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Rudolph Giuliani y Mitt Romney. | Foto: AFP

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¿Quién será el rostro del gobierno Trump ante el mundo?

Los republicanos están profundamente divididos entre Mitt Romney y Rudolph Giuliani. Los dos pesos pesados libran una intensa batalla por ser el jefe de la diplomacia en el mandato del repudiado presidente electo.

26 de noviembre de 2016

Como estrella de realitys, Donald Trump se hizo famoso gracias a su emblemática frase en el programa The Apprentice: "¡Estás despedido!". Ahora, como presidente electo de Estados Unidos, está haciendo exactamente lo contrario, contratando a la gente que hará parte de su equipo de gobierno.

El magnate republicano ha convertido el desfile de los candidatos a integrar su gabinete en un show que tiene en vilo al país. Y en ese extraño proceso de contratación, una posición en particular ha llamado poderosamente la atención, la de secretario de Estado, pues en últimas será el rostro que tendrá la administración de Trump ante el mundo. Un mundo que espera expectante, y en muchos casos temeroso, el talante del impredecible futuro inquilino de la Casa Blanca.

La incertidumbre se mantiene sobre el próximo jefe de la diplomacia estadounidense, dado que muchos de los que apoyan fervientemente al magnate se niegan a que sea el excandidato presidencial Mitt Romney, un republicano moderado. El otro favorito es otro peso pesado, el exalcalde de Nueva York Rudolph Giuliani, leal a Trump desde los tiempos en que lo despreciaba la inmensa mayoría de su partido.

Ya se han creado bandos claramente diferenciados, y el entorno de Trump está dividido entre las dos opciones, según el diario The New York Times, que cita fuentes del equipo de transición.

El cargo ha desatado una intensa disputa por suceder al demócrata John Jerry, pues el Departamento de Estado cuenta con 70.000 funcionarios que manejan la red diplomática y consular más importante del planeta.

Giuliani, que desde el primer momento apoyó a Trump pero no tiene experiencia en política exterior, expresó claramente su deseo de dirigir la diplomacia de la primera potencia mundial.

Para Colombia, en particular, Giuliani se ha convertido desde el mismo momento de la sorpresiva elección del magnate en el puente con la futura administración republicana. El exalcalde neoyorquino ha visitado en varias ocasiones el país, y el propio presidente Juan Manuel Santos contó que fue él quien gestionó su llamada para felicitar a Trump, con lo que se convirtió en el primer mandatario suramericano en hacerlo.

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Apodado “el alcalde de Estados Unidos” tras su gestión en la gran manzana entre 1994 y 2001, en la que lidió con los atentados del 11 de septiembre, Giuliani llegó a considerar que el puesto era suyo, según el New York Times, y le hizo saber al equipo de transición que era el único cargo en el que estaba interesado.

Pero Romney, el candidato republicano derrotado por el presidente Barack Obama en 2012, se le atravesó en el camino, y su nombre ha tomado fuerza. Su designación permitiría a Trump trasmitir seguridad al sector de los moderados y a los aliados que se preocupan por un eventual salto a lo desconocido de su política exterior.

El vicepresidente electo Mike Pence, uno de varios ultraconservadores en el gobierno naciente, se encargó de reafirmar esas cábalas, cuando dijo que Romney era un "fuerte contendiente" durante una entrevista con el programa de la cadena CBS "Face the Nation".

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Pero el gran problema es que el exgobernador de Massachussets intercambió insultos con Trump durante la campaña. Llegó a calificarlo como un "estafador" y un "mentiroso", mientras que el magnate dijo que Romney era un "perdedor" que "se ahogó como un perro" durante su derrota en las elecciones de 2012.

Sin embargo, ambos han empezado a acercar posiciones desde que Trump derrotó a Hillary Clinton. Se reunieron el pasado sábado en el club de golf del multimillonario en New Jersey, de donde salieron sonrientes y se despidieron con un apretón de manos.

Trump exhibió sus pulgares hacia arriba y afirmó que la reunión "fue genial". Romney dijo que ambos sostuvieron una "conversación amplia sobre los diversos escenarios en el mundo donde Estados Unidos tiene intereses de verdadera importancia".

Romney salió de esa reunión casi que con el cargo en el bolsillo, pero desde el miércoles los republicanos leales a Trump critican despiadadamente la posibilidad de que dirija la diplomacia.

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"Me vienen a la mente 20 personas que serían naturalmente más compatibles con la visión de la política exterior de Trump", declaró en FoxNews Newt Gingrich, uno de los duros que también había sido mencionado en un primer momento como posible secretario de Estado.

Kellyanne Conway, cercana consejera del presidente electo, admitió incluso el jueves en un trino que había recibido una "catarata de comentarios privados y también en las redes sociales (contra) Romney".

Trump ha tendido a nombrar hasta ahora a ultraconservadores blancos, muy rígidos sobre la inmigración o la lucha contra el fundamentalismo islámico. Entre ellos, Jeff Sessions, como fiscal general; el general retirado Mike Flynn, asesor de seguridad nacional, y el editor de extrema derecha Steve Bannon, como jefe de estrategia.

El miércoles, sin embargo, el magnate inyectó una dosis de diversidad al nombrar embajadora ante Naciones Unidas a Nikki Haley, gobernadora de Carolina del Sur e hija de inmigrantes indios, aunque sin experiencia internacional, y a otra mujer, Betsy DeVos, para Educación, ambas conservadoras.

El nombramiento de Romney, sumado a Haley, confirmaría un esfuerzo por ponerle a la política exterior el rostro más moderado de la administración.

Pero además de las resistencias que despierta, sería una cachetada a Giuliani, uno de los más leales seguidores de Trump, del que ha dicho aún está siendo considerado para secretario de Estado "y otras cosas".

La encarnizada división que se ha generado alrededor de los dos nombres podría abrir la puerta a un tercer candidato, advierte en su reportaje el New York Times. Trump todavía no se decide a contratar para el puesto de secretario de Estado.

*Con información de agencias.