarle el poder a Corazón Aquino y abandonar el pais con su esposa Imelda, el gobierno filipino ha desplegado todos sus esfuerzos por recuperar la enorme fortuna que el dictador amasó desde que se hizo al poder en 1965.

Aunque la cuantía del tesoro de Marcos no se ha podido determinar con certeza, pues se encuentra escondido detrás de un colosal esquema de compañías ficticias, testaferros y cuentas disfrazadas, la semana pasada el ovillo comenzó a desenvolverse.
Una corte federal del distrito de Manhattan, en Nueva York, le abrió juicio por acusaciones según las cuales entre 1972 y 1986 los Marcos acumularon varios cientos de millones de dólares provenientes del erario filipino, mediante desfalcos, sobornos y toda clase de triquiñuelas.

La acusación oficial, que comprende seis cargos principales, afirma que los esposos Marcos organizaron un "patrón de actividades ilegales" para distraer fondos del estado filipino con destino final en inversiones en Estados Unidos. Según parece, entre 1981 y 1983 los Marcos introdujeron a ese país un capital de US$103 millones con el fin de adquirir cuatro valiosas propiedades raíces en Manhat tan. Por otra parte, la acusación afirma que los esposos contaron con la complicidad, entre otros, del millonario Adnan Kashoggi -sobre quien también pesan los cargos para ocultar el verdadero valor de las adquisiciones. Pero además, en un giro inesperado, los cargos incluyen actividades típicamente mafiosas, como intervenir en un complot para el transporte de unas obras de arte que, según las autoridades, los Marcos sabían que eran robadas.

La acusación dio lugar a que la señora Imelda Marcos viajara a Nueva York acompañada de un séquito de abogados, secretarias, enfermeras y hasta un sacerdote, por no mencionar a los guardaespaldas. Al bajarse del jet privado, prestado por su amiga, la millonaria Doris Duke, se trasladó a una suite del Hotel Waldorf Astoria de US$2 mil la noche, "pagada por unos amigos". Se presentó a la Corte que podría condenarla a 20 años de prisión, no sin antes dejar saber que "estaba tranquila, pues confiaba en la justicia de Estados Unidos". En su casa de Honolulú había dejado, "por razones de salud", a un envejecido Ferdinando Marcos, sentado en su silla de ruedas. Pero la impresión que dio a quienes la vieron, fue la de que Imelda Marcos aún no siente temblar el piso de su enorme fortuna, que se calcula en varios miles de millones de dólares.

Pero mientras Imelda Marcos se aproximaba casi con arrogancia a los tribunales de Estados Unidos, un hombre también oriental, pero del norte, hacia un ejercicio de humildad muy difícil de imaginar en Occidente.
Chun Doo Whan, hasta hace unos pocos meses presidente todopoderoso de Corea del Sur, le pedía, con lágrimas en los ojos, perdón y misericordia a su pueblo. "Es más que insoportable para mí enfrentarlos y hacer esta confesión de mis vergonzosos pecados, pero debo pedir perdón", comenzó su inimaginada alocucion televisada. Fueron 30 minutos en que los asombrados pero incrédulos coreanos escucharon y vieron a un hombre lloroso que, además, les anunció haber devuelto US$3.3 millones de su fortuna personal para compensar la corrupción y el mal manejo de su gobierno. Chun no se quedó allí, y en compañía de su esposa Lee Soon Ja, se trasladó al monasterio de Paekdam, en las montañas al este de Seúl.
No se especificó el tiempo que la pareja pasaría en ese austero lugar donde ni siquiera hay calefacción, pero muchos coreanos pensaron que, con lágrimas y todo, Chun estaría mejor tras la rejas de una prisión, de donde no pudiera salir cuando quisiera.

Lo que motiva las iras de su pueblo es el destape de los intríngulis de su gobierno, que han aflorado en un juicio que se le adelanta por corrupción. Hijo de un acupunturista, Chun se graduó en la principal academia militar del país y tras ascender rápidamente, alcanzó el poder en un golpe de Estado en 1979. Ahora el pueblo ha conocido el grado de corrupción que imperó durante su gobierno y sobre todo la forma como extorsionó a muchos líderes de la floreciente industria coreana en una cifra estimada de US$80 millones, y cómo orquestó la sanguinaria represíón de las revueltas de 1980, para afianzarse en el poder. Aún con lágrimas y penitencia de por medio, el gobierno actual de Roo Tae Woo, que es considerado un sucesor de Chun (son compañeros de armas y fue el candídato oficíal en las elecciones) está en la difícil encrucijada de otorgar un perdón impopular o dar la espalda a su antiguo aliado.

En el otro lado del mundo, un presidente dominicano atraviesa por un episodio de características similares.
Pero en este caso, ni la corrupción de que se le acusa llega a los niveles de la de Chun, ni el incriminado ha apelado a la humildad para tratar de gana el perdón de su pueblo. El anterior presidente dominicano, Salvador Jorge Blanco, acaba de regresar a Santo Domingo para ser encerrado en una cárcel de máxima seguridad. La razón es que el domingo anterior, un juez de esa ciudad lo condenó a 20 años de prisión y a pagar US$17 millones de multa por haber ordenado durante su gobierno que el 75% de los vehículos, uníformes y sumínístros de las fuerzas armadas fueran comprados a compañías de propiedad de sus dos socios, Leonel Almonte y Juan Tomás Peña Valentín, quíenes tambíén están encarcelados.

Lo que singulariza el asunto dominicano es que el ex presidente, aun a sabiendas de que sería detenído inmediatamente, regresó a su patria para someterse a las autoridades. Para muchos observadores, Blanco hubíera podido mantenerse en su alegato de que los cargos que se le hacer son una conspíración política destinada a mantenerlo alejado de las elecciones de 1990, y permanecer en su residencia de Atlanta, Estados Unidos.
En mayo del año pasado, el estadista pensaba de otra manera, pues luego de que se le ínició el juicio se refugió en la embajada venezolana, de donde salió directamente para Estados Unidos, cuando el presidente Joaquín Balaguer le dío permiso de abandonar el país para hacerse tratar una infección cardiaca.

Según Jorge Blanco, su regreso al país no se produjo en noviembre pasado, cuando comenzaron las audiencias, porque en esa época aún estaba sin resolver una solicitud de aplazamiento por razones médicas. Sin embargo, algunos observadores opinaron que podría tratarse de una medida táctica del ex presidente, quien en el pasado fue Procurador General de la nación. Según lo declaró el propio acusado, en República Dominicana una condena en ausencia queda invalidada si el reo se presenta y apela el veredicto. El resultado del nuevo juicio es aún incierto, pero se teme que cualquiera que él sea, traerá algún grado de inquietud política, puesto que el ex presidente tiene a su favor un gran número de seguidores, para quienes todo esto no es más que una componenda contra su líder.

Para completar lo que alguien llamó con sorna la "semana de la corrupción oficial en el mundo", el líder índíscutido de esa mitología popular, el ex presídente mexicano José López Portillo, publicó sus memorias en las que, lejos de presentar disculpas como su colega coreano, o de enfrentar algún juicio como los filipinos y el dominicano, pretende vengarse de sus detractores.

La obra, llamada "Mi tiempo: biografía y testamento político", es un mamotreto de 1.293 págínas en las, que campean las alabanzas a la gestión de su gobierno y las puyas contra sus opositores, sin que falten algunas alusiones oblicuas a su sucesor, el presidente saliente Miguel de la Madrid.

No resultó ninguna sorpresa que el libro, si bien se vendió rápidamente en todo el país, haya suscitado las más airadas reacciones entre la opinión pública mejicana, que tiene a López Portillo como el máximo villano de la historia contemporánea. En un país donde la corrupción oficial se ha convertido casi en una forma de vida, los extremos de López Portillo se salen de toda proporción. López alega hoy que una mención de la revista norteamericana Forbes, que lo colocó en la lista de los hombres más ricos del mundo, con una fortuna no inferior a US$5 mil millones (en una actividad clasificada como "ejercicio del poder") perjudicó grandemente su imágen. Pero seguramente las explicaciones que el ex presidente intenta para justificar la adquisición de algunos de sus opulentos bienes, seguramente no le harán mejor favor.
En cuanto a una casa que posee en Acapulco, afirma que "fue un regalo de los trabajadores de la índustría petrolera, y hubiera sido una ostentosa impertinencia no haberla aceptado. No me pidieron nada a cambio y lo único que me ofrecieron fue su amistad y solidaridad". No se queda atrás el párrafo que le dedica a su famosa residencia en Ciudad de México, un conjunto de palacetes de gran lujo, y que es popularmente llamada "La colína del perro", por su afirmación de que "defendería el valor del peso como un perro de presa". Sobre la mansión, el ex presidente reconoce que no la hubiera podido construir con sus ingresos como funcionario, pero que lo hizo con el apoyo de sus muchos aliados (o clientes) políticos.

Esa y muchas otras afirmaciones han causado furor en Méjico, hasta el punto de opacar en ocasíones el tema de la trasmisión de mando. Pero en ;medio del ambiente de cambio de gobierno, ya se comienzan a barajar acusaciones contra Miguel de la Madrid, ahora que ha dejado el poder. Sin embargo, como comentaba un observador, los hechos que generalmente dan lugar a esas acusaciones sólo se descubren cuando el mandato ha terminado. ¿Pura coincidencia? -